Gastón Ramírez Cuevas (México).- Toros: Seis de San José, gordos, feos y mansos, salvo el cuarto que parecía un novillote. El primero y el segundo se hicieron acreedores a un arrastre lento absurdo y el cuarto fue pitado.

Enrique Ponce, mató de estoconazo trasero al segundo y le cortó el rabo. Al cuarto lo despachó de media trasera y salió al tercio.

Arturo Macías, tres pinchazos y tres cuartos para salir al tercio en el tercero de la tarde. Al quinto le tumbó el rabo matando de gran estocada saliendo cogido de la suerte.

Joselito Adame confirmó alternativa. Cortó una oreja al que abrió plaza después de un pinchazo en todo lo alto y extraordinaria estocada entera que se oyó. Al que cerró plaza le despenó de otra estocada a ley y dio vuelta al ruedo clamorosa porque el juez le negó un apéndice.

Domingo 8 de febrero del 2009. Décimoctava corrida de la temporada de la Plaza de Toros México

La tarde era de toros, hacía sol y se llenaron los tendidos de numerado. El cartel tenía un atractivo especial por la presencia del ídolo Enrique Ponce, por la confirmación de Joselito, una de las esperanzas más serias de México, y por la repetición de Macías, quien sin arrugarse le había peleado las palmas a José Tomás hace algunos domingos. Debe haber habido unas treinta y tantas mil personas con boleto pagado en el embudo de la avenida Insurgentes. Salió el primero, un toro berrendo, basto, bizco y feo, que además era bastante zoquete.

Joselito Adame no reparó en nimiedades y demostró que se quiere comer el mundo a puños. Se fue a porta gayola y pegó dos medias largas de rodillas muy ajustadas. Ya de pie lanceó por verónicas y chicuelinas que remató con una larga cordobesa completa, haciendo que el público le aplaudiera fuerte. El quite fue por zapopinas (lopecinas, según Juli) que le salieron increíbles por el temple y el ritmo. Remató su quite por revoleras y se gustó toreando a una mano con el capotillo. El muchacho hidrocálido de diecinueve años tomó los palos y clavó un gran tercer par de poder a poder. Brindó la muerte del toro a su apoderado, mentor y amigo Roberto Fernández "El Quitos". Aquí hay alguien agradecido y bien nacido. Toreó al natural con empaque, pero lo mejor fueron varias tandas de derechazos a pies juntos y en redondo, llevando al burel muy templadito. La afición se puso de pie para aplaudirle con ganas. No se puede torear más ajustado y con más sentimiento. Cuando, después de un pinchazo bueno y honrado mató al toro de entera espectacular, afloraron los pañuelos y a Gilberto Ruiz Torres (mal presidente donde los haya) no le quedó más que conceder un merecidísimo apéndice.

El segundo de la corrida, de nombre "Notario", fue el toro que Ponce sueña. El de san José era gordo y débil, pero embestía suave y templado. Don Enrique, que es un maestro, le toreó a placer desde el primer tercio. Las verónicas y los mandiles hacían desgañitarse a los "istas". No le cuento cómo puso a la plaza con la muleta: fue aquello la apoteosis. El valenciano se regodeó en pases largos y artísticos por ambos pitones. Pero, lo mejor fueron las poncinas, unos muletazos rodilla en tierra que tienen mucho de la dosantina y que conllevan un cambio de mano para culminar en un pase de vuelta entera. Parece ser que Ponce ya había instrumentado ese muletazo dos veces en la Madre Patria, pero dudo que aquellos bichos le hayan ayudado con tanto entusiasmo. No debemos olvidar que, durante una tanda de inicio, alguno de sol le gritó: ¡Agarre bien la muleta! Eso hizo que Ponce se encorajinara y decidiera demostrar que también se arrima como los buenos, y que no abusa del pico cuando va su honra de por medio. Se perfiló y cobró una de las mejores estocadas, si no de su carrera, sí de las que ha atizado en La México. Júbilo general y un rabo soltado con velocidad por el del biombo.

Le tocó su primer turno a Macías, un torero también aguascalentense, que no se deja amilanar por nadie. Sin embargo, el toro que hizo tercero parecía un cochino de las ancas al cuello y una vaca de ahí en adelante; por añadidura tenía muchas dificultades por rebrincado, débil y taimado. Arturo quitó por saltilleras y luego brindó al respetable. Se arrimó enormidades y toreó siempre como si el morito fuera bueno. Lo intentó todo y logró muletazos sobrios y de valía. Lo que no se me olvida son dos cambiados a un centímetro que pusieron la piel de gallina a más de uno. Cerró la faena en toriles a base de joselillinas (también llamadas bernadinas) muy ajustadas. Si no hubiérasele pasado el toro de faena le hubiera tumbado por lo menos una oreja.

El cuarto del festejo fue un animal anovillado que no se prestó al lucimiento de Ponce. El torero puso voluntad y hasta llegó a encararse con los que le insultaban desde la comodidad de sus localidades. Eso hizo que los incondicionales le corearan una faena quizá meritoria, pero sin mucho objeto. La salida al tercio fue más la resaca de las dos orejas y rabo de su primero que el justo premio a su labor.

Arturo Macías se enfrentó a un quinto que tenía poco trapío, se frenaba y no parecía tener gran cosa de fondo. Afortunadamente, el de Aguascalientes venía tan decidido que hizo lucir al toro. Quitó por cuatro gaoneras de cortar el aliento, revolera y brionesa. Con la muleta nos sorprendió con dos pases cambiados por la espalda pese a que el bicho se le frenó a un metro. Siguió ejecutando una obra de arte y valor con magníficos derechazos en un palmo, cambios de mano para engarzar un natural de vuelta entera, y todo sentado en los riñones. La gente le gritaba: ¡Torero, torero! Y el niño seguía toreando con clase, reposo y convicción. Pensando mucho, Macías buscó la igualada y se entregó llegando con la mano al pelo. El toro hizo por él y le derribó buscándolo en la arena, para ir a morir de inmediato. Nuevamente, no sé si la faena era de rabo, pero si el señor autoridad había ya concedido uno a Ponce por algo bastante similar, ¿entonces? Aclaro que ambos rabos fueron pitados, pero más el de Macías.

Joselito Adame es, probablemente, lo que necesitamos en México. Tiene alegría, ángel y sapiencia. Así salió a torear al sexto, al que remató con el capote pegándole una media cadenciosísima. Quitó por chicuelinas ligadas con la tafallera y cinco (¡cinco!) lances a una mano: se dice fácil… Se superó en banderillas y el tercer par al sesgo por fuera fue para decir ¡Olé! bien fuerte. Hizo una faena de firmeza, seguridad y dominio, aunque el toro -manso como sus hermanos- ya había cambiado de lidia y quería morir rápido. Un desdén, dos naturales inconmensurables y un par de redondos por la derecha no dejan lugar a dudas: ¡Torero habemus! Mató muy bien, mató a ley, pero el protagonismo del cieguito del palco le robó la oreja. Eso no engaña a los buenos taurinos, quienes le pidieron la vuelta y le ovacionaron con fé. Señalo como colofón que Joselito Adame brindó la muerte de su segundo a la esposa del presidente de México, a doña Margarita Zavala. Es un buen síntoma que la mujer del primer mandatario de México haya ocupado su barrera de sol para compartir esta tarde grande con la afición. Recordemos que, si la fiesta de toros va por buen camino, el país se apunta.

Foto: Genaro Berumen

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