Foto: Tadeo Alcina

Gastón Ramírez Cuevas.- Tal y como lo demostró en la quinta corrida del serial, Antonio Ferrera está llamado a ser el nuevo ídolo español de la afición mexicana. ¿Por qué? Porque el toro mexicano que sale habitualmente por los toriles de las grandes plazas le permite lucir una barbaridad. Es sorprendente constatar que el coleta extremeño entiende a la perfección las nobles embestidas de los cornúpetas nacionales, y donde otros coletas sólo ven dificultades y recurren al toreo de lejanías, él se complace haciéndole fiestas al toro y se entretiene en cortar las orejas de dos en dos.

El primero de la tarde fue un toro débil pero muy noble, algo manso y débil. Ferrera lució con el capote, especialmente en un par de verónicas, una media belmontina y un quite (realmente sacando al toro del caballo) por orticinas.

Ya con la muleta, Antonio anduvo elegante, valiente y templado. Los naturales y los derechazos sin el ayudado resultaron excelentes. Pese a que al toro le costaba mucho repetir, el coleta español emocionó al cónclave completando todos los muletazos y adornándose con molinetes y trincherazos. Desgraciadamente el toro se le pasó de faena y todo quedó en una salida al tercio.

Lo mejor de la tarde vendría en el cuarto, un toro que acabó entregándose y embistiendo con alegría. Ferrera recibió al toro con un lance barroco al estilo del gran Pana, haciendo florituras con el percal. Después de una gran vara aguantando y deteniendo, que le valió salir al tercio al picador Alfredo Ruiz, vino la faena grande.

A base de quietud y mando, Ferrera se hizo del toro. Hubo derechazos larguísimos con el compás abierto; dos asombrosos pases de pecho sin enmendar; naturales de frente llevando al toro cosido al engaño, y adornos pintureros, reminiscentes del toreo pepeluisista, que pusieron al público de pie. Es una maravilla poder ver a un diestro que torea con tanto gusto, oficio, sitio y sabor.

A la hora buena, Ferrera se tiró a matar con fe y cobró una entera en buen sitio, y todavía le pegó un ramillete de naturales estupendos al toro con el estoque adentro. El de Villa Carmela sacó la casta y se tragó la muerte durante un par de minutos, siendo ovacionado. El juez remoloneó pero acabó acatando la petición unánime y concediéndole a Ferrera dos merecidos trofeos. Para más inri, la autoridad pareció no percatarse de la calidad del toro y ni arrastre lento le dio.

Vayamos ahora a lo hecho por Arturo Saldívar. En el segundo de la tarde, un animal feo, chico y débil que se llamó “Animoso” pero que no demostró entusiasmo alguno, el coleta hidrocálido lució en el quite por saltilleras y gaoneras, y en un par de tandas de muletazos con la zocata. Eso fue todo. Es imposible lucir cuando al toro le faltan fuerzas, clase y bravura.

En el quinto Saldívar volvió a lucir en el quite, esta vez regalándonos chicuelinas antiguas y tafalleras. Luego vino el desagradable accidente en banderillas, donde descordaron al toro y hubo que apuntillarlo en el redondel. La mala suerte de Arturo persistió en el de regalo, un toro que no sirvió para nada por su falta absoluta de casta. Como decimos siempre: ¡otra vez será!

Diego Silveti se enfrentó primero a un cuadrúpedo con muchos pitones pero nada de trapío. Pese a la firmeza y la voluntad del nieto de Juanito Silveti “El Tigrillo”, el incierto morlaco no paró de tirar derrotes y todo quedó en destellos de buen toreo con la muleta.

Otro gallo le cantaría al hijo del Rey David en el sexto. Ese toro resultó ser el más bravo y noble del encierro, pero Diego no le encontró la cuadratura al círculo. Vimos un buen quite por gaoneras y algunos muletazos sueltos de buen trazo, pero el torero guanajuatense no pudo completar ni los naturales ni los derechazos, ya que sólo le daba dos tiempos a cada pase y llevaba la muñeca más tiesa que un bacalao navideño.

Así las cosas, Silveti recurrió al arrimón deseperado y resultó feamente cogido en una joselillina. La paliza fue tremenda y el toro lo caló en la pantorrilla izquierda, algo que a todos nos pasó inadvertido. Diego, que tiene un valor innegable, se sobrepuso al percance y logró los mejores momentos del trasteo pegado a tablas, pero ya era demasiado tarde. Al doblar el toro, unos le aplaudieron a Silveti, otros le pitaron y todos ovacionaron al astado.

En conclusión y si no ocurre nada realmente portentoso en las dos corridas del aniversario de la gran plaza, Antonio Ferrera es el triunfador indiscutible de la temporada. Ahí quedan para los anales dos faenas soberbias de un torero en plena madurez que tiene la onza de oro y la cambia con enorme entusiasmo cada tarde.

Domingo 27 de enero del 2019. Decimotercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: seis de Villa Carmela, desiguales en presentación y juego. El cuarto fue ovacionado en el arrastre. El quinto se inutilizó en el segundo tercio y fue apuntillado en el ruedo. El sexto fue bravo y noble. Uno de Xajay, el séptimo, regalado por Arturo Saldívar en sustitución del segundo de su lote. Este animal no tuvo fuerza ni clase ni bravura.

Toreros: Antonio Ferrera, a su primero lo mató de tres pinchazos y dos golpes de descabello: al tercio tras aviso. Al cuarto lo despachó de buena entera: dos orejas tras aviso.

Arturo Saldívar, al segundo lo pasaportó mediante un pinchazo que bastó: silencio.
Debido a que su segundo fue descordado con el primer par de banderillas, regaló un séptimo al que le atizó dos pinchazos y un bajonazo artero: silencio.

Diego Silveti: al tercero se lo quitó de enfrente con dos pinchazos y media estocada: silencio. Al sexto, mismo que le propinó una cornada en la pantorrilla izquierda, le asestó un pinchazo y una entera aguantando: división de opiniones tras aviso.

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