Morante_México2016

Morante, en triunfo (Foto: Genaro Berumen)

Gastón Ramírez Cuevas.– Domingo 17 de enero del 2016. Décimo cuarta corrida de la temporada de la Plaza de toros México.

Toros: Seis de Teófilo Gómez, mansos en conjunto y de desigual presencia. El cuarto mereció el arrastre lento por noble y aguantador.
Toreros: Morante de la Puebla, a su primero le mató de una casi entera muy baja: al tercio. Al cuarto le despachó de una casi entera en buen sitio: dos orejas y arrastre lento al toro.
Octavio García “El Payo”, al segundo de la tarde le pegó un pinchazo en lo alto y tres descabellos: silencio. Al quinto le propinó casi media en lo alto que bastó: al tercio.
Fermín Espinosa “Armillita IV”, al tercero le atizó un bajonazo artero: silencio. Al que cerró plaza se lo quitó de enfrente con tres metisacas lamentables y una media: fuertes pitos.
Entrada: casi unos once mil aficionados.

A veces Dios se acuerda de los sufridos aficionados de La México y hace milagros. Por lo tanto, hizo que Morante sorteara un toro con recorrido y nobleza. El Todopoderoso también nos regala de vez en cuando a un torero muy grande y de vena, mismo que se apellida Morante.

El coleta sevillano dejó claras sus intenciones en el que abrió plaza. El de Teófilo era bonito pero no tenía fuerza ni transmitía gran cosa. Pese a lo anterior, Morante inició su faena de muleta con un cambio de manos y un firmazo que ya valían el boleto. Sin enmendar y gustándose en todo momento, el sevillano le pegó al teofilito enormes derechazos y naturales en un palmo, pasándose al toro en la faja. Pero ahí había poca tela de dónde cortar. Se le fue la mano a la hora de matar y todo quedó en una buena salida al tercio.

Cuando salió el cuarto la gente cruzaba los dedos, pues el bicho parecía tener alegría y nobleza. Morante lo bregó con un temple total y lo dejó pasar con un piquetito. Sin decir ni ¡agua va! El coleta andaluz quitó por chicuelinas que hubieran hecho palidecer al mismo Manzanares padre. Cada una duró como dos horas.
Gustavo Campos lució en dos pares de banderillas sensacionales y ya el respetable barruntaba algo grandioso, pues el cornúpeta quería que le hicieran fiestas. El consentido de todas las plazas brindó a todo el cónclave y se dobló rodilla en tierra como los grandes.

A riesgo de verme muy cursi, debo decirle a usted, querido lector, que Morante toreó de manera sublime. Es un portento ver tanto temple y tanto poder (cosas que no se dan la una sin la otra). Si además el torero completa todos los muletazos, no pierde el paso y carga la suerte, estamos en presencia de algo colosal.

Hubo una tanda de naturales –cerca de ocho- que pusieron a todo el mundo de pie, ya que fueron perfectos. Más eso no fue todo, los derechazos, los adornos y los remates tuvieron una clase soberbia. Ahí quedan los pases del desdén, los de pecho y mil cosas más. No recuerdo una faena de Morante tan completa y tan grande, salvo quizá aquella vez que abrió la Puerta del Príncipe en La Maestranza, en el ya lejano 1999. Mató con todo el oficio necesario y todos (¡todos!) los parroquianos exigieron las dos orejas y le gritaron “Torero, torero!” al extraordinario y entregado Morante mientras, feliz, daba la vuelta al ruedo.

Aquí podía acabarse la crónica, pero hay que ser justos y decir que El Payo estuvo muy bien aunque le tocaron dos toros infumables. Su primero fue un inválido con el que poco podía hacer. Me sorprendió el sitio que ha adquirido el coleta queretano, así como sus ganas de triunfar. Octavio templó y expuso hasta lo indecible, pero el teofilito estaba muy lastimado y de nada le sirvió su casta.

Ya en el quinto, Octavio tenía que sobreponerse a lo hecho por Morante, y eso es una tarea titánica. El toro feo y débil no ayudó en lo más mínimo y pese al arrimón en tablas la cosa no pasó a mayores. Recordaremos sus grandes lances: las gaoneras, saltilleras y verónicas fueron un compendio de torería.

Con mucha pena y vergüenza tengo que relatar lo hecho por el nieto de Fermín El Grande. Ese muchachito no se queda quieto ni disecado, ni se arrima aunque lo empujen. Cosa rara, sorteó a los rumiantes con menor trapío del encierro y aun sin verse apremiado, bailó de lo lindo en sus dos toros. Para que se me entienda, transmito un grito del tendido de Sol: “¡Más cerca! ¿O qué pasa, niña?”

Pero nada podía empañar la gran alegría del aficionado. Todos salimos toreando de la plaza. Morante es un genio, y hoy le calló la boca a todos sus detractores. No se puede torear mejor, ni con más majestad ni con más verdad, punto.

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