Seis toros de Luis Algarra, el sexto lidiado como sobrero, de presentación desigual, descastados y flojos, con nobleza, pero de escaso juego.

Javier Conde: tres pinchazos (pitos) y tres pinchazos (silencio).
El Cid: estocada baja trasera (silencio) y pinchazo y estocada (saludos).
El Fandi: atravesada que asoma y descabello (saludos tras aviso) y estocada tendida y dos descabellos (saludos).

Plaza de Málaga, 3 de abril de 2010. Corrida picassiana. Casi lleno.

Carlos Crivell.- Málaga

La corrida era en honor a Picasso. Mal homenaje se le hizo en la plaza malagueña al genial pintor. El ganado de Algarra fue un canto a lo que no debe ser nunca el toro de lidia, algo que puede ser un adelanto de lo que nos espera durante la temporada. Ni la presentación puede basarse en los cuernos, ni el juego de las reses debe fundamentarse en la nobleza insulsa sin vitalidad.

La corrida de Algarra fue una escalera con algunos de pobreza máxima, como el anovillado cuarto, para acabar con toros de seiscientos kilos que se derrumbaban por el albero al menor esfuerzo o cuando el lidiador de turno le bajaba los engaños.

Con este género, tampoco la terna ha podido salvar la corrida. El público, variopinto y abundante, porque este festejo estaba incluido en el abono del fin de semana, esperó de forma baldía algún motivo para el aplauso. Sólo lo encontró en algunos momentos de la actuación de El Fandi. El público es muy receptivo al torero de efectos especiales. En realidad, cuando no hay otra cosa casi puede valer un torero que intenta agradar con sus mejores deseos, aunque carezca de calidad.

Lo mejor de la tarde, hablando de asuntos toreros, lo firmó El Cid con el capote en sus dos toros. Al segundo lo recogió con verónicas limpias de buen juego de brazos. El conjunto fue muy hermoso. Quitó Fandila por tafalleras y volvió el de Salteras a dibujar la verónica perfecta en dos lances y la media que gustaron a los buenos aficionados. También se lució con el capote en el quinto al recibirlo con buenos capotazos.

El Cid puso de su parte su mejor afán para sacar partidos de dos toros sin casta, escasas fuerzas y con el único atributo de cierta bondad al meter la cara. El esfuerzo fue evidente, aunque también se apreció que no está a gusto en la cara del toro, que cita fuera de acho y que la firmeza de antaño no es ahora su mejor virtud. Fue más redonda su labor con el segundo, algo más toro, que con el hundido quinto. A éste lo mató muy bien en la segunda entrada.

El Fandi puso su maquinaria en marcha con resultados variados. Al tercero lo recibió con una sucesión vertiginosa de largas, lances a la verónica, chicuelinas y recortes diversos. El de Granada no está fino con los palos. Mantiene su gran fortaleza física, pero colocó los rehiletes a toro pasado en lugares inadecuados, Este detalle de un Fandila poco brillante don los palos se repitió en el que cerró plaza.

No se puede hablar de faenas de muleta. El tercero metía la cara sin molestar ni entusiasmar a nadie, No cabe más falta de casta. Su labor fue movida y voluntariosa, aunque celebrada por la parroquia. La espada asomó por el lado, algo que no impidió que algunos pidieran la oreja.

El sexto se fue a los corrales por inválido. Salió una mole de 640 kilos que no tenía nada de toro. El Fandi puso sus banderillas y muleteó sin que nadie pueda recordar un solo pase de calidad. De voluntad, toda; de toreo bueno, nada.

Javier Conde salió vestido de forma extraña. Sus compañeros tampoco lucieron ternos bonitos. El malagueño no hizo nada en sus dos toros, en verdad muy flojos y sin casta, pero ni se puso ni lo intentó. Y con la espada, un mitin desastroso. Seguro que Picasso se ofendería por el homenaje recibido en La Malagueta.

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