Nazaré_izquierdaGastón Ramírez Cuevas.- Esta tarde el ganadero Gallardo volvió a darle una alegría al público de la capital andaluza. El cuarto toro –memorable por su alegría y pujanza- hizo las delicias de los pocos cabales (menos de media plaza) que se dieron cita en La Maestranza.

En el que abrió plaza Antonio Nazaré se topó con un toro débil al que había que hacerle muy bien las cosas. El torero sevillano andaba buscándole las cosquillas al cornúpeta por el pitón izquierdo cuando resultó aparatosamente cogido. Parecía que llevaba un tabaco seco en el muslo, pero la cosa quedó en un susto mayúsculo. Nazaré se arrimó como los machos y aunque su trasteo careció de mando y temple, al final la gente le hizo salir a recibir la ovación en el tercio.

El segundo de su lote se llamó “Turulato” y fue todo menos eso. Debemos hablar de un toro excepcional por bravo, fuerte y noble. En el primer tercio Nazaré logró buenas verónicas. Luego en la faena de muleta el coleta de Dos Hermanas nos regaló naturales y derechazos templados, más una trincherilla de muchos quilates. No obstante, es menester apuntar que el temple fue intermitente y que dada la calidad de “Turulato” a Nazaré le faltó instrumentar una faena a la altura del astado. El público le quiere, y la petición de oreja –misma que no tardó en caer- fue mayoritaria; como lo fueron también los gritos de “¡Vuelta, vuelta!” para los despojos del toro, pero ahí ya no hubo tu tía. En México, a un toro de tal calidad por lo menos le hubieran dado el arrastre lento.

Arturo Saldívar pasó nuevamente sin pena ni gloria por la plaza de Sevilla. En su primero el mexicano anduvo valiente pero no entendió las embestidas de un toro incierto pero potable. El quinto fue extremadamente débil, un inválido que no tenía razón de haber permanecido en el ruedo aun antes de la primera vara. No obstante, la cuadrilla del mexicano mimó al morlaco y éste no fue devuelto. El diestro de Aguascalientes estuvo aseado y voluntarioso en un trasteo que no tuvo objeto ni justificación, a menos que se tratase de aburrir al respetable.

Javier Jiménez bien pudo haberle cortado una oreja al tercero de la tarde, pero lo pinchó. Antes, el joven torero de Espartinas había demostrado sitio, buen gusto, valor y que piensa con claridad en la cara del toro. Inclusive, la música sonó para acompañar las tandas de derechazos largos, templados y bien rematados. Me quedo con los pases de pecho por pares y en un palmo. La afición le tributó una fuerte ovación en el tercio, esperando cosas más grandes en el que cerraba la función, pero ese toro fue demasiado débil y en consecuencia se defendía, y así el triunfo es imposible.

Abandonamos la plaza contentos por el triunfo de Nazaré, esperando ver nuevamente y pronto a Javier Jiménez, y preguntándonos –exactamente igual que el año pasado- por qué la empresa trajo a Saldívar a la feria de abril.

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