Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 17 de noviembre del 2013. Cuarta corrida de la temporada Plaza de toros México. Toros: Siete de Marrón (hubo un séptimo que regaló Macías), salvo los dos primeros que estuvieron relativamente bien presentados y medio colaboraron, los demás fueron anovillados y un compendio de debilidad y mansedumbre.
Uno de Campo Real, el octavo, regalado por Juan Pablo Sánchez. El bicho tenía algo de trapío, pero poca bravura y alegría.
Toreros: Arturo Macías, a su primero lo despachó de entera desprendida y tres golpes de descabello: silencio tras aviso. Al cuarto le pegó un pinchazo y una entera perpendicular: palmas. Regaló un séptimo al que liquidó de buena entera: saludó en el tercio con división.
Fermín Rivera: al segundo de la tarde le pinchó una vez y luego le pegó un estoconazo. El toro rodó sin puntilla: salió al tercio con fuerza. Al quinto le asestó tres pinchazos y una estocada baja: silencio y bronca al toro.
Juan Pablo Sánchez, al tercero de la tarde se lo quitó de enfrente con tres pinchazos y un golpe de verduguillo: salió –inexplicablemente- al tercio a recibir una tibia ovación. Al que cerraba plaza le mató de dos pinchazos y una estocada baja y trasera: silencio. Regaló un octavo cornúpeta al que le propinó un pinchazo y una entera baja: palmas.
La plaza acogió a unos diez mil ilusos que habían tratado de olvidar que el ganadero Marrón envió el peor encierro de la pasada temporada. Poco a poco, los paganos se fueron acordando de lo mal ganadero que es don José Joaquín Marrón Cajiga y pitaron con fruición a sus reses. Los toreros prometían, eran la esperanza del aficionado capitalino: ahí estaba Macías, ahí estaba Juan Pablo, dos coletas hidrocálidos que cuando han querido han hecho el toreo bueno y de valor en esta sufrida plaza. También estaba anunciado Fermín Rivera, uno de los toreros más ilusionantes que hemos visto en muchos años, nieto de don Fermín y sobrino de Currito. Pues nada, que sólo Fermín toreó de verdad, que sus alternantes protagonizaron una mojiganga y que los pupilos de Marrón dieron pena, lástima y un poco de asco.
Le transmito a usted, amigo lector, parte de mis apuntes.
Primero de Macías: templado a la verónica, revolera y brionesa, muy bien. Quitó por saltilleras, revolera y brionesa, aun mejor. Brindó al respetable, le echó voluntad y clase a su trasteo, sobresaliendo cuatro derechas largas y toreras. Abrochó con manoletinas y un derechazo larguísimo. Luego no pudo matar como Dios manda. Se le escapó una oreja que muchos hubieran pitado.
Primero de Fermín: quitó por bonitas chicuelinas modernas y le pudo a un toro incierto. Enseñó al toro y mandó en todo momento. Su elegancia natural y su toreo seco y mandón hicieron que el público se le entregara. Fermín es otra cosa, y habría que verle con un toro de Tlaxcala, no con estos bureles de Guanajuato tan faltos de casta. Los derechazos y un pase de trinchera valieron el boleto. El espigado diestro de San Luis Potosí nunca pierde el paso y siempre torea de verdad. Si le mete el estoque al primer envite hubiera cortado una oreja muy meritoria.
Primero de Juan Pablo Sánchez: se dedicó a codillear para aliviarse con su enorme muleta. Bien para algunos, y ratonero para otros. Ese toreo de expulsión no es el que acostumbraba hacer. El torito anovillado mereció mejor suerte.
Segundo de Macias: un novillo hamdanesco que no fue protestado porque la gente es indolente y andaba en otras cosas, comprando golosinas, “cueritos” y mucha cerveza. Arturo quitó por gaoneras sin cargar la suerte y luego pegó un gran cambio por la espalda, eso fue todo. Aburrió al cotarro toreando a la trágala y algunos entendidos le decían: ¡Quién te ha visto y quién te ve!
Segundo de Fermín Rivera: el toro (¿?) fue pitado de salida por su evidente falta de trapío y edad. Quitó el sobrino de Curro Rivera por esforzadas y encomiables caleserinas y revolera. El animalito se convirtió en un sofá de piedra y ahí ni Rafael el Guerra. He visto pocos toros tan mansos y tan sosos.
Segundo de Juan Pablo Sánchez: este joven fue una duce promesa, pero ahora es una triste realidad. Para torear las costillas y pasarse al toro por las nalgas no es necesario ser matador de toros. Antes de entrar a matar ya había regalado un toro; por favor, explíqueme usted si eso es pundonor.
En los dos de regalo las cosas se pusieron peor. Macías lidió –válgame usted el eufemismo- a una séptima sabandija relativamente potable y no le sacó un pase bueno. Yo, que voy al coso con damas, lamenté no poder gritarle: ¡A engañar a su casa! Y conste que Arturo siempre fue uno de mis toreros favoritos.
Sánchez no supo sacarle partido a un octavo rumiante que tenía nobleza, mansedumbre y recorrido. El coleta de Aguascalientes ya no se cruza ni en defensa propia y provoca el grito de : ¡Más lejos! Cosa que le gritan los cabales para poder comprobar si eso es posible.
Ocho toros por el precio de seis, un torero por el precio de tres y ningún toro bravo por el precio de ocho: patético balance.
Fermín sigue convenciendo porque es torero y sólo nos falta que un día le embista un toro bravo. De sus colegas aguascalentenses diría yo, como mi querido doctor Samuel Johnson: Lo lamentable no es que el toreo esté perdido, sino que estos pobres piensen que lo han encontrado.