Gastón Ramírez Cuevas.- En el mundillo de la física cuántica existen fervientes defensores de la teoría de los universos paralelos, la cual nos dice que existen varios universos o realidades relativamente independientes que coexisten pacíficamente en la inmensidad del éter. De esa manera podemos pensar en mundos sin toros, mundos en los que la Fiesta es obligatoria, mundos espantosos en los que sólo se dan festejos de rejones, y planetas abominables en los que los únicos toreros son las “figuras” que dejaron plantada a la afición sevillana.
Siguiendo ese orden de ideas, ayer, en alguno de esos universos paralelos, Castaño aprovechó su lote y le echó arte y poder a sus trasteos. Desgraciadamente, en nuestra propia y triste realidad no fue así. Por ahí hubo –en la faena al cuarto- unos cuantos derechazos largos y templados pero poco más. Lo mejor de su actuación fue un enorme golpe de descabello a ese segundo de su lote. Este torero leonés suele enfrentarse a toros complicados, enormes y peligrosos, cosa que tapa sus evidentes carencias técnicas y artísticas.
En alguno de esos múltiples mundos de la imaginación, a Paco Ureña le tocó el lote de Castaño, mató como Dios manda y cortó cuatro orejas. No ocurrió así en La Maestranza que nos ha tocado en suerte. El segundo de la tarde fue un animal débil, abanto y mansísimo. Y el quinto fue soso, rebrincado y falto de clase.
No obstante , Ureña demostró oficio, sobriedad, quietud y elegancia. Desde el ajustadísimo quite por gaoneras que le instrumentó al que abrió plaza se vio que a este coleta murciano le sobran valor y buenas maneras.
Lo mejor de su actuación vendría en el quinto, un toro que parecía no tener un pase y al que Paco supo ahormarle la cabeza y consentir hasta que embistió con cierta suavidad. Hubo naturales de gran clase, trazo largo y exposición. Quiero imaginar que en otro universo Ureña no deja muerta la muleta a la hora de la verdad y mata como el tifo.
Un empresario inteligente y taurino (especie que no abunda en ningún rincón de las múltiples realidades posibles) hubiera contratado a Ureña más tardes en vez de a tantos Cides, Luques y Castellas.
Esaú Fernández, el espigado muchacho de Camas, cortó una oreja de utilería para regocijo del bullanguero e ignorante público de Sol. Es sorprendente ver lo basto y vulgar de la tauromaquia de Esaú.
Diremos en su descargo que se fue a porta gayola en sus dos enemigos, aunque acostumbra incorporarse antes de completar las largas cambiadas de hinojos. Sobre su labor en el manso tercero, al que le tumbó un apéndice protestado por los aficionados, asentaremos que se prodigó en el llamado pase del tiovivo, suerte en la cual el diestro gira con el toro manso una y otra vez en un simbiótico ballet carente de mérito y gracia. En esos mundo paralelos de Dios a ese muletazo repetitivo y engañoso le llaman el pase de carrusel y también el pase de la calesita.
En el sexto, un Fuente Ymbro noble y con ganas de embestir, Fernández gritó mucho pero ¡eso sí! toreó poco y a seis kilómetros del morlaco. Debe haber por ahí algún remoto planeta en el que este torero posee elegancia y gusta del toreo verdad, pero lo dudo.
Uno de los enigmas de la mecánica cuántica y de la teoría que da nombre a esta crónica, es que hasta donde se ha podido saber, en todos los universos paralelos los peones de Castaño son toreros muy grandes. No hay realidad posible en la que David Adalid y Fernando Sánchez no se luzcan enormidades con los palos, en la que no se desmonteren para agradecer la atronadora ovación del respetable. Tampoco hay mundo alguno en el que Marcos Galán no bregue como los grandes, pegando suaves capotazos minimalistas para poner al toro en suerte. Ayer el segundo tercio del que abrió plaza fue memorable y realmente lo mejor de la tercera corrida de abono. ¿Por qué en nuestro universo particular no hay más toreros de plata que sigan el ejemplo de los subalternos antes mencionados y tengan como lema el famoso “Triunfar o Morir” de David Adalid? ¡Misterios de la ciencia!