Carlos Crivell.- Las hechuras no mienten, dicen los taurinos. Lo decimos todos. Pues la corrida de Juan Pedro era preciosa de hechuras, salvo el basto toro que abrió plaza, y fue un lote sin alma ni vida, desfondado y descastado. No hay que fiarse siempre de las hechuras. Que no embistiera el primero era lo normal. Alto y con poco cuello, el toro se movía como un rinoceronte en un fangal. No era un buen comienzo. Mucha gente no pudo ver este toro. Los que llegaron tarde habían colapsado los pasillos. En días de lleno habría que anunciar con cartelones muy claros que después del paseíllo no se puede acceder a la plaza. No se perdieron nada los que tenían delante la espalda de un feriante cargado de bebidas. Ese es otro milagro. Suben las escalerillas con dos cubatas haciendo equilibrios. Ponce estuvo pesado con el toro de Juan Pedro. No se puede estar tanto tiempo delante de una mole insulsa.

Pero llegó el oasis del segundo. Salió un hermoso toro bien rematado, perfecto de cuerna, lustroso, una belleza. Manzanares lanceó con buen estilo y pocas apreturas. Picó de premio Paco de María, y ya van dos tardes, y se lució Suso con los palos. Antes, en su turno de quites, Ginés Marín bordó dos verónicas y media de ensueño. Manzanares lo cuidó con mimo. No lo agobió en las primeras tandas, todas muy cortas, y se explayó en los de pecho. Con la izquierda se redujo el espacio entre toro y torero. El de Alicante compuso su elegante figura y siguió con ese palo. Tiempo, medida y empaque. En un cambio de manos rugió la plaza. El toro ya embestía por abajo y largo. Un pisotón le arrebató la muleta y el que se arrebató fue el torero. La tanda final con la diestra y el de pecho sellaron una faena buena, pero no rotunda y de tandas con pocos pases. Quedó la sensación de que había toro para más toreo.  La estocada fue soberbia. La oreja, justa, pero en gran parte por la suerte suprema.

Y se acabó la corrida. Sí, se acabó la corrida. Hubo algunos lances de Ginés Marín al tercero que deben rescatarse de la hecatombe del festejo. El tercero derribó en varas pero llegó con cara de muerto a la muleta. Marín le dio tiempo y espacio. La nobleza como único argumento de una embestida sin gas ni chispa no tiene defensa. El buen concepto del jerezano se quedó frenado por un animal sin ganas de meter la cara con el orgullo de un toro bravo.

Y salió el cuarto, y más de lo mismo. Ponce dando pases y más pases a una especie sin gas ni alegría, soso es poco, un toro cadavérico, al que el valenciano quiso alegrar otra vez en una faena muy larga sin motivos. Y salió el quinto, también con buenas hechuras, que demostró en varas su falta de bravura, que se cayó en distintos momentos de la lidia y que apenas permitió a Manzanares tirar algunas líneas más logradas en un total  desangelado. Para arreglar la tarde ya arruinada a esas alturas, el buen matador Manzanares se puso a pinchar como si no hubiera un mañana. Qué horror. Se va a llevar los premios por la suerte suprema, supongo, pero con lo ocurrido en este toro es para que los devuelva si llegan a sus manos.

Así iba la cosa. Algunos que habían llegado tarde se marcharon antes de la salida del primer sexto. ¿Adónde iban?  Y comenzó la película de los inválidos. Se fueron con los cabestros el titular y el que salió como primer sobrero. Y se debería haber ido el tercer sobrero, pero ya la noche no estaba para perder el tiempo. Ginés Marín no pudo ni lucirse con el capote en los tres que paró pasadas las nueve. Ese sobrero era chico, por eso estaría de segundo sobrero, y era otro inválido. Marín dejó la impronta de su calidad sin ninguna materia prima para cincelar su estilo. El animalito se asustó y se rajó. Ginés lo mató y todos corriendo a la calle. Dos horas y tres cuartos. Manzanares había cortado una oreja en el segundo, pero nadie se acordaba de nada. Y pensar que dos de las corridas más malas de la Feria, la de García Jiménez y Juan Pedro, vuelven por San Miguel. Que las cambien, por favor.   

Plaza de toros de Sevilla, 20 de abril de 2018. 12ª de abono. No hay billetes. Seis toros de Juan Pedro Domecq, el sexto lidiado como 6º tris, al ser devueltos el titular y el primer sobrero por inválidos. En general, bien presentados, excepto el basto primero y el escurrido sobrero sexto. Muy noble el 2º; el resto, descastados, flojos y sin fuerzas.  Saludó en banderillas Suso. Buena tarde de Paco de María.

Enrique Ponce, de azul eléctrico y oro. Metisaca bajo y pinchazo hondo (silencio tras aviso). En el cuarto, pinchazo y tres descabellos (saludos tras aviso).

José María Manzanares, de nazareno y oro. Gran estocada (una oreja). En el quito, seis pinchazos y un descabello (silencio tras aviso).

Ginés Marín, de celeste y oro. Pinchazo y estocada corta (saludos). En el sexto, estocada (silencio)

 

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