Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 27 de octubre del 2013. Primera corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Ocho de Barralva (Talavante y Saldívar tuvieron la peregrina idea de regalar sendos bichos). Mansísimos, débiles y desiguales de presentación, un par de ellos muy anovillados y demasiado cómodos. La mayor parte del encierro fue pitada en el arrastre por los más de 15 mil espectadores que acudieron al embudo de Insurgentes.
Toreros: José Mauricio, al que abrió plaza lo mató de entera caída y un golpe de descabello: palmas. Al cuarto lo despachó de un pinchazo en lo alto y media estocada trasera: silencio tras aviso.
Alejandro Talavante, al primero de su lote lo pasaportó de un bajonazo: silencio. Al quinto lo mató de estocada tendida y trasera: saludó en el tercio. Regaló un séptimo al que despenó de pinchazo y entera trasera: palmas en los medios tras aviso.
Arturo Saldívar, al tercero le recetó una estocada casi entera un poco caída: oreja con petición de la segunda. Al sexto le mató de estocada entera: palmas en los medios. Regaló un octavo al que pinchó en repetidas ocasiones: silencio tras aviso.
Juan José Trujillo, que ahora forma parte de la cuadrilla de Talavante, fue cogido por el quinto de la tarde al poner el tercer par. El pundonoroso banderillero se llevó una cornada limpia en el muslo derecho.
En épocas no tan remotas los toros de Barralva daban un espectáculo digno, pues algunos de los toros criados por los señores Álvarez Bilbao hasta tenían trapío y eran fuertes y complicados. De esos lodos no queda ni una mota de polvo. Ocho toros del mismo hierro desfilaron por el ruedo de la plaza más grande del mundo y por su comportamiento a ninguno de ellos podría habérsele confundido con un animal bravo. Durante casi cuatro horas los tres toreros pusieron todo de su parte, arrimándose y porfiando. Pero excepto Saldívar que se pegó un arrimón no exento de clase y logró cortar una oreja, lo demás fue como querer bañar a un puerco: una lamentable pérdida de jabón y tiempo.
En el primer toro de la temporada, José Mauricio lanceó muy templado a la verónica por el pitón izquierdo y luego quitó por gaoneras ajustadísimas. Fue lo mejor de su labor porque con la muleta el toro (soso y sin clase) sólo le permitió algún pase suelto con la mano derecha.
En el cuarto, otro bicho que se desinfló a gran velocidad y que parecía estar bastante afeitado, el diestro capitalino logró gustarse toreando con desmayo, valor y clase. Incluso llegó a sacarse de la manga dos cambios por la espalda y una espeluznante arrucina, pero es imposible hacer guiso de liebre sin liebre.
Alejandro Talavante también pudo lucir con el capotillo en el segundo de la tarde. Pegó muy buenos lances de recibo a pies juntos y luego (quizá en un guiño al maestro Paco Camino, quien estuvo presente en el festejo) quitó por preciosas chicuelinas modernas. Ya con la muleta el toro no permitió mayor lucimiento por su debilidad y su descompuesta media embestida.
El quinto, un toro igual o peor que sus hermanos, le pegó una cornada a Juan José Trujillo, quien se fajó como los buenos en el tercer par de banderillas. Sirva esto para darle la razón a los que pregonan que hasta el más manso de los cornúpetas tiene su dosis de peligro. Talavante le sacó al toro lo que no tenía, toreando largo y templado al natural. Los cambios de mano por delante y un trincherazo emocionaron al cotarro. Pero la faena de cante grande era imposible con una res que lo único que quería era irse de la plaza. El extremeño regaló un séptimo toro con el que brilló en los doblones, los pases con la zocata y las dosantinas. Hubo ajuste y voluntad, pero el de Barralva colaboró muy poco.
Arturo Saldívar fue el triunfador del festejo. Al tercero lo recibió con ceñidas medias largas de rodillas y templados lances a la verónica. A base de arrimarse y de consentir al burel, Saldívar logró enormes muletazos en un palmo de terreno, pasándose al toro en la faja. El coleta hidrocálido tiró del repertorio y puso a la gente de pie. Me quedo con los derechazos rematados con el de pecho, un verdadero portento de torería. Mató con acierto y cortó una merecida oreja.
Ya con el sexto la cosa cambió, pues ni el arrimón ni la suavidad en cada pase lograron evitar que el morito se acobardara de manera estrepitosa. Por razones que se nos escapan, Arturo regaló un octavo animal. Lo más destacado en la lidia del mismo fue el quite por caleserinas llevado a cabo por José Mauricio. Después, Saldívar lo intentó todo pero el astado era más tonto que los otros, y más soso y más débil, y ahí ni Manolete…
En suma, la presencia del Niño Sabio de Camas, quien fue largamente ovacionado antes de que comenzara el festejo, y la faena de Saldívar al tercero fueron lo único memorable de la tarde.
¡Ah! Si los toros de Barralva fueron la antítesis de la bravura y la síntesis de la mansedumbre, Diego “El Cigala” fue la antítesis de la buena educación y la síntesis de la chuflería. El angelito llegó a la mitad del tercer toro y se dedicó a insultar como un carretonero a un sufrido acomodador, al tiempo que con todo su séquito de aduladores no dejaba ver lo que ocurría en el ruedo. La afición le puso en su sitio al grito de: “¡Hay que llegar temprano y tener respeto!”