Mucho ruido y pocas nueces en la 5ª de la Feria de Málaga.Toros insípidos de La Quinta y una oreja para Manzanares que el público quiso sin motivo que fueran dos. El Juli y el rejoneador Manzanares, nada de nada.

La Quinta y Bohórquez / Manuel Manzanares, El Juli y José María Manzanares

Plaza de Málaga, 5ª de Feria. Casi lleno. Cuatro toros de La Quinta, mal presentados incluso para su encaste, de juego desigual; dos de Bohórquez para rejones, mejor el primero y más parado el cuarto. Saludaron en banderillas Curro Javier, Juan José Trujillo y Luis Blázquez.
Manuel Manzanares, dos rejones de muerte (saludos). En el cuarto, tres rejones de muerte y once descabellos (silencio tras aviso).
El Juli, grana y oro, estocada trasera y caída (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada trasera (silencio).
José María Manzanares, turquesa y oro, estocada tendida y atravesada (una oreja). En el sexto, pinchazo y estocada caída (saludos).

Carlos Crivell.- Málaga

Se organizó una mixta con rejoneador, algo extraño que privó a la afición de contemplar un enfrentamiento de verdad entre los dos matadores más destacados del año: El Juli y Manzanares. Más que nunca, los dos toros de rejones fueron un añadido absurdo, en esta ocasión fue el número del caballito. Con todo el respeto que merece el torero a caballo, en los tiempos que corren se entiende una corrida de rejoneadores con tres caballeros, pero no un postizo en una corrida normal.

El señuelo eran los toros de La Quinta, a los que los toreros se enfrentan como si de un gesto se tratara cuando estos residuos del encaste santacolomeño ya no tienen ni la movilidad ni la chispa que tuvieron antaño. También es controvertido el tema de la presencia. Es conocido que este tipo de reses no son muy voluminosas, cierto, pero ello no puede justificar que se lidien astados impresentables. En La Malagueta se lidiaron ayer toros que no tenían el mínimo necesario para una plaza de primera, y no vale decir que Santa Coloma es así como excusa para salvar los muebles.

Y luego queda el juego de los cuatro animales que saltaron al ruedo de La Malagueta, que fueron sosos, descastados, justos de fuerzas y alguno incluso mansito como el primero. Por tanto, la corrida sólo se salvó por la enorme estética de Manzanares, el que lidia toros a pie, porque por parte de El Juli fue un trámite sin entrega y el rejoneador demostró sus carencias de joven inexperto.

Salvó la corrida José María Manzanares, que tropezó en primer lugar con un toro blando pero con más recorrido y cierta vibración en las embestidas. El de Alicante construyó una faena de ritmo creciente, más aliviado al comienzo por la derecha, donde su estética y maneras brilló por encima del ajuste, se lo pasó muy lejos, y del remate de los muletazos. Su labor fue a más en la segunda parte, cuando por el pitón izquierdo se embraguetó de verdad para entusiasmar al público. Entre estos muletazos de soberbio corte, para el recuerdo queda un cambio de manos con la izquierda que se convirtió en circular, que fue interminable y de un regusto que llenó la plaza de su aroma torero.

La polémica llegó después. Mató en la suerte de recibir y la espada cayó tendida y caída. El público, que tenía en sus retinas el cambio de mano, pidió dos orejas y el palco solo concedió, motivo por el que de nuevo se organizó el gran escándalo. La plaza malagueña quiere ser de primera y tiene sus razones, pero debe entender su afición que el premio de las dos orejas sólo puede llegar para premiar faenas completas rematadas de forma perfecta. El toreo de Manzanares fue bello por momentos, pero el presidente puso una nota de buen criterio en su decisión, aunque para ello tuviera que escuchar los habituales improperios de quienes deben entender que para ser plaza de primera hay que tener un nivel de exigencias más alto.

En el sexto se vivió un momento de gran torería. Es uno de los alicientes de la temporada ver torear a la cuadrilla de Manzanares cuando lidia Curro Javier. El de Sanlúcar la Mayor dibujó lances perfectos para ponerle en suerte el toro a un sensacional Juan José Trujillo. Es la perfección en cuadrillas. La plaza estalló de júbilo con el segundo par del malagueño, pero se olvidó de obligar a Javier a saludar con sus compañeros. Manzanares brindó a Trujillo y la plaza era un clamor.

Cuando se esperaba otra faena de clamor, el toro le puso las cosas difíciles. El de La Quinta echó al cara arriba y era pegajoso. Manzanares no estuvo cómodo aunque algunos pases sueltos llevaron el inconfundible sello de su calidad torera.

El Juli cumplió su compromiso sin estrecharse. Dos toros similares, sosos y descastados, ante los que lo intentó a medias sin lograrlo nunca. Tampoco fue su mejor tarde con la espada y queda a la espera de la próxima.

El rejoneador Manuel Manzanares brilló más con el primero en las carreras a dos pistas y las banderillas en corto cruzado al pitón contrario sobre Garibaldi. Fue una labor en la que demostró que su escuela es muy buena, quiere hacer las cosas bien, pero aún le falta mucho para llegar a cuajar como un buen caballero. Con el cuarto, más quedado, cambió la decoración y el joven alicantino regó la plaza de banderillas y falló reiteradamente con el rejón y el descabello. Tiempo al tiempo.

Foto: Hugo Cortés

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