Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 16 de diciembre del 2012. Novena corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Siete de Villa Carmela (Joselito Adame regaló uno). Muy bien presentados en conjunto y de juego variado. Los dos primeros fueron aplaudidos al salir de toriles. Les faltó fuerza y bravura.
Toreros: Federico Pizarro, a su primero lo mató de un bajonazo: tibias palmas. Al cuarto le despachó de entera traserilla: división.
Juan José Padilla, pinchazo y entera trasera y tendida en el segundo de la tarde: oreja. Al que hizo quinto le pasaportó de excelente estocada: oreja.
Joselito Adame: al tercero le pegó un pinchazo y luego una entera: al tercio. Al sexto le recetó un pinchazo y una estocada baja: silencio. Regaló un toro al que le pinchó en dos ocasiones, luego le atizó una media y le descabelló con mucha torería al primer intento: palmas.

Se dieron cita en la Monumental de Insurgentes casi ocho mil aficionados. Uno esperaba bastante más gente para ver a Padilla y a uno de los grandes triunfadores de la temporada pasada, Joselito Adame. Pero no, esos siete mil y pico son los que medio saben de toros en la capital del país.

La corrida tuvo cosas importantes, en primer lugar la presencia de los bichos de Villa Carmela. Aquí no hubo ni el hámster-toro ni pitones sospechosos. Bueno, tampoco salió el toro bravo o de bandera, pero no nos podemos quejar. Qué raro que Ponce, Juli, Morante, y Manzanares no hayan optado por este tipo de encierros…

Juan José Padilla es el más claro ejemplo de lo que debe ser un torero macho. El público le sacó al tercio después del paseíllo y le gritó ¡Torero, torero! El Ciclón de Jerez sigue siendo fiel a sí mismo, es decir, torea como es. No le exija usted a este coleta almibarados trasteos ni pases de ese arte que no se puede aguantar, pero reconózcale su entrega absoluta y un valor que asusta.

En primer término se las vio con un torazo que sí traía 570 kilos en los lomos. Se ajustó a la verónica y en el quite por chicuelinas modernas. Invitó a Joselito a poner los palos y fue ovacionado por un tercer par al violín. Lo mejor de su faena fueron los pases por bajo rodilla en tierra. Había que ver el temple, el poder y el aguante del torero andaluz. El morlaco reservaba la embestida y acudía paso a paso, buscando algún descuido del coleta. Padilla aguantó lo indecible y le toreó al natural con bastante clase. Inclusive pegó una dosantina, hizo desplantes a tiempo y se arrimó como un león en las manoletinas. Pese al pinchazo, la gente pidió con furor una oreja pare el héroe. Da gusto ver a un señor que torea con tanto desparpajo y tanta alegría. Juan José merece todo el respeto y la admiración del aficionado.

Con el quinto, un animal dificilón, bastante fuerte, Padilla se lució en estrujantes medias largas de rodillas, y en las chicuelinas de mano muy baja. Brindó la muerte del toro a su compañero en aquellas gestas con los de Miura, al matador Zotoluco, y luego anduvo tremendista y pueblerino. Pero ahí nadie le iba a reprochar nada. Mató siguiendo los consejos de su maestro Rafael Ortega y cortó otro apéndice indiscutible. La vuelta al ruedo fue apoteótica, entre el grito consagratorio de ¡Torero, torero!
Joselito Adame estuvo torerísmo toda la tarde, pero no tuvo mucha suerte con su lote. Hay que destacar sus enormes pares de banderillas, siempre asomándose al balcón, de poder a poder y saliendo andando. De igual manera, no echaremos en saco roto su bizarría en un par de portas gayolas, una fallida y otra no, en el sexto y en el séptimo, respectivamente.

Cuando sus enemigos se lo permitieron, Joselito templó sentado en los riñones, ejecutando grandes muletazos. Recordemos especialmente los naturales que pudo pegarle al de regalo, entendiendo a un bicho reparado y débil, exponiendo y echándole clase al asunto. El de Aguascalientes es un torero seco y honrado, muy distante de la estética de Padilla. Quizá por eso le costó calentar a la gente.

Y de Pizarro poco hay que escribir. Toreó muy bien de capa al que abrió plaza y luego se desdibujó en la lejanía y la autocomplacencia. El toreo perfilero no transmite nada, las dudas y la patita pa’ atrás son lamentables, y sin decisión el respetable se molesta y pita. El torero capitalino no demostró nada digno de encomio, y nunca sabremos si su lote se dejaba o no.

En resumen, un festejo interesante en el que los toros no fueron unas raspas y la fortuna le sonrió al carismático Padilla, quien merece todo lo que el toreo puede dar de bueno.

Foto: Emilio Mendez

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