En la primera novillada del abono de la Feria, una más que interesante novillada de Fuente Ymbro fue una complicada piedra de toque para terna. Cortó oreja por una faena templafda Fernando Adrián; y otra oreja sin petiición para Gonzalo Caballero.

Plaza de toros de Sevilla, 13 de abril de 2012. Media plaza. Seis novillos de Fuente Ymbro, bien presentados y de juego desigual. Buenos 5 y  6ª; ebcastado el 2º; malo el 4º. Manejables 1 y 6º. Saludó en banderillas Curro Robles en el sexto.

Javier Jiménez, de grana y oro, silencio tras dos avisos y saludos.
Fernando Adrián, de verde y oro, silencio tras aviso y una oreja.
Gonzalo Caballero, de negro y oro, una oreja y silencio.

Carlos Crivell.- Sevilla

La terna se comportó como podía esperarse. Son novilleros y no se trata de exigirles ni capacidad extrema ni oficio depurado. Sin embargo, era un cartel extraño. El atractivo para el aficionado eran las reses de Fuente Ymbro, habitualmente encastadas y bravas. No defraudó el encierro, aunque no llegó a la altura esperada. Los malos fueron malos de verdad y alguno bueno cayó en manos sin destreza. Dos novillos de calidad, quinto y sexto, y uno con casta para dar y tomar, el segundo. Mitad y mitad, porque los restantes fueron para sopita y buen vino.

El tiempo actual de jóvenes aspirantes con espejos en sus mayores, como siempre ha sucedido. Ocurre que siempre imitan lo menos bueno. Si hablamos de toreo con el capote, poquito que contar hubo en la novillada. El debutante Caballero se marcó unas gaoneras valientes y Adrián dibujó alguna verónica suelta. Muy poca cosa en conjunto. Suceden cosas inexplicables, como lo que hizo el joven Gonzalo Caballero, que se fue a recibir por chicuelinas al sexto en el centro del ruedo. Se supone que debe tener consejeros, así que se puede esperar que le corrijan en el futuro. Resultó atropellado y salió de estampida. Se libró de milagro en el centro del ruedo. Quedó claro que estos nuevos aspirantes imitan lo malo, pero nadie se pone a dar verónicas de verdad, como hay algunos matadores que sí que las interpretan.

El reflejo de los mayores es ya muy descarado con la muleta. Estamos en los tiempos del circular, la espaldina y el arrimón. La terna abusó de circulares sin medida. Se supone que este muletazo debe ser el colofón de una faena rematada, pero como imitación de sus mayores, estos novilleros dan los circulares en todo momento. Y de espaldinas, otro montón sin causa justificada.

Fernando Adrián es quien tiene más oficio. Se llevó el lote bueno. El segundo tenía mucho que torear, cosa que el madrileño sólo logró a medias. Le falló el temple, aunque deba admitirse que no era fácil templar a un novillo que en algunos momentos desarrolló incluso algo de genio. Sólo ese buen oficio, basado en un bagaje más amplio de novilladas toreadas, le permitió solventar la papeleta.

El quinto fue el novillo de la corrida. Tenía prontitud, fijeza y alegría en la embestida. Lo aprovechó bien el chaval en una faena de mayor calidad por la derecha en la que le faltó algo de mayor tranquilidad. O bien le sobró aceleración. Aún así, la estocada dio paso a una oreja lograda con justicia.

Hablando de orejas, Gonzalo Caballero cortó un trofeo de poco valor. Lo de este muchacho es digno de elogio. Está carente de la mínima técnica, es puro valor, un valor bruto, sin suavidad, de forma que se llevó volteretas en ambos astados. Le cortó la oreja al malo de su lote y no pudo enjaretarle pases al bueno, que fue el sexto. Caballero es un susto en la plaza. Se espera que el tiempo vaya adaptando esa virtud maravillosa del valor con algo de conocimientos. Así no puede seguir mucho tiempo.

El caso de Caballero es un buen ejemplo de cómo está hoy el mundo de los novilleros. A este chaval le hacen falta diez novilladas en los pueblos para pulir su estilo. Tiene valor seco y rotundo. Tiene lo principal, pero ayer llegó a Sevilla a debutar con picadores carente del más mínimo oficio. Los tiempos no están para organizar novilladas y en los pueblos quieren a hora a las figuras. Caballero se encontró con una oreja como premio a su desparpajo inocente, limpio de todo artificio, pero en el fondo es muy poco para cortar un trofeo en la Maestranza, algo que tampoco gozó de la petición mayoritaria y el palco concedió de forma graciosa.

El bueno era el sexto, pero ahora hacía falta algo más que valor. Ahí surgieron las carencias de este muchacho valiente. Esperemos que le dejen aprender, aunque en estos tiempos hay que aprovechar cualquier tarde para no quedarse en el camino.

Javier Jiménez se llevó un novillo infame, que lo era en origen y que fue lidiado de forma horrorosa por su cuadrilla. Si el animal era de mala condición, los capotazos sin sentido y las dudas de la cuadrilla fueron el determinante final para que acabara cazando moscas. Jiménez estuvo voluntarioso con ese cuarto tan desagradable.

Pero también hubo otro novillo para Jiménez, el primero, que sin tener una condición de calidad, tenía un más que aceptable pitón izquierdo. El viento ayudó a estropearle el pasodoble. No fue su tarde.