Euforia triunfalista con dulces toros de Sorando. Ponce cortó dos orejas muy benévolas por una faena corriente y sin profundidad. Conde, una labor con buen toreo y su teatro de siempre. Vega, hundido.

Sorando / Enrique Ponce, Javier Conde y Salvador Vega

Ganadería: seis toros de Román Sorando, justos de presencia, muy nobles, descastados y sin fuerzas. Una corrida aborregada de comportamiento que no se picó y que acabó apagada, aunque con una nobleza excepcional. El quinto, bravo y encastado.

Enrique Ponce: pinchazo y estocada caída (saludos) y estocada trasera y tendida (dos orejas).
Javier Conde: pinchazo y estocada atravesada (una oreja tras aviso) y dos pinchazos, estocada atravesada y descabello (saludos tras aviso).
Salvador Vega: dos pinchazos, media tendida y descabello (saludos) y pinchazo, media tendida y muy baja y dos descabellos.

Plaza de Málaga, 23 de agosto de 2008. Lleno. Enrique Ponce salió a hombros por la Puerta Grande.

Carlos Crivell.- Málaga

Se desató la euforia en los tendidos de La Malagueta en la última corrida ordinaria de la Feria. La euforia llegó por motivos diversos. Los antecedentes eran tan malos que bastaba un festejo medio normal para que la plaza exteriorizara su satisfacción. La euforia vino propiciada por la lidia de una corrida dulce y aborregada de Sorando, demasiado empalagosa, pero que permitió a la terna estar a sus anchas porque eran verdaderos bombones. Y la euforia tambén llegó, todo hay que decirlo, porque la terna ofreció, en algunos momentos, motivos sobrados para dicha euforia. Fue una más que aceptable tarde de toros, aunque con algunos reparos.

La bondadosa corrida de Sorando se cuidó hasta el punto de que el tercio de varas fue inexistente en algunos casos. Con este dato, se podría cuestionar si lo que sucedió después puede tener un valor verdadero, pero es justo admitir que tanta bondad propició algunos mometos de gran belleza en una corrida de muy larga duración. De todos, el mejor fue el quinto, al menos fue el más toro.

Enrique Ponce estuvo por debajo de las posibilidades del que abrió plaza, tan bondadoso como soso. Ponce dio pases sobre el pitón derecho rematando por arriba, desplazando al toro y metiendo pico. La ligazón no estuvo presente y sólo la natural estética del valenciano salvó algo los muebles con este toro que abrió la corrida.

Ponce es muy querido en Málaga. Ese cariño es mutuamente correspondido. Así se puede explicar que al cuarto le cortara las dos orejas por una faena simplemente correcta. El toro era otra perita en dulce, pero tan justo de raza que tendía a meterse en las tablas. Ponce no sacó al toro y realizó una faena con intermitencias, rematando mucho por arriba y con algunas fases de toreo más ligado siempre por la derecha, aunque casi todos surgieron de uno en uno y perdiendo terreno entre pases. La faena, como corresponde a Ponce fue larga, con notables lagunas y fases de toreo más intenso, sobre todo cuando citó nuy en corto para llevar al toro. Esa faena fue recibida con clamor y bastó un espadazo trasero para que le dieran dos orejas cariñosas que no tenían correspondencia con lo realizado.

La puesta en escena de Javier Conde con su particular tauromaquia funcionó a la perfección ayer en Málaga. Su labor ante el nobilísimo segundo fue de las mejores que le recuerdo al malagueño, especialmente en la primera parte, cuando ligó dos tandas de derechazos cumbres de ejecución y remate. El problema es que luego puso en pláctica sus gestos extemporáneos y la faena perdió calidad torera para convertirse en puro teatro. Es una lástima, porque la base había sido de calidad suprema. Esos derechazos con el torero roto y embraguetado se quedan entre los buenos recuerdos de la Feria. Lo demás, florituras.

El quinto tenía más casta, por tanto, más problemas. Le costó un mundo centrarse, afloraron las dudas y rectificaciones de terreno. No se explica bien por qué insistió tanto sobre la diestra. En definitiva, el toro más encastado se fue sin torear. Las cosas de Conde.

Ver a Salvador Vega en una plaza de toros es motivo de enfado para el buen aficionado. Qué pena que un torero tan bueno se esté quedando en la mitad del camino. Este torero, dotado de formas para ser mucho más entre la torería andante, no acaba de dar el paso adelante. Lo que pasó con el tercero es una muestra perfecta de por qué sigue donde está. El toro, débil y noble, permitía el toreo con grandeza. Algo atisbó Vega con el capote, pero con la muleta se armó un lío. Se puso a citar a pies juntos con la izquerda a mitad de faena, cuando aún no tenía al toro dominado, porque esos pases no permiten la ligazón, tal y cómo ocurrió. En fin, Vega logró algunas tandas mejores sobre la derecha, abusó de los circulares y tenía algún trofeo en sus manos, pero con la espada no es capaz de cruzar la frontera.

El sexto era muy pesado, era menos bombón. Vega se puso a citar fuera de cacho, a dar zapatillazos y los pases surgían premiosos, de uno en uno, incluso enganchados. De nuevo llegaba la frustración de ver tan buen proyecto torero perdido porque desgraciadamente parece que su motor no da para mucho más. Y otra vez se tiró a matar para dar una imagen lamentable.

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