En la 12ª de abono, El Cid cortó una oreja, Cayetano dio una vuelta, Luque cortó otra oreja, per no hubo toro porque fueron chicos y la corrida fue pueblerina.

Plaza de toros de la Maestranza. Jueves, 5 de mayo de 2011. Duodécima de feria. Casi lleno. Toros de Torrehandilla y Torreherberos, incluido el sobrero (4 bis), muy desiguales de presentación, feos algunos como el devuelto o el suplente, sin plaza como el escueto 3 y el novillote y bravucón 5; muy bueno el 1, pese a su final rajadito; manejables, simplones, justos de raza, casi todos se rajaron.

El Cid, de azul pavo y oro. Estocada (oreja). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).

Cayetano, de verde hoja y oro. Media estocada (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (petición y vuelta).

Daniel Luque, de marfil y oro con remetes negros. Dos pinchazos y estocada corta, trasera y despendida. Aviso (saludos). En el sexto,estocada. Aviso (oreja).

Carlos Crivell.- Sevilla

Fue una de esas corridas en las que la plaza de Sevilla pierde su identidad y se convierte en una plaza cualquiera. Este tipo de festejos sí que le restan prestigio al coso, no el indulto de un toro de bandera. La plaza estaba arrebatada y se lanzó a un triunfalismo excesivo, como si quisiera justificar su presencia en un día de farolillos.
Para un espectáculo de tan mínimos contenidos es necesario que haya unos antecedentes. De entrada, fue una corrida anovillada, salvo el sexto, impropia de la plaza. El coladero se suele abrir en farolilos y ya todo vale. Valieron el primero, segundo y quinto, de ínfima presencia, sobre todo el quinto, un toro lavado por todas partes. La corrida se coló con el consentimiento de la autoridad. El público, feriante e inocente, no dijo nada. ¿Dónde están los aficionados de Sevilla?

Además de poca presentación, la corrida tuvo pocas fuerzas, manseó y sólo tuvo alguna nobleza. Salió un quinto que se llamaba ‘Arrojado’, el mismo nombre que el indultado, pero era otro toro por su mansedumbre. El toro moderno se parece más a los de Torrehandilla y Torreherberos de ayer, un toro que está en el borde del precipicio en cuanto a la casta brava.

Como se puede deducir no hubo suerte de varas en ninguno de los animales lidiados. A algunos toros no se les picó, en una actitud lamentable por parte de los varilargueros, que marraron deliberadamente para evitar el castigo. Es lo mismo que ocurre en algunas plazas de pueblo, donde todo esta parafernalia puede ser medio admitida, pero que en el templo del toreo es algo intolerable.

Y como remate, a la plaza se le aflojaron las manos a la hora de pedir orejas. Contra la virtud de pedir lo que no se debe está la de no conceder lo que no es conveniente. La oreja concedida a El Cid en el primero fue impropia de una plaza de primera, con el agravante de que no había ni mayoría, como fácilmente se podía comprobar al ver los tendidos.

Es decir, que la autoridad permitió la lidia de un encierro sin trapío y concedió un trofeo sin entidad. La oreja de Daniel Luque en el sexto fue otra cosa, porque el chaval de Gerena se la jugó sin trampas y mató de una estocada a un manso entablerado.

El Cid ha finalizado su paso por la Feria con una oreja de mínimo peso. El de Salteras no tiene la culpa de que se la concedieran. El torillo que abrió plaza era dulce y Manuel Jesús le enjaretó varias tandas con la derecha de buen corte, de pocos muletazos, aunque con brillantes remates de pecho. El sobrero cuarto era tan inválido como el devuelto. Una birria de toro sin casta ni nada.

También acabó Cayetano. Se marcó una vuelta al ruedo en el quinto por su santa voluntad. Me gustan los toreros con coraje; más me gustaba Sevilla cuando frenaba a los que se querían darse una vueltecita al ruedo por su cuenta.

Cayetano toreó al segundo, animal escuálido, con el mando a distancia. Mejoró en el manso quinto, metido en terrenos de sol, en una labor desigual con buenos remates de pecho. El de Torreherberos estaba rajado y el diestro se mostró compuesto y con mayor entrega. De ahí a la vuelta al ruedo media un abismo. La solanera, confundida y alegre por haberlo visto tan cerquita, quería la oreja.

Daniel Luque se despidió de la Feria con una actuación muy seria. Toreó bien con el capote a los dos de su lote. El capote de Luque debe tomar más vuelo con el paso del tiempo. Se mostró ambicioso con el flojo y reservón tercero en una faena de muleta que fue a más, hasta prolongarla en exceso. Dio la cara y se guardó para el sexto.

Ese toro que cerró este atípico espectáculo perecía un toro normal para la plaza sevillana. Fue manso en todos los tercios. Lo lidió bien Antonio Punta y se fue a las tablas desde el primer muletazo. Luque no se anduvo con contemplaciones. El animal quería tablas y allí le puso la muleta en tandas emotivas con remates cumbres por la forma de echarse el toro por delante. Lo mató con entrega. Se llevó una oreja con fundamento. Así se justificó una tarde en la que la Maestranza llegó a parecer una plaza cualquiera.

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