Se cumplió el objetivo primero: se lelnó la plaza. El ganado, fojito, no acabó de colaborar, pero hubo detalles de torería sublimes, tanto por parte de Vnetura a pie, como por un Morante soberbio.

Distintas ganaderías / Diego Ventura y Morante de la Puebla

Cinco novillos de diferentes ganaderías. Primero, tercero y quinto, de Bohórquez. Flojos y nobles. El segundo, de García Jiménez, muy noble. El cuarto, de Núñez del Cuvillo, molesto para el torero.

Diego Ventura: dos orejas y dos orejas.
Morante de la Puebla: dos orejas y saludos.
Morante y Ventura, en el quinto, dos orejas y rabo.

La Puebla del Río, 25 de octubre de 2009. Festival en homenaje a los hermanos Peralta y para recaudar fondos para un monumento. Lleno de no hay billetes. Al final, los hermanos Peralta, Diego Ventura y Morante salieron a hombros.

Carlos Crivell.- La Puebla del Río

Fue un festival con mucho arte, como era natural a la vista del cartel. Los hermanos Ángel y Rafael Peralta hicieron el paseíllo a caballo por delante de Ventura y Morante mientras la portátil, llena hasta reventar, se caía de emoción. La historia tiene una página más, escrita a golpe de galopes de los centauros de La Puebla y de dos genios del toreo actual, ambos criados bajo el cielo de la población ribereña situada a orillas del Guadalquivir.

Más que detalles concretos de una tarde de toros, allí quedaron algunos momentos inolvidables. Sólo ver al maestro Ángel a caballo, o a Rafael galopando por el albero, merecía un encuentro semejante.

Pero fue más. Diego Ventura fue desparramando su casta a caballo ante dos de Bohórquez flojos y nobles. Sus pares al quiebro, el toreo templado a dos pistas y la garra del caballero impactaron a todos los presentes.

Morante lanceó de forma primorosa al de García Jiménez, tan noble que dio dos volteretas por humillar tanto. La faena del genio fue un derroche de toreo bueno, de garcia profunda y de sabor a torería eterna. Porque Morante es, entre otras cosas, ejemplo de torería, es decir, que es un torero en cada uno de sus gestos.

Con el de Núñez del Cuvillo no pudo redondear faena. El animal se quedó más corto y fue difícil ligar los pases, aunque entre ellos hubo un pase por bajo con la izquierda, en forma de recorte o adorno, tan perfecto y rematado que fue un curso de toreo bueno.

La explosión final llegó en el quinto, novillo flojito y noble de Bohórquez, saludado con verónicas de cante grande por el diestro Diego Ventura, que remató con media que hubiera firmado el mismo Curro Puya. En banderillas, a lomos del corcel de nombre Morante, apareció un artista conocido como José Antonio Morante de la Puebla, que colocó banderillas con gracia y donaire. En su turno final, de nuevo la sorpresa de Diego Ventura toreando con intensidad, sintiendo cada pase como un consumado maestro, para llegar a la suerte suprema que el caballero realizó de forma soberana y tumbó al novillo de un estoconazo. El delirio fue total. El colofón, inmenso. Todos a hombros por las calles de La Puebla, los hermanos Peralta, glorias del toreo a caballo, y dos figuras del momento, también hijos del pueblo y que glorifican su nombre por todos los rincones del mundo.

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