Sebastián Castella . Foto: Tadeo Alcina

Gastón Ramírez Cuevas.- Cuando salió el primero de Jaral de Peñas, la gente se sintió aliviada, pues el rumiante parecía toro, y comparado con los del festejo de ayer era un monstruo. Pero poco le duraría el gusto a los sufridos aficionados, pues el burel resultó ser un manso con mucho peligro.

Jerónimo lo recibió de capa con mandiles y revolera, intentando fijar a un toro que escapaba como un conejo hacia toriles. En el último tercio, a base de valor seco y oficio, Jerónimo interpretó los pasajes más emocionantes de la larguísima función. El sobrino del Ranchero Aguilar le plantó cara al toro en tablas, rumbo a chiqueros, y aguantó todos los derrotes, tornillazos y gañafones del de Jaral sin inmutarse. Hubo trincheras, forzados de pecho, vitolinas, molinetes y pases de todas marcas en un palmo, con Jerónimo resolviendo valientemente el crucigrama y regalándonos fabulosas estampas de toreo antiguo y mandón. Mató a ley y después de una faena así, en otros tiempos, la oreja hubiera sido no sólo indiscutible sino necesaria. Pero ya se sabe que los festejos de aniversario congregan a mucho villamelón en el embudo de Insurgentes.

El segundo de la tarde fue un castaño chorreado en verdugo muy pobre de cabeza. Castella le hizo un quite con el capote a la espalda pasándose al toro muy cerca. Como el toro fue noble y repetidor, el francés inició su faena de muleta con dosantinas y trincherazos de muy buen gusto.

A continuación vino un larguísimo pase natural lleno de temple y elegancia. Parecía que estábamos viendo al Castella de hace ocho años. Pero cuando sobrevinieron los pases de tiovivo, más dosantinas y las manoletinas finales, supimos que todo había sido un espejismo. Sebastián mató con alevosía, saliéndose feamente de la suerte, pero eso no impidió que la gente pidiera la oreja, misma que fue concedida segundos después de que apuntillaran al toro.

Joselito se enfrentó primero a un toro sin clase alguna, que según esto frisaba los seis años. El mayor de los Adame quitó por buenas chiculelinas e inició el trasteo muleteril con estatuarios y de pecho. Pero luego, al intentar bajarle la mano, el bicho se caía. José porfió con la gente en contra, y después de un bajonazo le pitaron con gusto. La afición de esta plaza es casi siempre malinchista y algunas veces rencorosa.

Roca Rey anduvo muy solvente con el cuarto, demostrando que tiene un sitio envidiable. Primero pegó una media larga cambiada de rodillas en tablas, y luego veroniqueó con elegancia. En los primeros compases de la faena parecía que el toro iba a durar. Andrés se lo cambió por la espalda y cargó la suerte en suaves derechazos ligados, comenzando a convencer al cónclave. Sin embargo al toro le dio por protestar y rebrincar. También se soltó el aire y ahí no pasó nada más.

El segundo del lote de Jerónimo fue un asco por débil y manso. Jerónimo se entregó, y con la muleta se pasó al toro en la faja. Mas el de jaral de Peñas no quería saber nada del asunto y después del segundo muletazo se rajaba vergonzosamente. La voluntad de agradar de un torero que siempre ha gozado del afecto del público capitalino fue encomiable, pero a Jerónimo no le convienen los remedos de toro bravo.

El segundo de Castella se partió el pitón izquierdo desde la cepa cuando acudió al caballo. El sexto bis fue un toro morfológicamente muy extraño, pues tenía los pitones casi más grandes que el resto de su anatomía. La faena fue un compendio de absurda parsimonia y lejanías. El coleta galo aburrió hasta a las ovejas pegando trapazos a un rumiante soso y bobo.

Joselito salió a darlo todo en el séptimo. Ese toro tumbó espectacularmente al picador y tuvo poder y bravura. En el quite por gaoneras, Adame se pasó al oro por la barriga y luego, con el trapo rojo, dio una cátedra de poder y decisión, atornillando las zapatillas y sentándose en los riñones mientras toreaba por ambos perfiles.

Cargando el peso en la pierna que torea, Joselito pegó naturales grandes, sin dudar ni un instante, pese a que le toro se cernía por ese pitón. Los derechazos y desdenes fueron aun mejores.

Las luquecinas finales en tablas arrancaron la ovación. Mató aguantando pero la espada cayó muy baja y trasera y luego acertó con un gran descabello, sin embargo, hay un sector del público que no le agradece nada. Todo quedó en una salida al tercio con división, aunque la faena había sido de, por lo menos, vuelta al ruedo.

En el que cerró plaza, Andrés Roca Rey lució con el capotillo toreando muy bien a la verónica y quitando por gaoneras. Luego el toro se apagó y jamás embistió completo. Los villamelones comenzaron a arrojar cojines al ruedo cuando el peruano se preparaba para entrar a matar. Ahí Andrés se desesperó con justa razón y procedió a insultar de gesto y palabra a los trogloditas. Total, que la plaza mas grande del mundo sigue sin ver al Roca Rey que tanto ha triunfado en todos los demás cosos de este país y del resto del mundo taurino.

No dejaremos de señalar que hubo grandes pares de banderillas. Rafael Viotti se desmonteró en el segundo, Gustavo Campos salió al tercio en el sexto bis, y Ángel González (quien tiene nombre de poeta) fue ovacionado con fuerza y sacado al tercio en el séptimo.

El balance de las dos corridas de aniversario fue bastante pobre: vimos dieciocho toros y sólo dos valieron la pena, el que regaló Sergio Flores y el segundo de Joselito Adame. Después de aguantar casi ocho horas de toros (¿?) San Aficionado Mártir merece una medalla al mérito y otra al valor.

Lunes 5 de febrero del 2018. Décimo cuarta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Septuagésimo segundo aniversario de la inauguración del coso. Toros: Nueve de Jaral de Peñas (hubo un sexto bis al despitorrarse el titular en el caballo). El encierro fue desigual en presencia y juego. Sólo el séptimo tuvo algo de bravura. El primero y el sexto bis fueron fuertemente pitados y el quinto fue abroncado en el arrastre. Tanto el segundo como el séptimo fueron aplaudidos al llevárselos las mulillas.

Toreros: Jerónimo, al que abrió plaza lo mató de gran estocada: al tercio. Al quinto lo despachó de un pinchazo en lo alto y otra excelente estocada: silencio.

Sebastián Castella, a su primero le asestó una entera caída y a medio lomo: oreja. Al sexto bis le pinchó dos veces y luego acertó con un julipié discreto: silencio.

Joselito Adame, al tercero lo pasaportó de un bajonazo: pitos. Al séptimo le propinó una entera defectuosa aguantando y un muy buen golpe de corta: al tercio con división.

Andrés Roca Rey, al cuarto lo mató de estocada entera: palmas. Al que cerró plaza lo pasaportó de dos pinchazos y casi entera caída y trasera: silencio.

Entrada: aproximadamente 22.000 personas.

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