Decepcionante corrida de Peñajara con un balance mínimo para la terna en la tercera de Málaga. Se salvó David Mora y sus compañeros casi desapercibidos. Fue una corrida en al que todos acabaron para ir al psiquiatra.

Peñajara / Sergio Aguilar, David Mora y Arturo Saldívar

Plaza de toros de Málaga, 3ª de Feria. Media plaza. Seis toros de Peñajara, bien presentados excepto el segundo, de pobre juego. Exhibieron pocas fuerzas y casta, al tiempo que plantearon problemas en la lidia.
Sergio Aguilar, azul pavo y oro, estocada caída y cuatro descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, media atravesada (silencio tras aviso).
David Mora, celeste y oro, pinchazo y estocada caída (saludos). En el quinto, tres pinchazos y cuatro descabellos (silencio tras aviso).
Arturo Saldívar, blanco y oro, cuatro pinchazos y estocada caída (silencio tras aviso). En el sexto, media tendida y atravesada y descabello (silencio).

Carlos Crivell.- Málaga

El cartel prometía mucho y la realidad fue diferente. La corrida, de una duración razonable, pesó en algunos momentos al tendido. La culpa fue de los toros, como casi siempre, aunque a veces no sea cierto. La Fiesta plantea incógnitas indescifrables. La corrida de Peñajara dejó mucho que desear, las fuerzas escasearon y la casta se quedó en el campo, pero queda la duda sobre si los toreros les sacaron todo el partido posible.

Lo mejor de la tarde fue la competencia en quites. Salvo buenas verónicas, tan escasas en los ruedos, hubo chicuelinas y gaoneras con generosidad. El duelo tuvo como protagonistas a David Mora y al mexicano Saldívar. Ambos se dejaron rozar el terno torero en los citados lances, más emotivas las chicuelinas de Saldívar y las gaoneras de Mora. Aguilar fue un espectador pasivo.

David Mora lo puso todo sobre ruedo para triunfar. Su toreo de salida con el capote a la verónica fue airoso y lleno de prestancia. De sus dos faenas, mejor la del segundo, que al menos repitió para que el madrileño pudiera engarzar tres tandas con al derecha con pases limpios y templados que remató de pecho de forma vibrante. Cuando se echó la muleta a la izquierda era tarde, ya el toro había dejado lo mejor de su condición y la faena quedó incompleta. Los ayudados finales apoyaron un posible premio que se esfumó con la espada.

El quinto no le dejó lucirse. El toraco embestía desganado y sin gracia. David Mora volvió a ponerle la muleta entre los hocicos, intentó conducir a un animal que, como todos sus hermanos, daba cabezazos sin fijeza. Así las cosas, Mora, probablemente aburrido, se dedicó a dar infames pinchazos en clara muestra de abatimiento.

El más aburrido de la terna fue Sergio Aguilar. Está considerado un buen torero, tiene partidarios incondicionales, pero su talante ante toro es el de un espada deprimido, que parece que necesita un calambre para que surja la chispa. Es cierto que tropezó con dos toros nulos de condición, el primero muy mirón y sin clase, el cuarto, siempre descompuesto. Aún así, el paso de Aguilar por La Malagueta fue el de un matador ausente, frío, como si no estuviera vestido de torero en una plaza de primera. Lo más destacado fue su manera de recibir al primero, en una portagayola en el centro del ruedo, que al menos fue el momento en el que parecía que Aguilar estaba pisaba el albero. A partir de ahí la depresión.

Aguilar fue, además, un torero de manos blandas. Hasta tres veces fue desarmado. Sólo cabe reconocer que asienta las zapatillas para torear, pero es evidente que ese detalle no es suficiente. En el fondo, por lo que se esperaba de este torero tan admirado, su paso por Málaga ha sido una enorme decepción.

México está moda en asuntos taurinos. En esta feria malagueña se anuncian varios toreros aztecas que están brillando en la campaña española. Arturo Saldívar llegó con el eco positivo de su paso por Madrid y su beuna tarde en Valencia en la reaparición de José Tomás. En el tercero sólo pudo dejar claro que es un valiente.

Su labor con un toro que tiraba gañafones al viento fue valiente y responsable. El mexicano se lució en los quites de los toros de sus compañeros, ya se sabe que es mejor quitar al toro ajeno que al propio, pero al menos se lució en las chicuelinas ceñidas al quinto. Ese tercer toro sólo le dejó arrimarse al final en un parón cerca de los pitones como detalle para mostrar sus ganas. El lunar de esta labor, como la de sus compañeros, fue el deficiente uso de la espada.

El sexto podía haber sido devuelto a los corrales debido a su manifiesta endeblez de cuartos traseros. Se sumaron la falta de fuerzas y la de clase del animal, vaya la corridita de Peñajara, de forma que ahora y ni el reconocido valor de Saldívar fue suficiente para poder salvar este último acto de una corrida que fue de psiquiatra. Deprimido Aguilar, defraudado Mora, ofuscado Saldívar y loco el público por el resultado de un festejo en el que había puesto todas sus ilusiones y que fue un sonoro petardo. El toro sexto, malo, se cayó sin pedirle permiso a nadie y el mexicano abrevió para dar otro mitin con la espada. Al final, todos al psiquiatra.

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