Carlos Crivell.- La corrida de Miura solo lo pareció por la fachada de los toros, cárdenos altos de alzada, sin un gramo grasa, que fueron recibidos con palmas. Luego, la norma general fue la falta de fuerzas, en algunos con casos con embestidas bondadosas, pero sin capacidad para humillar. Alguno pudo volver a los corrales por su flojera. Este detalle lastró por completo el festejo.
La terna tenía recursos sobrados para ponerse delante de los ‘miuras’. Rafaelillo está curtido con estos toros, lo mismo que Manuel Escribano. La presencia de Javier Castaño fue recibida por la plaza con el cariño que merecía la ocasión. Tras el paseíllo, la ovación, que parecía destinada a Escribano, acabó centrada en Castaño por la propia generosidad del torero de Gerena. El balance final de una oreja es pobre. El esfuerzo de los espadas debió tener más premio.
Rafaelillo torea ‘miuras’ sin aparentes esfuerzos, lo que no es verdad, pero es tal la facilidad que el murciano derrocha ante ellos, que parece que está en su salsa.
El primero era noble, flojo y metió siempre la cara alta. Rafaelillo solventó la papeleta con tandas cortas de muletazos eficaces, primero con la derecha, para acabar gustándose con la zurda.
Con el cuarto, más noble, compuso una labor emotiva. El brindis a Castaño puso a la plaza de su parte. Desde el principio, a media altura por la diestra, a los naturales largos del final, dejó de forma clara su disposición y solvencia para estar en la cara de este tipo de reses. Es cierto que se llevó el mejor lote, por nobleza, pero también que tocó los resortes de la plaza, y de la banda de música, para llevarse una oreja que se puede valorar como un premio a su labor en toda la tarde. Además, la estocada al cuarto fue de categoría.
La nota sentimental de la presencia de Javier Castaño después de su periplo vital tuvo la respuesta señorial de la plaza. No le sirvió de verdad ninguno de sus ‘miuras’. El segundo no tenía fuelle, metió la cara arriba rebrincado, y el único problema aparente fue el empeño de Castaño en torear por la diestra, cuando el animal tenía más recorrido por la zurda.
El cinqueño quinto se dio un tremendo golpe en el burladero del cuatro y quedó tocado. También tenía mejor pitón izquierdo, pero de nuevo la tomó tarde Castaño. Su paso por Sevilla solo puede ser motivo de felicidad para la Fiesta. Ha superado una enfermedad y allí estuvo hecho un tío delante de una corrida de Miura.
Manolo Escribano firmó en el saludo del tercero el momento más intenso y de calidad de la tarde. Lo recibio a portagayola, lograda tras unos momentos de emoción ante el parón del toro, para seguir, ya erguido, con verónicas llenas de gusto, limpieza y elegancia. La música acompañó el momento. El toro parecía noble, en el aire se cantaba el nuevo triunfo del torero, pero el animal era de mantequilla. Se cayó siempre en la muleta. Fue imposible. La estocada fue soberbia.
Le quedaba el sexto. Se fue de nuevo a la puerta de chiqueros para saludar a un toro que ya en ese momento desarrolló mal estilo. Después de las banderillas, la plaza empujó para que Escribano pudiera rematar su ciclo. No fue posible por el pésimo estilo de otro astado flojo, bajo de raza y que acabó tumbado en el albero para dejar claro que era pura estampa sin fondo. Así se acabó la Feria de 2016, tan rica en emociones, tan amplia en noticias, que no pudo rematarse con ese triunfo anhelado por la afición de quien fue capaz de indultar un toro de Victorino.
Plaza de toros de Sevilla. Domingo, 17 de abril de 2016. Última de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Miura, serios en las hechuras de la casa; manejables con sus matices y faltos de poder; menos el complicado 5º y deslucido el 6º, que se echó. Saludaron en banderillas Lipi y Fernando Sánchez.
Rafaelillo, de nazareno y oro. Pinchazo, media estocada y dos descabellos (saludos). En el cuarto, gran estocada (oreja).
Javier Castaño, de blanco y oro. Pinchazo y estocada fulminante (saludos). En el quinto, estocada honda atravesada. Aviso (saludos).
Manuel Escribano, de fucsia y oro. Estocada (saludos). En el sexto, dos pinchazos, estocada y descabello (silencio).
Nacido en Sevilla en el barrio del Arenal, en la calle Pastor y Landero, frente a la Maestranza. Aficionado a los toros desde su infancia gracias al ejemplo paterno, un viejo amante de la fiesta que vio torear a Guerrita. Abonado de la Real Maestranza desde pequeño. 