FRANCIA TOROSGastón Ramírez Cuevas.- Domingo 8 de noviembre del 2015. Tercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Siete de Fernando de la Mora, poca presencia, menos casta y gran bobaliconería. Al segundo le pitaron de continuo por la falta de trapío y al sexto lo devolvieron por su poco trapío y su patente enfermedad. El lote de Juli se dejó en demasía.

Toreros: Julián López “El Juli”, a su primero lo pinchó dos veces al julipié antes de una entera con el mismo estilo: salió al tercio. Al tercero de la tarde lo despachó de un artero julipié y le regalaron dos orejas de pueblo. Al último de su lote lo pinchó una vez y a continuación le recetó su sempiterno y execrable julipié: vuelta.
Octavio García “El Payo”, al segundo del festejo le pasaportó de un pinchazo y un pinchazo hondo: silencio par él y pitos al toro. Al cuarto le mató de excelente estocada a toma y daca: oreja. Al que cerró plaza le atizó un pinchazo, una entera defectuosa y tres golpes de descabello: división tras aviso.
Entrada: casi 25,000 paganos, entre numerado y general.

Hoy no hubo toros dignos de ese nombre. Hoy faltó bravura y hubo muchas trampas, como casi siempre. Juli le cortó dos orejas al tercer remedo de toro bravo que salió por toriles. ¿Por que? ¡Vaya usted a saber! Engañó al respetable de continuo y nos recetó una dosis masiva de tremendismo ante un burel que se estaba muriendo desde que salió al ruedo. ¿Eso vale dos orejas en el coso máximo de América? Pues sí, vivimos la primavera de la idiotez y la ignorancia, que no son la misma cosa pero van de la mano.

Más torero, cosa poco complicada, había estado Julián es el que abrió plaza. Ahí lució su tan cacareado poder, su valor y su histrionismo. A pesar de eso –si me permite usted las contradicciones- se fajó y a veces hasta templó mandando al toro a las quimbambas. El julipié es como el karma: no perdona y suele fallar; si no, hasta un rabo le hubieran concedido desde el patético biombo.

En el quinto el maestro de Velilla de San Antonio anduvo mefistofélicamente antiestético y muy pueblerino. Gracias a Dios, el juez hizo caso omiso de la petición de oreja.

Al Payo le faltaron cabeza, quites y hambre para lucir en dos de sus toros. Justo es decir que sorteó un lote que –extrañamente- era muy inferior en todo al del Juli. Los momentos más toreros de la tarde, los que emocionaron de verdad al aficionado entendido, los protagonizó Octavio con su segundo “enemigo”. Quedaron para la tertulia post-corrida el cambio de manos de rodillas y la estocada de torero macho. El torero queretano se llevó la única oreja de peso del dichoso mano a mano.

En su primero poco pudo hacer porque la gente no dejó de pitar al pobre rumiante anovillado, un animal feo y con nulo trapío. Peor le iría en el último del funesto mano a mano. Al burel titular lo devolvió usía en medio de sonora bronca: echan cosas mejor presentadas y más saludables en la mítica monumental de San Pantaleón de las Tuzas.

Ese sexto bis fue un bichillo con algo de pitones, pero de muy mal estilo y débil como los argumentos de los antitaurinos. Entre la marea del descontento, El Payo perdió los papeles y naufragó en un trasteo sin pies ni cabeza. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, decía el segundo Califa de Córdoba, don Rafael Guerra.

A uno nunca dejará de sorprenderle el júbilo que el nuevo Juli produce en el público. Creo que un buen ejemplo vegetal es el manjar indonesio llamado durián. Se trata de un fruto de olor nauseabundo que fascina a miles de personas. Dicen que sabe bien y que produce efectos hasta placenteros en el cerebro. Eso no obsta para que esté prohibido portarlo y/o comerlo en lugares públicos. Juli es un durián del toreo. Es ahora un tipo que torea tan burdamente y tan sin gracia como un luchador de sumo en monociclo. En fin, hay gente pa’ todo y en la plaza no aplaude el que no quiere divertirse.

Total, que debemos agradecer al cielo que no hubo caballito, y que no llovió. El aficionado se lame las heridas pensando que un domingo de estos habrá toros feroces y toreros poco zascandiles, algo más fácil que pegarle al gordo de la lotería.

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