Álvaro Pastor.- Cuando doña Anabel sacó el pañuelo que ponía fin al tercio de banderillas del toro que cerraba la tarde, respiró hondamente, pues se había salvado de una buena. En el segundo se le acabaron los “sobreros oficiales” -ya saben lo que pone en los programas de mano: “la empresa dispondrá de dos (2) sobreros”- y la tarde se presumía calentita pues la paciencia tiene un límite. “Carbonero”, de Gavira, y “Presidiario”, de El Serrano, pisaban por primera y última vez el albero tras estar una buena temporada en el corredor de la muerte y hacer un máster prolongado de corrales (este último ya fue sobrero el 18 de abril en la corrida de Pereda y repitió otras dos tardes más). Después fueron pasando por el ruedo más tullidos de manos y patas, algunos, hasta hacían surcos con ellas de tanto arrastrarlas, y otros se lastimaron más aún en el albero, pero la cosa no pasó a mayores.

La corrida dio mucho de sí… para unos japoneses que estaban en la grada y se hartaron de hacer fotos. Hubo casi de todo: variedad de pelos, castaños, negros, bragaos, listones, uno más melocotón que colorao, hasta un sardo que alguno confundió con un cabestro, sería por su falta de casta; un “gato” por la grada que lanzaba cariñosos miaus; la simulación de la suerte de varas; reses impresentables por anovilladas; cabreo generalizado en el respetable que se arrancó con palmas de tango; voces críticas a tiempo y a destiempo; picadores por los aires, por los suelos y hasta en los lomos de los morlacos; caballos heridos; pares de banderillas ovacionadísimos a toro ultrapasado; rodillazos que casi provocan fervores ¿era la Maestranza o una plaza de talanqueras?; buena ración de coba y pico; multitud de mujeres guapas, con y sin traje de flamenca, o un toro sin divisa (¡ay, esos detalles!) Lo mismo todo fue una maldición de San Fernando por poner la bandera de la ciudad al revés; otro detalle.

Por tener, tuvimos hasta un espejismo: la faena del segundo bis. Como esas personas perdidas en el desierto que de pronto ven un oasis, así el sufrido público que ayer colocó el “No hay localidades” creyó ver una buena faena –hasta de oreja y todo- donde no sobresalieron más de media docena de pases, y algunos despegaditos. Pero Manzanares lo tenía todo a su favor: un público rabioso por ver algo medio bueno; un toro que metía la cara con nobleza, y además, que el joven alicantino, rama que al troco sale, ha caído de pie en Sevilla.

En fin, lo dicho, un frito variado infumable, con poca merluza de pincho o buenas rodajas de chocos y muchas croquetas baratas.

 

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