Gastón Ramírez Cuevas.- Torrealta solía cuidar más la presentación de sus toros en Sevilla. De los seis toros, dos eran anovillados -primero y segundo- y el cuarto parecía un collage, mezcla de un toro respetable desde los pitones hasta medio cuerpo, y de un venado mal alimentado desde ahí hasta el rabo. De la bravura del encierro más vale no hablar para evitarnos berrinches. Basta decir que Juli triunfó con un cuarto toro que tuvo alegría, raza, fuerza y algo de mansedumbre, y que Manzanares le hizo un faenón de garra y de oreja seria a un quinto manso, bravucón y que tenía su dosis de peligro.

Julián López volvió a cortarle dos orejas a su segundo enemigo, al igual que lo había hecho apenas el viernes pasado. El doble trofeo le fue concedido por el mismo presidente que le negó igual premio por una faena muy superior a cualquier otra del serial. En fin, que el señor Teja parece ser un tanto veleidoso o simplemente no quiere más broncas.

La faena del madrileño al toro "Zurcidor", lidiado en cuarto lugar, fue un concierto del toreo al natural. Juli compuso una sinfonía de toreo con la zurda. Se estiró largo, mandón y templado en tandas de muleta arrastrada y en un palmo. Inclusive, al finalizar una serie por el pitón derecho, don Julián se pasó el engaño a la mano de cobrar y remató con un natural que duró minutos.

Manzanares cortó una oreja al segundo de la tarde por una labor que no tuvo nada que ver con la que realizó al sexto toro de El Pilar. No sé, quizá hasta en la mansedumbre hay niveles de clase que elevan o hunden un trasteo. Por lo tanto, la faena de temple a un manso colaborador puede ocasionar indiferencia o emoción. Considero que la de hoy fue de las primeras.

Otra cosa fue la faena al quinto. Ahí José Mari se peleó con el toro y se arrimó como el proverbial león. Cuando el torero pone arrojo, clase, sapiencia y corazón, la grandeza de la Fiesta es evidente. El estoconazo fue espectacular y efectivo, lástima que el toro hirió feamente en la cara a Luis Blázquez cuando intentaba cachetear, apuntillar o atronar al toro. Otra oreja fue a dar a la espuerta de este diestro consentido de la afición sevillana.

A Daniel Luque le rebasaron las circunstancias y los alternantes. Cuando no hay toro a modo el torero debe saber inventárselo, dentro de lo posible, claro. Pero eso no está al alcance de todo mundo. Sigue siendo un enigma cómo este chaval decidió encerrarse con seis toros en Madrid el domingo de Resurrección.

Si fuese necesario hacer un resumen brevísimo del festejo, habría que decir que la distancia que separa a Luque de El Juli y Manzanares puede aun medirse en años luz. Es como si en unas oposiciones participaran dos alumnos universitarios y un rapaz de párvulos. En suma, la corrida de Torrealta puso a prueba la verdad interna de los coletas y quedó demostrado que dos de ellos difícilmente podrían vivir sin torear. Del más joven eso todavía está por verse.

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