No rompió la tarde entre los mansos de Alcurrucén y la prudencia de El Cid. Luque, con menos toros, cumplió en general con la nota más alta del sexto.

Alcurrucén / El Cid y Daniel Luque

Plaza de toros de Sevilla, 25 de septiembre de 2010. Segunda de San Miguel. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Alcurrucén, desiguales de presencia, el sexto muy chico, mansos y de juego variado. Sacaron casta primero y tercero. Se dejó el sexto. El resto, sin clase ni nada. Actuó de sobresaliente Antonio Fernández Pineda, de rosa y oro.

El Cid, de lila y oro, estocada trasera y baja (saludos).En el tercero, estocada tendida (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada (silencio).
Daniel Luque, de grana y oro, estocada atravesada que asoma y descabello (silencio). En el cuarto, estocada baja (silencio). En el sexto, estocada trasera (saludos tras aviso).

Carlos Crivell.- Sevilla

El mano a mano no parece la corrida más indicada para la Maestranza. En abril, Perera y Luque naufragaron en un festejo marcado por el mal momento de ambos lidiadores. La empresa había conformado los carteles de septiembre en febrero con un tino asombroso. En una terna, quienes habían triunfado a lo grande; en la otra, los que habían salido escaldados. El devenir de la temporada confirmó que el cartel de hoy era la bomba de año (antes de que Manzanares se cortara la mano de forma absurda en Utrera).

El otro cartel tuvo la baja de Perera y se quedó en un duelo de dos sevillanos que llegaban con la moral alta, porque han recuperado el sitio y el prestigio en el tramo final de este enrevesado año de 2010.

Los comentarios se congratulaban de la vuelta de Alcurrucén, que en San Miguel del pasado año soltó una buena corrida de toros. Las dudas llegaban por los toros del cartel de esta tarde, aunque ésa es otra película. La de Alcurrucén fue una corrida de San Miguel, dicho ello sin ningún sentido peyorativo. Hay un nivel en abril y otro en septiembre, ya en los toros y su presencia, ya en las exigencias del tendido.

Por una corrida de San Miguel debe entenderse un lote de presentación muy justa. Algunos, tal como el sexto, nunca debió salir al ruedo sevillano. La presencia fue la mínima necesaria para Sevilla. Ese detalle no hubiera tenido importancia si las reses hubiera dado buen juego. La corrida fue, básicamente, mansa. Dentro de la mansedumbre, hubo toros que embistieron para que los resultados hubieran sido diferentes.

El Cid y Daniel Luque fueron toreros de septiembre, es decir, que han mejorado respecto a su imagen en la Feria, aunque todo sin llegar a un tono alto, sobre todo el de Salteras.

El Cid parece ahora un torero más firme que antaño. Las dudas en la colocación han desaparecido. Sin embargo, en su lote hubo dos toros que merecían una labor más completa. El primero fue un manso con movilidad. El planteamiento con la izquierda fue atrevido. La faena pecó de poco ambiciosa, sobre todo cuando se echó la franela a la diestra. Debió aprovechar al toro mientras embestía con celo. Era faena de diez pases y una estocada, pero pases de verdad.

Algo parecido ocurrió con el segundo de su lote, otro manso encastado, al que hay que asignar a Manuel Jesús el mérito de creer en el toro en las tandas del comienzo con la muleta muy baja. Fue un toro con un punto de agresividad emotiva. La faena tuvo interés en la primera parte, luego la tarde volvió a la inercia de la nada. También se esperaba una labor más intensa en el de Salteras. El quinto fue muy malo por falta de casta.

Daniel Luque dejó una buena impresión. Tampoco es el torero de abril. Hay una ambición nueva, una decisión plausible, al tiempo que mantiene los conceptos básicos de su tauromaquia, que son el buen gusto y la elegancia. Toreó bien a la verónica a sus reses. Dejó detalles preciosos, como algunos pases por bajo y las trincherillas. La sosería del segundo fue un muro insalvable. Estuvo en la cara del toro y surgieron pases sueltos plenos de belleza.

Al cuarto, segundo de los que mató, el de Gerena le aguantó parones con firmeza. La insistencia fue decisiva para conseguir algunas tandas insospechadas.

El sexto fue protestado. A esas alturas no se sabe si era por chico, por inválido o por cansancio del personal. Era todo y sólo cuernos. Luque estuvo hecho un torero de cuerpo entero, situado en el sitio para tirar con temple, siempre dejando la muleta colocada para que el burel, que parecía de mármol, acabara por meter la cabeza a regañadientes. Luque se justificó de sobras. Está claro que para el sevillano septiembre es un mes más torero que el de abril.

A pesar de todo, fue un mano sin gracia. Ni los toros rompieron ni los toreros, por un motivo u otro, encandilaron.

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