Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 2 de octubre de 2011. Décomoprimera novillada de la temporada de la Monumental plaza de toros México. Novillos: Seis de Los Encinos, bien presentados en general, pero de muy pobre o nulo juego. El primero fue muy noble y tuvo calidad, y el cuarto se dejó meter mano. El quinto, que tuvo que ser apuntillado a media faena, fue pitado en el arrastre.
Novilleros: Manolo Olivares, a su primero lo mató de pinchazo, casi media estocada y un golpe de descabello: silencio. Al cuarto lo despachó de pinchazo y entera: división para el torero y leves palmas al toro.
Leandro de Andalucía, al segundo de la tarde lo pasaportó de tres pinchazos y buena entera: silencio. Al quinto no lo pudo ni estoquear pues se derrumbó para no levantarse más a mitad de la faena de muleta y lo apuntillaron sin mayor trámite: sepulcral silencio para el colombiano y pitos al toro.
Antonio Galindo, mató al tercero de pinchazo en buen sitio y entera: silencio y leves pitos al burel. Al que cerró plaza lo mató de entera contraria y delantera, y dos golpes de verduguillo: al tercio tras aviso.

Los novillos de Martínez Urquidi lucían muy bien en las fotos del programa de mano. Salieron con patas y luego se desfondaron irremediablemente. Uno sigue preguntándose qué sentirá el ganadero cuando sus pupilos derrochan sosería y debilidad. Se ve que la selección interesa poco al criador y que la Plaza México no compra más que bichos de muy mala nota de tienta.

Manolo Olivares estuvo bullidor y hasta templado en el que abrió plaza, un animal de excelentes cualidades que dio una vuelta de campana y se inutilizó los remos. Olivares porfió y logró algún pasaje interesante y de torería, pero todo fue como pegarle pases a un muerto. Destacaremos su quite por muy buenas gaoneras a pies juntos y el segundo par de garapullos.

El cuarto le embistió más, mucho más, pero –siempre habrá uno con este torero- el muchacho capitalino se hartó de pegarle mantazos sin decir nada al respetable. Para ser la tercera vez que se presenta en la temporada, no acaba de enseñar nada concreto. Se le agradecen la voluntad, la alegría, y pare usted de contar.

Leandro de Andalucía el elegante torero colombiano, tuvo una tarde aciaga. El primero de su lote llegó al último tercio tardo, quedado y agarrado al piso. Leandro se trató de lucir en enjundiosos muletazos en corto por ambos pitones, pero –la palabra del día- la cosa transcurrió entre tonos grises y marejadas de aburrimiento. Nos quedamos con sus lances de recibo y poco más.

El quinto del festejo, ese cornúpeta que legendariamente nunca es malo, fue un asco de debilidad, al que por añadidura le dieron a llenar en el caballo. El pobre bichillo daba lástima. Para colmo, después de dos o tres medias tandas con el trapo rojo, el de Los Encinos claudicó y tuvo que ser atronado en las rayas del tercio: ¡Qué vergüenza, señor ganadero!

Toño Galindo venía a comerse el mundo a puños, decidido y torero, pero para triunfar, para pegar el aldabonazo fuerte y sonoro, todo coleta requiere de un mínimo de colaboración por parte del ganado.  En el novillo corrido en tercer lugar, un bicho que apretó en el capote, Toño se lució en un farol de rodillas en el tercio, toreando bien a la verónica y quitando por chicuelinas antiguas y revolera. Con la pañosa se arrimó como los buenos, pero el morlaco no tenía una embestida completa, hasta parecía que tenía Parkinson en las patas traseras, pues no dejaba de moverlas como guajolote en comal.

Salió el sexto, que en un momento dado parecía más boyante y claro. El joven tlaxcalteca lo fue a recibir a porta gayola y le pegó un escalofriante farol de rodillas. Siguió de hinojos para recetarle al bicho otros dos faroles de escándalo, en los cuales el pitón le pasó rozando la oreja. Después, ya de pie, lanceó por mandiles y revolera, y quitó por chicuelinas modernas rematadas de igual guisa. Galindo tomó los palos y estuvo espectacular, especialmente en el segundo y el tercer par, en los que clavó asomándose al balcón y dejando las jaras en todo lo alto.

En la faena de muleta, ante un enemigo complicado, débil, probón e incierto, logró los mejores momentos de la tarde en varios derechazos de figura del toreo, templando y mandando. Abrochó el trasteo con manoletinas muy elegantes y ceñidas. Se tiró a matar como el proverbial rey de la selva y cobró una estocada contraria que no bastó. Sin embargo, los casi dos mil parroquianos valoraron su tauromaquia y le sacaron al tercio. Un día Antonio sorteará un novillo bueno y entonces pondrá la plaza boca arriba, se lo aseguro.

Y seguimos en la tónica de siempre, la plaza casi vacía, los novilleros buenos ante lotes infumables, y la esperanza de que el próximo domingo salgan novillos bravos y se enfrenten a novilleros de verdad. Galindo es uno de ellos, y Leandro de Andalucía también merece mejor suerte.

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