La corrida duró casi tres horas, demasiado tiempo si además sólo al final ocurre algo digno de ser contado. Mucho tiempo para ver el desfile de una parada de mansos. Todo, con la plaza llena y rachas de viento.

Una costalada con suspense. El primero volteó su anatomía y cayo con los pitones clavados en el albero. En esa potura se mantuvo unos segundo y daba la impresión de que no podía salir de la situación.

Alcalareño. Alcalareño saludó en las banderillas del primero por dos buenos pares. Lo merecía este buen torero que en esta Feria no había podido lucirse mucho. Fue curioso que dos banderilleros acostumbrados a saludar, Curro Molina y Curro Robles, no lo hicieran en este festejo. Así fue la corrida salmantina.

Alegría injustificada. Todos los toros salieron al ruedo al paso y olisqueando el albero. Eran salidas de manso. El cuarto salió con alegría y se fue de corrido al burladero que lo citaba. La plaza estalló con admiración pensando que se rompía el signo del festejo. Falsa ilusión. Fue tan manso como sus hermanos.

Palmas de tango. Fue tan grande la frustración de la plaza que se dijeron frases de más o menos gracia, aunque en un momento dado se batieron palmas de tango como signo de protesta por el mal juego del ganado.

Huida masiva. Antes de la salida del sexto, pasadas las nueve de la noche, se produjo la huida de espectadores. No es de recibo por muchos motivos, pero sobre todo por el respeto debido al torero de turno.
 

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