La nocurna del viernes en Málaga trajo la ingrata noticia del percande grave de Iván Fandiño. La corrida fue una encerrona con nocturnidad y alevosía. Toros enormes, mansos y broncos de los Recitales. Los sevillanos Salvador Cortés y Esaú Fernández dieron una vuelta al ruedo por la voluntad demostrada.

Plaza de Málaga, 10ª de Feria. Corrida nocturna. Un tercio de plaza. Cinco toros de Los Recitales y uno, primero, de Luis Algarra, bien presentados, todos mansos y complicados con especial mención para el quinto, un marrajo.
Salvador Cortés, obispo y oro, estocada tendida (vuelta al ruedo). En el cuarto, pinchazo y media tendida (silencio). Mató al quinto por herida de Fandiño de dos pinchazos y media estocada.
Iván Fandiño, lila y oro, dos pinchazos y estocada atravesada (silencio). En el quinto, cogido (saludos de la cuadrilla). Parte. Herida inciso contusa cara anterior de la pierna derecha desde la región del maleolo interno a tercio medio de pierna en una extensión de 25 cm con trayectoria hacia arriba y adentro de 15 cm, afectando piel, tejido celular subcutáneo y aponeurosis seccionando la vena safena y contusionando la tibial posterior con afección muscular de tibial posterior disecando en su parte superior hasta el músculo gemelo interno. Se comprueba pulso a nivel de maleolo interno de arteria tibial posterior y pedio que son normales. Contusión cara interna rodilla izquierda. Exploración de ligamentos cruzados y lateral interno normales. Pronóstico grave.
Esaú Fernández, blanco y oro, estocada tendida trasera (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (vuelta al ruedo).

Carlos Crivell.- Málaga

Foto: Hugo Cortés

La nocturna fue un suplicio. Se ha dicho hasta la saciedad que es un tipo de festejos impropio de una feria seria. Este espectáculo de la noche del viernes lo confirmó. Poco público y la noche como acompañante ingrato para la lidia. Caminaba el festejo por los cauces de la rutina de unos toreros voluntariosos frente a toros mansos y broncos, cuando en el quinto surgió el grave percance de Iván Fandiño, que se llevó un cornalón por ser un torero honesto.

El quinto era un tío de Madrid. Será preciso recordar que poco antes, y en estos días pasados, las figuras han matado raspas ridículas, y que en la noche, con toda la alevosía del mundo, se les preparó a una terna modesta una encerrona con toros inmensos de presencia. La autoridad ha permitido la lidia de toros chicos y en la noche, con poca gente, luz artificial y un ambiente poco taurino, soltaron el toro íntegro. El problema no es que salga un toro íntegro, lo malo es lo que han permitido lidiar a los que tienen más fama y poder. Ese quinto fue un marrajo al que Fandiño le planteó faena como si fuera una perita en dulce. Doblones perfectos para abrir su labor, dos tandas con la derecha dejándose llegar los pitones al muslo. El toro metía la cara alta con mala saña. Se pasó la muleta a la izquierda y, cuando trataba de cerrar una tanda, el toro le echó mano y lo zarandeó de forma impresionante por la pierna derecha. Conmoción en la plaza y el torero a la enfermería con un reguero de sangre por el ruedo. Sangre de torero macho que no volvió la cara a un toro manso y de mala clase. Eso es jugarse la vida, por ello cuando la banda, en un alarde más de desconocimiento taurino, quiso tocar el pasodoble, Fandiño la mandó callar porque sabía que se la iba a jugar. Y se la jugó como nadie lo ha hecho en esta Feria.

Todo lo demás es la historia de un festejo lamentable. Todos los toros fueron mansos integrales, como si la noche cambiara su sangre supuestamente brava por veneno manso y de la peor leche del mundo. Manso el de Algarra, al menos noble, y también los de Los Recitales, de infausto recuerdo ya en La Malagueta.

Salvador Cortés le robó pases como bien pudo al de Algarra en una persecución por todos los rincones de la plaza. Se mostró generoso con el huidizo animal de Algarra, un tío que no quisieron las figuras ni de sobrero. El cuarto fue manso y peligroso. Cortés estuvo habilidoso para quitárselo de encima sin que su integridad sufriera.

Esaú Fernández bregó con otras dos prendas complicadas. Fue brusco el tercero e imposible el sexto. Le echó voluntad en las largas de saludo, los lances y remates de rodillas. Toreó con habilidad al tercero y aún más al sexto, que lo buscó para que se fuera al hule con Fandiño. Con tan poco bagaje salió de la plaza por su pie con el reconocimiento popular en una vuelta para que siga aprendiendo bien el oficio. Menuda papeleta para un chaval con veinte años y cuatro corridas de toros a sus espaldas.

Fandiño no pudo darle ni un pase al segundo, que no encontró ninguna puerta abierta para irse a la dehesa. Como es un torero macho, era su presentación en La Malagueta y busca la gloria, quiso torear al quinto como si fuera un becerro de los que han matado las figuras, con el consentimiento de la autoridad, y lo pagó con su sangre. Gloria a los toreros de cuerpo entero.

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