Mora_20-5-14

Percance David Mora

Antonio Lorca.- A las ocho de la tarde, cuando acababa de ser arrastrado el segundo toro de la tarde, la megafonía de la plaza anunció que la corrida quedaba suspendida al encontrarse heridos los tres toreros del cartel. Era el mazazo final a una hora escasa de festejo dominado el dramatismo, la sangre y la conmoción producida por el realismo de un espectáculo cruento que ayer alcanzó su cénit con los tres toreros en la enfermería tras espeluznantes cogidas que sobrecogieron a los tendidos y convirtió la corrida en un sobresalto permanente.

La peor parte, sin duda, se la llevó David Mora. Al toque de clarines y timbales que anunciaban la salida del primero de la tarde, el diestro se dirigió con paso firme hacia la puerta de chiqueros, donde esperaba el torilero. Se detuvo en los medios, hincó las rodillas en la arena y esperó al toro. Salió Deslío, tal era su nombre, deslumbrado, con la mirada incierta, hasta que atisbó al torero y hacia él se dirigió mientras Mora iniciaba una larga cambiada. Pero no se vació la embestida, sino que el animal atropelló al torero de forma violenta, y aún tuvo tiempo de volver sobre su presa, a la que prendió y volteó de forma terrorífica; lo zarandeó, le dio una vuelta de campana, boca arriba, primero, y boca abajo, después, y llegó a hacer presa hasta tres veces, hasta que el cuerpo del torero quedó desmadejado sobre el ruedo, chorreando la sangre por su pierna izquierda y a la espera milagrosa de la llegada de las asistencias.

El parte médico no deja lugar a dudas sobre la gravedad del percance: “Dos heridas, una en el tercio medio de la cara anterior del muslo izquierdo con una trayectoria ascendente de 30 centímetros, que produce arrancamiento de la vena femoral y colaterales, con destrozos en el músculo cuádriceps; otra en la axila izquierda con trayectoria ascendente de 10 centímetros que contusiona el paquete vásculo nervioso y alcanza al húmero. Se le transfunden dos unidades de hematíes y gelafundina. Pronóstico: muy grave”.

La voltereta fue horrorosa, impresionante, escalofriante, de esas invisibles para el ojo humano, pero evidentes para la razón. La cornada era de caballo. Momentos después, cuando Félix Rodríguez, un hombre de su cuadrilla, se dispuso a colocar banderillas, apareció con la taleguilla totalmente manchada de sangre que, sin duda, pertenecía a David Mora.

Se rompió la tarde. Se bloquea Internet. La plaza queda conmocionada. No hay noticias, pero una manifiesta ansiedad recorre los tendidos. La faena de Nazaré a ese toro pasa desapercibida, a pesar de la buena intención del sevillano, que está aseado con un toro muy serio y cuajado, de escaso recorrido y mucha sosería.

La corrida quedó en un mano a mano. Salió el segundo, primero de Jiménez Fortes, y cuando permanecía en la plaza el murmullo de la preocupación, el malagueño resulta volteado al recibirlo a la verónica. Cae al suelo, pero parece que no hay herida. El animal, otro toro bien plantado, mansea en el caballo, y Nazaré realiza un quite por chicuelinas, que resulta elegante por su templanza y lentitud; cuando intenta rematar con una media, el toro le hace un regate, lo engancha por la pierna izquierda y lo hiere. El parte médico indica que sufre “traumatismo en la rodilla derecha, con probable lesión de ligamentos”. Pasó a la enfermería de la que ya no salió.

Pero el sobresalto aún no había terminado. Jiménez Fortes brinda a Manuel Benítez El Cordobés, e inicia la faena por bajo a un toro de embestida dura y áspera. En la primera tanda con la mano derecha, al término de un pase, el torero resbala, cae y queda a merced de su oponente que lo busca con saña. La angustia que se vive en la plaza alcanza su punto máximo. Pero aún quedaba la sorpresa final: Jiménez Fortes entra a matar y el toro lo engancha por el pecho y lo zarandeado con inusitada violencia en unos instantes que parecieron eternos. Salió por su pie el torero, con la taleguilla destrozada, y una visible cojera. Pasó a la enfermería y se suspendió la corrida. Su parte médico es menos grave: “Sufre dos heridas; una en la cara externa del tercio superior derecho, con dos trayectorias: una, hacia arriba ya hacia adentro de 10 cms, que alcanza el fémur, y otra, de 10 cms, que causa destrozos en el músculo vasto externo. La otra cornada, de 10 centimétros, alcanza la pala ilíaca”. Y quedó en el ambiente la enorme tensión de una tarde dramática y sangrienta.

A %d blogueros les gusta esto: