Luis Carlos Peris.– Peleando a machetazos por la vida puso el Rocío patas arriba en su memorable conmemoración de la coronación canónica de la Blanca Paloma. Fue la última faena de un repertorio preñado de faenas cumbres y de esa misma manera disfrutó como un niño por el Duomo milanés cuando las calores nos abandonaban. Alguien lo calificó en cierta ocasión de monumento de sevillanía que lo mismo piropeaba a la que está en San Gil que encomiaba media de Romero. Esperábamos esto, pero por mucho que se espere a la Parca cuando llega para llevarse a un tío como Rafa Serna duele de tal forma que los adentros se desgarran como si fuese imposible recomponerlos. Llevaba a Sevilla más allá de todas las fronteras imaginables y hoy se llora desde el Salvador al Arco como sólo se llora cuando va a la llamada de Dios un tío de la categoría humana y artística de Rafa.