Cuatro malos toros de Samuel Flores acabaron con toda posibilidad de lucimiento, sobre todo para Ponce que tropezó con dos mulos. Tejela pudo estar mejor con el sexto y Hermoso se llevó una oreja en tarde sin estridencias.

Samuel Flores y San Pelayo / Hermoso de Mendoza, Enrique Ponce y Matías Tejela.

Dos toros para rejones de San Pelayo y cuatro de Samuel Flores, tercero y quinto con el hierro de López Flores. Los de rejones, nobles y apagados, Mejor el cuarto. Los de Samuel, bien presentados. Mansos y descastados, segundo, tercero y quinto. Flojo y manejable, el sexto.

Hermoso de Mendoza: saludos y una oreja.
Enrique Ponce: media caída (saludos) y tres pinchazos y descabello (saludos tras aviso).
Matías Tejela: estocada que asoma y descabello (pitos) y estocada tendida y atravesada (saludos).

Plaza de Málaga, 8º de Feria. Lleno.

Carlos Crivell.- Málaga

La base de la corrida eran cuatro de Samuel Flores. Enrique Ponce es muy partidario de estos toros. Menudo fracaso ha conseguido la divisa en su paso por Málaga. De Samuel, por favor ninguna más.

El contraste del toreo a caballo para lidiar reses despuntadas y el toreo tradicional es muy fuerte. Más cuando los toros de Samuel Flores exhibieron cornamentas muy desarrolladas. No es buena mezcla la de el toreo a caballo con el toreo a pie.

No lo es ni siquiera cuando el caballero rejoneador es Hermoso de Mendoza, el genio del toreo a caballo moderno. Su tarde en La Malagueta no fue de las mejores, aunque la sobriedad de la monta, el clasicismo a la hora de clavar y su perfecta lidia volvieron a ser un referente en el arte del rejoneo.

Lidió dos toros de San Pelayo se noble condición, aunque apagados porque estaban muy atacados de kilos. Esa circunstancia pesó más en el primero, con el que estuvo muy sobrio en una buena labor sobre Chenel e Ícaro. Prescindió de los alardes y no se mostró muy afortunado al matarlo.

Mejoró con el cuarto. En esta ocasión salieron caballos nuevos como Espartano y Manzana, aunque lo mejor fue la forma de clavar banderillas sobre Silveti. En esta ocasión buscó algunos alardes espectaculares para provocar el entusiasmo popular y acertó con un rejón fulminante. Se llevó la oreja y el respeto de la plaza.

Decían algunos que Enrique Ponce está deseando indultar uno de Samuel. Será otro día u otro año. En esta ocasión ha matado dos verdaderos mulos, y dicho sea con todo el respeto a estos animales. Toda la mansedumbre del mundo se concentró en los torcos que tuvo la mala suerte de lidiar. Los dos fueron mansos de solemnidad, ya en el caballo, ya en la muleta, carecieron de fijeza y pusieron as cosas muy difíciles al maestro valenciano.

La historia de Ponce en esta tarde malagueña es la de un torero estrellado frente a dos reses imposibles. Y Ponce cumplió dentro de lo posible, sobre todo en el que lidió en primer lugar. A ese toro lo persiguió con ahínco por la plaza para robarle pases, casi todos por la derecha, meritorios porque el toro salía suelto buscando el alivio de las tablas. Fue una pelea contra los elementos. Mató de forma fulminante, no bien, y el muy generoso respetable pidió en minoría una oreja que no venía a cuento. Muy bien en este caso la presidenta. Ni había mayoría ni hubo faena de premio. Ponce, muy por encima de un toro (perdón por lo de toro) que era un morucho.

Pero todo es susceptible de empeorar. Y el quinto fue otro animal basto, cornalón, manso y con pocas reacciones de toro bravo. Se picó de mala manera y huyó de la muleta del valenciano como alma que lleva el diablo. Ahora fue casi imposible dar dos pases seguidos. La mole negra se llegó a echar tras un pinchazo como prueba de su inexistente bravura. Ponce tendrá que esperar –puede que mucho tiempo- para poder indultar uno de amigo Samuel, que tiene la ganadería para mandarla al matadero.

Matías Tejela tropezó con otra prenda en primer lugar. El toro reunió todos los defectos posibles que pueden concentrarse en un mal astado. Fue manso, flojo y desarrolló sentido, es decir quiso coger al torero. Eso fue lo que pareció desde el tendido. Tejela le tomó asco al toro. Sólo cabe objetarle que debió mostrarse más decidido, debió enseñar mejor los problemas del animal, no que en dos minutos se quitó al toro de encima. La mayoría de la plaza se lo recriminó.

El saludo de capote con el sexto fue brillante. Jugó bien los brazos en verónicas airosas con temple y elegancia. El toro tenía pocas fuerzas y al tercer pase ponía los pitones en el cielo. El torero madrileño trasteó sobre ambas manos con alguna elegancia, tiró con buen criterio del burel y así pudo hilvanar algunas tandas más logradas. El cenit fueron algunos naturales largos con el compás muy abierto para prolongar la embestida del Samuel. Al final, zapatillazos cuando ya el toro se paró. Entonces el nivel de gasolina del torero era mínimo. Debió estar mejor con este toro. Se llegó a pedir la oreja de forma minoritaria. Los pedigüeños deben saber que así no se pueden cortar orejas en La Malagueta.