Carlos Crivell.- Los Sanfermines de 2024 son historia, por cierto, una historia amarga desde el punto de vista taurino, aunque si se valora la asistencia de público a la plaza, no hay dudas de que ha sido un ciclo de gran éxito. Esta discordancia entre el número de asistentes y la realidad de lo ocurrido en el ruedo es algo paradójico, digno de un análisis más profundo. Tal vez la propia irrelevancia taurina de esta semana de toros tenga su origen en la masa desaforada que asiste a la plaza. El comportamiento de las peñas en el sol es un atentado al toreo, por mucho que se le quieran buscar justificaciones. Todo culminó en la corrida del domingo con las pancartas de Puta España y Puta Selección, aireadas al viento sin que hubiera una reacción firme y tajante por parte de la autoridad o del resto de la plaza. No valen unos tibios silbidos, hay que avergonzar y menospreciar a esos individuos repugnantes. Se habla mucho de que en la sombra hay muy buenos aficionados. A la vista de lo ocurrido en estos festejos, es más que cuestionable que la sombra tenga un mínimo criterio ante lo que sucede en la plaza.

Ni siquiera el encierro de las mañanas conserva su esencia. Sea por la buena preparación del toro de nuestros días, sea porque se han aliviado por problemas del recorrido, el encierro es una carrera insípida de poco más de dos minutos de duración. Nadie quiere tragedias, solo es necesario que haya emoción.

Como norma general, el toro que se ha lidiado ha sido grande y bien armado, pero se han colado muchos animales impropios de Pamplona, algo que puede abrir una espita de cara al futuro. Pamplona tiene un toro impresionante. En algunas corridas se han soltado toros que no valían ni para Sevilla. Es decir, se aprecia que en las corridas de figuras se abre la mano a un toro menos aparatoso del habitual en esta plaza. De las corridas, la mejor fue la de Fuente Ymbro y muy cerca la de Victoriano del Río.

En estos sanfermines se han contado un montón de orejas – no tengo ánimos para contarlas -, pero muy pocas han sido el reflejo de una buena actuación sobre el ruedo. Se ha llegado a una situación extraña: faenas sin contendido, o incluso malas, rematadas de un contundente espadazo en los bajos, han tenido premio. Es decir, se valora solo que el toro muera en la primera entrada de la suerte suprema. Con este sistema se han cortado orejas que no tienen ningún valor. Como ejemplo de ello, las tres orejas que el venezolano José Enrique Colombo cortó en la de Miura sin rematar ni un muletazo digno de alabanza. Al primero de su lote lo mató de un soberano bajonazo y oreja al canto. Y con el segundo de su lote – matado de forma más ortodoxa – dos orejas irrisorias. Son tres orejas que le servirán – y el chaval estará muy contento – para volver el año próximo a Pamplona a matar de nuevo la de Miura. No le servirán para nada más. Quede constancia de su ánimo y su manera de alentar a las peñas, algo que no tiene nada que ver con la tauromaquia, pero no deja de tener su mérito.

Según mi opinión de Pamplona queda en el recuerdo el gesto de Borja Jiménez, que se tiró a morir para tocar pelo y resultó hedido de gravedad. Otro gesto torero que confirma su momento y que debería descerrajar las puertas que están cerradas. Ha quedado más que demostrado que Roca Rey es el número uno, no solo por su confirmado tirón popular, sino porque, al margen de los gustos personales, tiene un valor y un poder inmenso que le permite lucir ante el toro toda su artillería. Roca Rey ha cortado cinco orejas y tres de ellas las hubiera cortado en cualquiera plaza de primera. Es el gran triunfador de San Fermín sin ninguna duda.  

Pero estos sanfermines han tenido un suceso taurino que nos alivia ante tanto atropello y nos reconcilia con la belleza del toreo. Fue la extraordinaria faena de Pablo Aguado a un toro de Victoriano del Río, llena de pureza, ritmo y naturalidad, sobre todo en unos naturales que han sido la cima de los Sanfermines. Menos mal que en ese momento sí aparecieron los aficionados y premiaron con una oreja al torero sevillano. Una oreja al toreo sublime. En la de Miura se dieron dos al toreo chabacano.

En definitiva, que Roca Rey seguirá al mando de las operaciones; Borja seguirá en la lucha para que los que controlan el toreo lo tengan en cuenta, y que siempre nos quedará el aroma eterno de unos naturales de Pablo Aguado. Lo demás ha sido tan lamentable como irrelevante.