Un toro encastado de Jandilla lidiado en cuarto lugar por Padilla fue lo mejor del variopinto festejo de Málaga, con reses de tres ganaderías y sin sorteo de forma antirreglamentaria, aunque con permiso de la Junta. Padilla le cortós orejas bullangueras. Lo mismo que las de El Juli con dos de Garcigrande. Talavante, buenos naturales y en blanco.

Plaza de Málaga, 4ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Dos toros de Jandilla, 1º y 4º; dos de Garcigrande, 2º y 5º; dos de Zalduendo, 3º y 6º. Bien presentados los de Jandilla, bueno por encastado el 4º; desiguales los de Garcigrande, soso el 3º y noble y soso el 5º; chico y descastado el 3º de Zalduendo. Padilla salió a hombros.
Juan José Padilla, celeste y oro, estocada tendida (saludos). En el cuarto, buena estocada (dos orejas).
El Juli, grana y oro, estocada trasera (una oreja). En el quinto, pinchazo, estocada perpendicular y descabello (una oreja).
Alejandro Talavante, nazareno y oro, estocada que asoma y estocada atravesada (palmas). El sexto, pinchazo y estocada (saludos).

Carlos Crivell.- Málaga

Todo resultó muy variado, como no podía ser menos de una corrida tan variopinta. Los toreros se trajeron sus toros y no hubo sorteo. La culpa no la tiene ni la empresa ni los mismos espadas, que siempre buscan su beneficio, sino la autoridad – en este caso la Junta de Andalucía – que autorizó que cada torero lidiara los toros escogidos sin el preceptivo sorteo que impone el Reglamento, que quedó pulverizado por una nota de la propia Junta que autorizó la treta. Hasta hubo que improvisar un cartel nuevo para explicarlo. Alg inadito y que debería tener consecuencias, pero ni la misma Unión de Abonados de Málaga parece dispuesta a denunciarlo.

Resultó variado porque hubo un poquito de todo. Salió un toro encastado, lo que en los tiempos que corren es casi un milagro. Fue el cuarto, de Jandilla, lidiado por Padilla y al que le cortó dos orejas alegres. Se exhibió El Juli, un torero de una habilidad extrema y con unos recursos que le permiten sacarle partido a reses de variado pelaje. Talavente dejó algún detalle suelto.

A Padilla le dieron dos orejas por una faena de mucha polvareda al buen Jandilla. Larga cambiada, lances movidos, tres buenos pares de banderillas y una faena alegre y de vértigo que caló con facilidad en el tendido. El toro de Jandilla tuvo casta; por tanto, tenía problemas. Es difícil que un banderillero se luzca cuando un matador pone banderillas. Lo hizo Daniel Duarte con unos capotazos que le mostraron el camino a seguir. Fue un toro vibrante, tanto como la faena del jerezano. Desde los rodillazos del comienzo hasta el final con circulares, la faena fue seguida con pasión. Torear de verdad, lo que se dice torear, no es que lo hiciera el animoso espada. Casi todos los muletazos fueron diestros; por la izquierda el de Jandilla apretó más. La mayoría de los pases surgieron movidos con el eco acompañante del respetable que lo celebró todo con algarabía. La estocada fue perfecta, lo mejor de su actuación. Con una oreja hubiera bastado. El presidente sacó el segundo pañuelo en una clara demostración de que esto no tiene arreglo.

El Juli le cortó una oreja a una mole de más de seiscientos kilos de Garcigrande. El toro era noble y soso. El Juli, con una habilidad sorprendente, fue enjaretando pases meritorios. Sacó el máximo partido de un toro simple que no le hubiera valido a casi nadie. O no hubiera valido en un coso de mayores exigencias. Mató como suele, es decir con un salto, trasero y caído. Suficiente para cortar una oreja muy justita.

Y culminó su tarde con otro Garcigrande aborregado, de escasas fuerzas, con el que jugueteó como Pedro por su casa. El torero le dio pases de todo tipo, algunos buenos, muchos desplazando al toro, para acabar con un arrimón soberano cuando el animal ya pedía el puntillazo. Los molinetes despertaron olés gloriosos, como si delante tuviera un toro de respeto. Si esta es la fiesta que queremos, nada tengo que oponer. La importancia del toreo la pone el toro. Si no hay toro, todo queda minimizado. El de Garcigrande no dio la talla en ninguna de las expresiones del toro de lidia. La oreja, después de matar mal, no fue propia de una plaza de primera.

Los toros que se trajo en el esportón Talavante eran de Zalduendo. El tercero era una birria, ya por presencia, ya por comportamiento. Talavante instrumentó dos tandas decorosas antes de que el animalito se rajara y se parara.

El sexto tuvo nobleza y calidad, aunque duró un suspiro. Nos permitió ver a un buen Talavante, más relajado, sin esos toques violentos de esta última etapa, sobre todo en la primera parte sobre la izquierda. Los naturales surgieron templados y de trazo perfecto. Por la derecha volvió al tornillazo del remate que afea su toreo. La nobleza del toro tenía fecha de caducidad y se fue rajando. En vista de lo cual se puso a dar bernadinas. Una primera parte de trasteo bueno para un final rutinario.

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