Gastón Ramírez Cuevas.- Ante un tercio largo de entrada con lluvia durante los dos primeros toros, se celebró la primera corrida (tercer festejo del abono) de la feria de abril. Joselito Adame fue el triunfador indiscutible del festejo, y eso que no se llevó el lote. El torero hidrocálido cortó una merecida oreja de su segundo enemigo, con lo cual su estadística sevillana es de tres apéndices cortados en cuatro actuaciones.
Pero vamos por partes. El que abrió plaza fue un manso de libro que no le permitió mayor lucimiento a Adame. El mexicano porfió de continuo con técnica, firmeza y entusiasmo, inclusive rivalizó en quites con Oliva Soto, pero en el tercio de muerte el toro se rajó de lo lindo.
La cosa cambió con el cuarto. Ese animal tenía algo de fuelle y la bravura y nobleza justas. Joselito lo entendió a la perfección. Inició la faena de muleta en los medios, luciendo al toro y aguantándolo de largo. La primera tanda por el pitón derecho fue meritoria pero el morlaco no acababa de entregarse, echando la cara arriba la final del muletazo.
Adame se cambió la franela a la zurda y le pegó tres tandas de naturales ajustados, largos y mandones. Tan buenos fueron esos pases con la zocata que hasta sonó la música. A continuación vino otra tanda de derechazos rematados con un torerísimo trincherazo. El colofón consistió en bonitos naturales de frente y a pies juntos. La faena fue inteligentemente corta y a la medida de las posibilidades del astado. Joselito se tiró a matar como acostumbra, como un verdadero león. La ejecución de la suerte suprema fue casi impecable, pero el acero cayó un tanto trasero por lo que el de Aguascalientes tuvo que usar el verduguillo. No obstante, la petición fue unánime y el palco le concedió una oreja de peso.
Lo demás fue –tristemente- lo de menos, pues los alternantes de José le van muy a la zaga en oficio y muchos otros atributos toreros.
Oliva Soto sorteó dos toros bravos y ambos estuvieron muy por encima de él. Lo mejor de su actuación fueron las verónicas rematadas con dos medias y larga cordobesa en su primero, que por cierto fue un cornúpeta digno de mucha mejor suerte, pues embestía con fuelle y bravura.
Hay que reiterar que el toro bravo pone en evidencia a los toreros carentes de mando y quietud. De tal modo, el quinto de la tarde le cogió aparatosamente en dos ocasiones. ¿Por qué? Pues porque Alfonso dejaba una barbaridad de luz entre el engaño y él, procurando irse de cada pase con astucia y ligereza de pies cuando el toro acometía, y eso es muy peligroso. Si algo tiene que agradecer el muchacho de Camas es que pudo abandonar el coso maestrante por su propio pie.
Completaba la terna otro espada de Camas, Esaú Fernández, quien estuvo voluntarioso. Se fue a porta gayola en sus dos toros e intentó torear bien a la verónica. El lote que le tocó en suerte fue débil pero se dejaba meter mano. Lamentablemente, Esaú aburrió a los bovinos y al respetable a base de mantazos. Seamos imparciales, hubo por ahí un par de muletazos templados y largos.