Mala novillada de Toros de la Plata y sólo voluntad en un encierro mal lidiado y con mejor afán en Esaú y López Simón, que lograron algunas palmas. 

Toros de la Plata / Martín Núñez, Esaú Fernández y López Simón

Plaza de toros de Sevilla, 24 de septiembre de 2010. Novillada con picadores de abono. 1ª de San Miguel. Media plaza. Seis novillos de Toros de la Plata, el sexto lidiado como sobrero por otro devuelto por inválido, de presentación desigual; el sexto bis, muy chico; en general, mansos y descastados y de escaso juego. Mejores, el cuarto y el sexto. Saludaron en banderillas Curro Robles, César del Puerto, Jesús Arruga e Isaac Mesa (por su cuenta). Martín Núñez fue atendido de una herida inciso-contusa en la cara externa del muslo izquierdo que sólo interesa piel y celular subcutáneo. Se practica cura. Herida incisa en la palma de la mano izquierda. Varetazo corrido en la pala ilíaca izquierda sobre el puntazo. Pronóstico leve.

Martín Núñez, de lila y oro, pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada atravesada (saludos tras aviso).
Esaú Fernández, de azul añil y oro, pinchazo y estocada caída (saludos). En el quinto, estocada corta (saludos).
López Simón, de rosa palo y oro, estocada contraria (saludos). En el sexto, estocada tendida (saludos tras aviso).

Carlos Crivell.- Sevilla

Fotos: Álvaro Pastor

La ilusión de los tres novilleros se quedó enredada en las embestidas sin casta de los novillos de la Plata. No tendrían mucha plata, más bien serían de latón o de hojalata. El festejo apenas tuvo momentos brillantes y buena parte de culpa fue del ganado, aunque no conviene cargar toda la responsabilidad en los astados. Los novilleros son hijos del tiempo moderno y también son responsables de tanto aburrimiento.

Malos novillos y lidias pésimas. Así transcurrió la novillada. A las reses de lidia hay que torearlas para mejorar sus condiciones, lo que no se consigue con una infinidad de capotazos destemplados, o un montón de toreros pululando por el ruedo para llamar la atención de los animales, o con unos espadas sin el oficio necesario para saber dónde tienen que citar y la distancia adecuada para poder enjaretar los pases. La lidia está en manos de toreros voluntariosos, algunos muy jóvenes que salieron de las escuelas, carentes por tanto de la experiencia precisa para torear a favor de los novillos.

No todos los de la Plata fueron malos. El cuarto fue desordenado e irregular. De pronto metía la cara con cierta clase y otras acortaba el viaje o lanzaba un derrote al cielo. Sin embargo, fue un novillo posible. Martín Núñez, lastimado tras una fea voltereta en el que abrió plaza, fue desarmado de entrada. Se afanó por la izquierda y algún muletazo suelto tuvo enjundia, pero al conjunto le faltó más hondura. Fue una faena liviana, sin compromisos. También fue larga.

El primero no le dejó hacer su toreo. Sin que sea un concepto válido, en este caso se puede decir que al sevillano le tocaron dos animales alejados de su estilo. También toreó mucho con la izquierda entre enganchones, desajustes y una voltereta que le hirió en el muslo izquierdo.

Se espera a Esaú de Camas, Fernández por su padre, pero tropezó con un género infumable. Se fue a portagayola en ambos, lanceó con ganas aunque de forma precipitada, hizo algunos quites, se arrimó mucho, en fin, que Esaú dejó las pruebas de su valor y entrega ante dos animales casi imposibles. El primero de su lote lo cogió al intentar un pase por la espalda, algo que ante un novillo manso y a la defensiva no era un planteamiento correcto. La taleguilla quedó hecha jirones. Se entregó con más valor que otra cosa.

Con unos vaqueros toreó al quinto, novillo manso, mirón y de mínimo recorrido. El de La Plata pedía distancia, la misma que Esaú no le dio nunca, ya que siempre lo ahogó en cercanías. Quienes se supone que debían aconsejarlos, sus banderilleros, le pedían que atacara, que se metiera entre los pitones, precisamente lo que no era la mejor medicina para el momento. Como era previsible, se metió entre los pitones en el arrimón que se ha convertido en el paradigma del toreo moderno. No ha perdido nada, pero ha evidenciado que la fruta de su toreo aún no está madura.

López Simón es un torero ceremonioso, envarado y rígido. Una cosa es la solemnidad en las formas y otra los movimientos de espejo que rayan en la cursilería. Debutó en Sevilla con uno manso entablerado que se tumbó durante la lidia. Estuvo valiente y lo mató bien.

El sexto, sobrero chico y mal hecho, fue el que mejor embistió de la tarde. Es cierto que parte del mérito hay que cargarlo en lado del novillero, que demostró, al margen de los detalles estéticos apuntados, que está preparado. Acertó a templar y engarzar las arrancadas del astado en una faena que comenzó de rodillas, siguió con pases por ambos pitones de calidad desigual, siguió con más rodillazos, se acompañó de un pasodoble a destiempo y acabó con bernardinas. Entre tanto pase, alguno de buen concepto y mayor limpieza. El novillo, sin humillar, fue el de más templanza.

En definitiva, muy poca cosa. Además de lo contado, hay que insistir en la pésima lidia recibida por los novillos. La tarde se perdió en mil capotazos a destiempo.

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