Carlos Crivell.- Roca Rey ha cortado tres orejas a la pobre corrida de Victoriano del Río en plan Roca Rey, que a algunos les podrá gustar y a otros, no, pero lo que es indudable es que este torero tiene el don de la fácil comunicación con los tendidos. Se podría pensar que le volverían a esperar con la escopeta cargada, como el día de los victorinos, pero esta vez solo hubo algún discrepante en momentos puntuales. Sacó su armadura del valor, la mano baja, el toreo de cercanías y los extraordinarios pases de pecho para someter a los toros y al tendido, que llegó a gritar ¡torero, torero! en la vuelta al ruedo del quinto.

Lo que se cuestionará es si su tarde en este sábado de feria ha sido merecedora de la Puerta del Príncipe, algo que es una cuestión matemática y que es la obsesión de muchos. Como el crítico debe posicionarse, debo decir que de las dos orejas del segundo sobraba una, así como que no me parece de oreja una faena, como la del quinto, que se remata con espadazo tendido y trasero. Por tanto, Puerta del Príncipe excesiva.

Otra cosa es cómo ha estado el peruano. Y su labor en ambos toros ha sido más que notable. Sorteó el mejor de los de Victoriano del Río, el muy terciado e impresentable segundo, aprobado por una autoridad que ya parece que no existe en la Maestranza. Ese toro tuvo alegría, nobleza y movilidad. Pasó por el tercio de varas sin que lo picaran, otro detalle que el palco no trata de ordenar. Se fue al centro, lo toreó por la espalda de rodillas y le dio un soberano pase de pecho. A continuación, dos con la derecha limpias, de mano muy baja y cuerpo retorcido. El de pecho de la segunda fue en circular muy celebrado. Bajó de nivel con la izquierda y volvió a la diestra, para conseguir el favor de la mayoría de la plaza en los circulares entre los pitones, en uno de los cuales fue prendido sin más consecuencias que la rotura de la taleguilla. Aún tenía en la cartuchera las bernadinas de rigor. Todo eso y un espadazo caído dieron lugar a la petición del doble trofeo, concedido por un palco alegre y timorato. Las dos orejas en Sevilla deben quedar para el toreo magnífico o para una faena de mucho valor según las características del toro.

Tuvo más mérito la oreja del quinto, toro sin clase, siempre con la cara alta, al que le plantó pelea con sus armas de siempre: mano baja, ligazón y un arrimón final de escalofrío. Dicen que en Sevilla no gusta ese toreo metido entre los pitones, pero Roca Rey puede certificar que gracias a ese arrimón, y a un presidente facilón, ha salido por la Puerta del Príncipe. Esta vez se protestó cuando se quedó muy descolocado en la cara del toro, pero con inteligencia lo resolvió el torero. Me pregunto si se puede cortar una oreja después de una estocada tendida y trasera como la que recetó Roca. Pues, visto lo visto, se puede. Esa faena tuvo la emoción de la dificultad del toro, pero también fue una oreja prescindible. Total, dos más una, tres. Segunda salida por la del Príncipe del peruano que por fin se quita las amarguras de una feria que en la de Victorino se le puso cuesta arriba.

Volvía Juan Ortega, ovacionado tras el paseíllo, pero no volvió la magia de su toreo. De la corrida de Victoriano, muy descastada y con poca clase en conjunto, Ortega sorteó en primer lugar un toro sin fuerza ni calidad. La faena no podía ser brillante con ese material. El sevillano ni siquiera se pudo desquitar con un buen toreo de capa o un quite para el recuerdo. El cuarto también dobló mucho las manos y fue un toro informal, cambiante, sin ritmo ni calidad. Algunos pases sueltos mostraron el buen arte que atesora.

Los dos sevillanos tenían el reto de imponer su ley ante la segura actitud de Roca Rey frente a reses que eran más adecuadas para su estilo que para el de Ortega y Aguado. Este último toreó a placer a la verónica al tercero. Se pudo disfrutar de los quites de Ortega por delantales y la réplica de Pablo por chicuelinas. El toro parecía más encastado en los comienzos de la faena, momento en que el diestro lo toreó por la derecha con suavidad extrema. Un cambio de manos fue una joya torera. Cuando se echó la muleta a la izquierda, el animal se frenó y los pases ya se sucedieron de uno en uno. Los ayudados a media altura también tuvieron buen sabor.

Cuando salió el sexto comenzó a llover. La gente no llevaba prendas para el agua. La huida no fue grande, porque Pablo Aguado, en los terrenos del tendido 8, junto a las tablas, comenzó a dibujar redondos de una suavidad única, lo mismo que los naturales al ralentí. Entre goterones de agua, goterones de arte. Otra vez un cambio de mano para que lo inmortalizaran los fotógrafos. Lo mató de una estocada fulminante y paseó una oreja, justo premio a su buena tarde de toros.

A Roca Rey se lo llevaron por la del Príncipe. No le demos más importancia que la que tiene. Roca estuvo bien, en su estilo, pero fue un premio excesivo, lo que no debe ser entendido como un demerito para un torero que tiene el secreto de la fácil comunicación con los tendidos. Tampoco le vamos a pedir un  toreo sublime.

Plaza de toros de Sevilla, 20 de abril de 2024. 14ª de abono. No hay billetes. Cuatro toros de Victoriano del Río y dos – tercero y quinto- de Toros de Cortés, con algunos toros mal presentados, como el segundo, de pobre juego en general, excepto el buen segundo. El resto, flojos, sin clase ni casta.  

Juan Ortega, de verde esperanza y oro. Estocada travesada (silencio). En el cuarto, estocada (silencio).

Roca Rey, de rioja y oro. Estocada desprendida (dos orejas). En el quinto, estocada corta, trasera y tendida (una oreja tras aviso).  

Pablo Aguado, de negro y plata. Pinchazo y estocada desprendida (saludos). En el sexto, estocada (una oreja).

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