Peris2Luis Carlos Peris.- REFULGÍA, como cada año en ese rito que es izar el telón de la temporada, la plaza más bella del mundo, esa que está siendo desairada por los autoproclamados herederos directos de José y de Juan. La primavera jugaba su papel, al sol iba a sucederle la lluvia, a los altos cielos esos cárdenos que llegan desde la cornisa aljarafeña. Y en los chiqueros, seis toros de Miura, con lo que la tarde adquiría tintes solanescos; solanescos de José Gutiérrez Solana, el madrileño que tan bien pintó el pesimismo y lo tenebroso. Y, claro, con ese panorama y en escenario tan único y principal, la tarde rezumaba autenticidad por sus cuatro costados. Pero en el fondo del alma, desde los arcanos más remotos que registra el almario del aficionado viejo subyacía la tristeza por el desaire a Sevilla de los primeros del escalafón. Al fondo, un grupo de disidentes mal encarados dando la tabarra, en fin…