La corrida del miércoles de la Feria de Sevilla  fue de un aburrimiento soberano, tanto por el juego de los de Fuente Ymbro como por el comportamiento de la terna.

Plaza de toros de la Maestranza. Miércoles, 4 de mayo de 2011. Undécima de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Fuente Ymbro, incluido el sobrero (5 bis), serios por delante y de desiguales hechuras y remates; faltos de casta y de justas fuerzas, desfondados y rajados; detacó el más alto 1º por su calidad.

Matías Tejela, de blanco y oro. Estocada (saludos). En el cuarto, metisaca, pinchazo y estocada (silencio).

Miguel Ángel Perera, de rioja y oro. Pinchazo, media estocada tendida y descabello (saludos). En el quinto, pichazo, estocada corta y descabello (silencio).

Alejandro Talavante, de blanco y plata. Dos pinchazos, media estocada atravesadisima y descabello (silencio). En el sexto, estocada (silencio).

Carlos Crivell.- Sevilla

Miércoles de farolillos, tiempo espléndido, mucho calor, en los carteles se anuncian seis toros de la acreditada ganadería de Fuente Ymbro, que lidiarán los conocidos espadas Matías Tejela, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante. Este festejo nunca existió; se podría decir que fue una corrida fantasma. Todos esos ingredientes se evaporaron para convertir en humo lo que estaba llamada a ser una corrida tronío de un día de farolillos de la Feria de Sevilla.

El festejo no existió en la consideración de los propios aficionados. Ni se llenó la plaza en un día tan señalado, ni el público parecía conocer los secretos de la lidia. El respetable, que sólo completó tres cuartos de plaza, se comportó como la propia corrida. Se durmió. No había corrida y no había público. Salieron siete de la ganadería anunciada, el quinto fue un sobrero, y todos eran clones unos de los otros. La pujanza no llegaba más que al tercio de banderillas, a pesar de que en el caballo se simuló la suerte de varas. En la muleta, todos los astados se desfondaron con estrépito por una alarmante falta de casta, cuando no era la mansedumbre más descarada la que ponía fin a la lidia.

No hubo nada. Algunos toros exhibieron unas hechuras espléndidas, como el devuelto quinto o el sexto, que por presencia era un toro de ensueño. En las notas de la corrida no hay nada apuntado. Ni un lance estimable en el saludo. Apenas un quite de Perera fuera de su turno en el segundo y mejor que ni lo hubiera intentado.
¿Suerte de varas? Todo fue un puro simulacro. No se colocó ningún toro en suerte, ningún picador echó el palo, todos picaron en los bajos de forma indecorosa.
En banderillas todo fue rutina sin ningún espíritu torero de superación, se clavó donde se pudo y ninguno se hizo acreedor a unas palmas.

No se dio ni un muletazo digno de ese nombre, aunque seguro que los compañeros de fotografía nos mostrarán naturales y derechazos de buen corte. Todo fue monótono, espeso, sin ninguna imaginación.

Los toros murieron de espadazos en los bajos, salvando el primero, mejor estoqueado por Tejela. Fue una corrida fantasma. Hasta el público parecía fantasma. Sólo en el quinto, inválido, protestó algo para que lo devolvieran a los corrales. El toro parecía mejor, pero un capotazo siniestro de Joselito Gutiérrez lo tumbó con el desencanto de Perera, que parecía confiado. El público levantó con timidez su protesta, seguro que ya agotado de tanto toro manso y descastado.

Los toreros echarán la culpa al ganado, que es verdad que no fue para tirar cohetes, pero la terna no se puede escapar sin algún rapapolvo por el desastre ocurrido en un miércoles de farolillos.

El cartel no despertó apenas interés. La empresa debería pensar que en farolillos llena la propia feria. No es así. El aspecto de los tendidos era impropio de una fecha tan señalada.  La terna se contagió de la modorra y acabó desanimada. Tejela durmió a la plaza en el primero, toro noblón al que le hizo una faena interminable sin acabar de rematar alguna tanda completa. Se amontonó mucho y aburrió hasta a su cuadrilla. Lo mató bien. Seguro que pensó que su toro era el cuarto; no, su toro había sido el primero. El cuarto fue una especie blanda y sosa, carente de casta, con el que naufragó incluso con la espada, con especial mención para un metisaca que había hecho guardia.

Perera acabó su feria. Hace un año fue a la deriva con esta misma ganadería. Demostró ganas en una fallida portagayola. Se justificó en un tremendo arrimón en el segundo, lo que pasa es que dejarse acariciar la taleguilla con los pitones es meritorio, pero mejor si antes se ha toreado bien. El quinto, sobrero de ancha cuna y baja alcurnia, fue un manso integral. No quiso ni ver al extremeño.

Talavante lo intentó con el manso tercero hasta que el animal dijo basta, pero demostró que no tenía ganas de nada con el sexto. Es verdad que fue un toro parado y manso, pero se dejó enganchar y lo citó siempre fuera de cacho. Con ese talante, menos podía embestir el bello ‘fuenteymbro’. Lo dicho, una corrida fantasma.

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