Carlos Crivell.La corrida de Victoriano del Río fue una escalera, la que resulta del baile de corrales. El más aparatoso fue el burraco tercero que se fue a los corrales por su manifiesta invalidez. Hubo nobleza, genio, casta y mansedumbre. Un arsenal muy variado. Con este material hubo rivalidad en la plaza, toreros decididos y momentos de alto voltaje.

Castella se mostró en Málaga más firme que nunca, con su valor de siempre y con un toreo de mayor acento en la expresión. Al muy noble primero, en el que el francés y Talavante rivalizaron en quites, le hizo una faena con dos tandas templadas y ligadas por la izquierda y tres con la derecha cuando el toro había echado el freno. Por encima de todo, un matador que pisó el acelerador, como si pasara algún tren y no quisiera quedarse en tierra.

Con el cuarto llegó su mejor versión. El toro, mansito y con casta, muy castigado en un primer puyazo, fue mimado por el capote excepcional de José Chacón. Castella lo vio claro por la derecha, bajando la mano con poder y ligando pases emotivos para dominar la codicia del victoriano. Solo faltó toreo con la izquierda donde un feo desarme bajó el nivel de su labor.

Alejandro Talavante ligó dos tandas de naturales perfectos al segundo, toro que siempre rebañó por arriba al final del muletazo. Se empeñó en seguir con la diestra, mano de menor recorrido del animal, y ahí perdió intensidad su trasteo. Después de un pinchazo se echó aburrido el toro pero el tercero lo levantó cinco veces y todo quedó en nada.

Talavante se desquitó con el noble quinto, al que cuajó al natural de principio a fin. Esa zurda tan templada y flexible voló con cadencia y una lentitud que permitía saborear el muletazo en toda su extensión. También se gustó con la derecha, pero la sensación habían sido los naturales.

Roca Rey lidió como tercero un toro tremendo de cinco años y ocho meses y seiscientos kilos con el hierro de Benjumea. Había fruncido el ceño cuando el palco sacó el pañuelo verde para devolver al burraco titular. El de Benjumea no humilló nunca y midió mucho su recorrido. Roca se lo llevó al centro, se colocó delante y comenzó a tirar con temple del animal que no acabó de entregarse nunca, hasta que en una tanda con la izquierda surgió milagro de seis naturales cumbres, largos, templados, ligados, una maravilla producto del valor y la inteligencia. La plaza no se percató del valor de su faena, pero fue una demostración de poderío. Tras un pinchazo todo quedó en un saludo cordial.

El sexto huyó a tablas dejando desairado al peruano. La porfía del torero se estrelló contra un elemento tan desagradecido.

Plaza de toros de La Malagueta, 14 de agosto de 2017. 3ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Cinco toros de Victoriano del Río, desiguales de presencia, nobles y de juego variado. Nobles el 1º y 5º. Noble sin clase, el 2º. Con casta, el 4º. Manso, el 6º. El 5º, sobrero de Benjumea, justo de raza. Saludaron en banderillas Rafael Viotti y Juan José Trujillo.
Sebastián Castella, de azul pavo y oro. Estocada trasera (Una oreja). En el cuarto, estocada caída (Una oreja).
Alejandro Talavante, de sangre de toro. Pinchazo (Silencio tras dos avisos). En el quinto, estocada trasera (Una oreja).
Roca Rey, de verde hoja y oro. Pinchazo y estocada atravesada (Saludos tras aviso). En el sexto, dos pinchazos y descabello (Silencio tras aviso)

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