Una faena de Perera en una mixta sin historia es el mejor resumen que se puede hacer de la 8ª de la Feria de Málaga. Fue la tarde de los pinchazos y de una mixta poco satisfactoria. 

Bohórquez y Gavira / Hermoso de Mendoza, Castella y Perera

Plaza de Málaga, 20 de agosto de 2010. 8ª de Feria. Lleno. Dos toros de Fermín Bohórquez, bueno el primero y manso el cuarto; cuatro de Gavira, correcto de presencia sin excesos; El tercero fue bueno. En general, justos de raza.

Hermoso de Mendoza, saludos y saludos.
Sebastián Castella, de tabaco y oro, seis pinchazos, media estocada atravesada y descabello (silencio tras aviso). En el quinto, media perpendicular y caída y ocho descabellos (silencio tras aviso).
Miguel Ángel Perera, de canela y oro, tres pinchazos y descabello (saludos tras aviso). En el sexto, metisaca con derrame (silencio).

Carlos Crivell.- Málaga

Al público parece que estas corridas mixtas le gustan, de ahí la buenísima entrada que se registró en el festejo que reunió al caballero de Estella con dos de las figuras del momento. La realidad es que son espectáculos extraños. De entrada, finalizado el paseíllo, el caballero se permite el lujo de dar una vuelta saludando al personal entre ovaciones, mientras los lidiadores a pie ensayan lances al aire entre la indiferencia general. No estoy insinuando que Castella y Perera debieran irse detrás del caballero corriendo para corresponder a las palmas, aunque todo se andará.

Luego, no es lo mismo torear un toro arreglado, de forma reglamentaria, que enfrentarse a reses en puntas (se supone). Y no es lo mismo torear a caballo que hacerlo a pie. El toreo a caballo es bellísimo, pero exige competencia entre caballeros sobre el ruedo. Lo de las mixtas no es un tipo de festejo a prodigar en exceso.

Hermoso de Mendoza, bien, pero sin matar a ninguno de sus toros de Bohórquez. El primero fue bueno, el cuarto, malo. En ambos estuvo torero, lidiador y señorial. Con el primero, como era mejor toro, se lució sobre Chenel e Ícaro, pero no remató la faena con el rejón de muerte. Con el cuarto, que era manso, estuvo muy por encima de sus condiciones, aunque no pudo exhibir a Silveti, caballo que es especialista en piruetas y carreras de costado, pero con un animal tan manso todo fue imposible. De nuevo se estrelló con el rejón de muerte, ahora de forma estrepitosa (seis agresiones) y le salvó el número del bocado que Pirata le da al toro casi en la hora de la muerte.

Castella no estuvo inspirado en su segunda tarde malagueña. En su descargo, los dos toros de Gavira que lidió, sobre todo el primero de su lote, muy descastado y mansurrón, que nunca humilló. Todo ello no puede servir de justificación para un torero con apariencia de estar ausente, Se colocó siempre fuera de cacho y no encontró los resortes del temple. Con la espada, como detalle de su estado de poca inspiración, un concierto de pinchazos impropios de un matador de tantos festejos al año.

El segundo de su lote fue mejor. Entró en un quite por chicuelinas y comenzó con estatuarios. Parecía que debía ser un toro de triunfo, iba y venía con nobleza pero con mínima clase. Castella rectificó siempre l posición entre pases, no se encontró a gusto y, aunque la música intentó animar algo inconsistente, su labor se hundió sin remisión. Y de nuevo, fracaso con la espada, ahora centrada en ocho descabellos realizados con desgana y a distancia. Dejemos las cosas en que una mala tarde la tiene cualquiera.

El extremeño Perera cuajó bien al primer Gavira que lidió. El toro obedeció bien a los toques y se templó mucho en la muleta bien engrasada de Perera. Comenzó con los pases por la espalda, pero lo mejor fueron las tandas por ambos pitones con buen pulso y largura. Fue un detalle llamativo en esta faena. Siempre intentó prolongar mucho los viajes del astado. El final, en cercanías, fue de estruendo, con unos circulares a milímetros de los pitones. Luego llegó el enésimo desastre de la tarde a la hora de la suerte suprema.

La bala del sexto era vital para la tarde. Perera planteó una faena con la derecha con buena técnica en tandas de pocos pases. El animal no iba solo, pedía un esfuerzo al torero. Un desarme inoportuno con la zurda le dio un pinchazo en los bajos a la tarde. Perera volvió a insistir pero ya al animal le costaba mucho repetir y se paró totalmente. Esa bala del toro resultó un fiasco. A Perera no se le pueden negar ni las ganas ni la disposición, pero la gente esta muy harta; ya se sabe que si no hay orejas, es como si no hubiera corrida.

Un rejoneador y dos figuras con el marcador a cero es muy duro para los que viven de las orejas, pero así fue la corrida. De los de Gavira, uno que fue toreado y no matado. El resto, una vulgaridad. La gente salió enfadada. Es normal.

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