Carlos Crivell.– La muerte de Miguel Báez Litri nos ha sumido en una situación de profundo dolor a todos quienes le tratamos en vida. Escribo con algún retraso, después de haber leído variados obituarios. Hay dos facetas que se destacan en todas: su estilo torero cercano a tremendismo, adornado por un valor enorme, y su calidad humana. En este caso, cuando se habla de Miguel Báez Spuny hay una coincidencia abrumadora sobre sus cualidades personales. Sin ningún tipo de alarde, confieso que me sentí un privilegiado por su amistad. Se agolpan los recuerdos de tantas jornadas vividas en Peñalosa con sus inseparables Julio El Vito y Luis González. Entre todas, nunca olvidaré el día que reunió a Pepe Luis Vázquez, El Andaluz, Rafael Chicuelo, Manolo Carmona, Chávez Flores, Pepe Arjona, El Pío, Juan de Dios Pareja Obregón… Siempre, a su lado, Pedro Macías, su lugarteniente. Y puedo afirmar que también probé las papas con choco que guisaba el maestro.

Cuando tomó la decisión de volver a torear por un día en Nimes para concederle la alternativa a su hijo, también me sentí un privilegiado al poder asistir a varios tentaderos en los que me permitió hacer algunos reportajes que forman parte de mi mejor bagaje como informador taurino.

Ya en el año 2008 tuvo la gentileza de sentarse conmigo en Osuna en las Jornadas del Círculo Taurino en un acto que es parte de la mejor historia del Círculo y de la Osuna torera. Siempre humilde y sabio, comedido y sincero, con ese halo de genio que otorga el tiempo a los buenos de verdad, Litri nos regaló un día inolvidable.

No estoy capacitado para analizar su tauromaquia, a pesar de que en mi juventud presencié algunas de sus actuaciones en Sevilla, lo mismo que en Huelva en 1984 cuando se reinauguró la plaza de La Merced. También fui testigo de su última tarde en Nimes, el día de la alternativa de su hijo Miguel.

La realidad es que Litri no toreó mucho en Sevilla. Debutó como novillero el 9 de julio de 1949 con una novillada de Buendía, acompañado por Alfredo Jiménez y Juanito Bienvenida. Cortó tres orejas y causó un enorme impacto. Repitió dos novilladas más en el mismo año 1949, el 16 de julio y el 3 de octubre, en las que repitió sus triunfos cortando dos orejas en cada tarde.

Al año siguiente, cuando ya estaba consolidada la pareja de novilleros de Aparicio y Litri, antes de tomar ambos la alternativa en Valencia el 12 de octubre, se presentaron como tal pareja en Sevilla en una novillada celebrada el 3 de septiembre de 1950 con reses de Núñez. Ese día, Litri barrió a su rival al cortar cuatro orejas por una de Aparicio.

Ya como matador de toros, se presentó en Sevilla el 17 de abril de 1951 en plena Feria de Abril. Toreó con Luis Miguel y Aparicio una corrida de Núñez y cortó dos orejas. Repitió al día siguiente con Manolo González y Aparicio. Volvió el 23 de abril en la corrida de la Cruz Roja, de nuevo con Manolo González y Julio Aparicio, fecha en la que cortó dos orejas a un lote de toros de distintas ganaderías.

En la feria de 1952 toreó dos corridas los días 22 y 23 de abril con idéntico cartel: Manolo González, Litri y Manolo Vázquez, sin poder alcanzar el triunfo.
No volvió a torear en Sevilla hasta el 28 de abril de 1957, aunque ese día resultó cogido por su primer toro y sus compañeros Paco Mendes y Jaime Ostos lidiaron la corrida de Antonio Pérez.

En su reaparición, logró un gran triunfo el 17 de abril de 1966, en un festejo con toros de Bohórquez, acompañado por el rejoneador Fermín Bohórquez y los matadores Victoriano Valencia y El Pireo. Fue la primera vez que lo vi en el ruedo. Salió a hombros junto a El Pireo y se lo llevaron así hasta el hotel. La calle Adriano, vista desde mi balcón, era una demostración de afecto y admiración. Fue, quizás, su mejor tarde como matador en Sevilla. Volvió el 19 de abril con una corrida de Cuadri y Jaime Ostos y Paco Camino en el cartel.

Toreó en la Real Maestranza el 20 de abril de 1967 con Antonio Ordóñez y Curro Romero. Cortó una oreja. De nuevo toreó el 24 de abril con Rafael Peralta, Jaime Ostos y Curro Romero, fecha en la que nuevamente resultó herido y solo pudo matar un toro. Ya no volvió a torear en Sevilla en festejos mayores, aunque sí lo hizo en festivales, porque Litri participó en 9 festivales en la plaza de toros sevillana.

En total, 4 novilladas y 10 corridas de toros, que son un balance corto, aunque comprensible porque fue un torero que estuvo en los ruedos relativamente poco tiempo, descansó algunas temporadas y de ahí que apenas fueran 10 paseíllos en Sevilla.

Me acerqué a su figura por mi amistad con El Vito y Luis González, que formaron parte de su cuadrilla. Conocí a un personaje excepcional. En la hora de la muerte es fácil hablar de la calidad humana de las personas. En el caso de Litri, estoy convencido que nadie puede contar nada que ponga en duda esa condición de persona buena en el más amplio sentido de la palabra. Lo recordaré siempre subiendo a su asiento del tendido, pasando por mi localidad, haciendo una parada para darme un abrazo y dejarme algunas palabras de afecto. El mundo pierde mucho con la marcha de gente tan maravillosa.

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