Foto: Arjona – Toromedia

Carlos Crivell.- El estallido clamoroso que se vivió en la segunda de San Miguel lo provocó Juan Ortega con el capote. Del ramillete de verónicas con las que recibió al tercero, dos por el lado izquierdo fueron sencillamente portentosas. Diría más, son casi inexplicables. Puedo ahora definirlas con múltiples adjetivos, pero nunca podrán entender quienes no hayan visto esa clase de toreo lo que sucedió sobre el ruedo. Todas fueron hermosas, las del lado izquierdo produjeron una conmoción, la misma que ocurre cuando el toreo alcanza el grado máximo de belleza. Además de bellas, esas verónicas del pitón izquierdo estaban preñadas de un aire trianero, si me lo permiten, agitanado, que me parece que he podido ver en fotografías de Cagancho o de Gitanillo de Triana. La música estalló de alegría para saludar el toreo excelso de Ortega, consagrado con seis verónicas, dos de ellas inmortales, en el saludo del toro con el que se presentó en Sevilla.

Ese toro tercero, atacado de kilos, se diluyó durante la lidia. Antes, Ortega lo llevó al caballo en un singular galleo por chicuelinas. Los presagios eran de faena grande, sobre todo cuando el de Triana comenzó su faena con muletazos sublimes para llevarse al de Jandilla al centro. Ahí acabó. El animal se desfondó, no humilló y protestó.

Para la Juan Ortega la tarde no venía con suerte. El sexto, un toro de presencia irreprochable, era un bruto sin clase. Se lo brindó a Rafael Chicuelo. Más que embestir, arroyó la muleta del torero. Maldita suerte. Se llevó dos reses casi imposibles. A ese último de la función lo mató de una soberbia estocada, todo lo contrario de lo que ocurrió en el tercero.

En la corrida de Jandilla hubo dos toros con posibilidades, primero y segundo. El resto, nada. Hubo toros brutos, como el citado sexto y también el quinto, que embestían con los pechos. De presentación admirable, la corrida fue de algo a nada. Y así las cosas, el festejo acabó siendo un pequeño tostón.

Se salva el segundo, quizás el mejor, que desarrolló nobleza y calidad en sus arrancadas, lo que aprovechó Manzanares para realizar una faena exquisita, llena de su reconocida elegancia, ligada a veces, más compacta por el lado diestro, pitón por el remató su labor con dos derechazos muy largos arrastrando la muleta. Aseguró con la espada y paseó la oreja.

El quinto no le permitió rematar la tarde. Queda dicho que humilló poco y que se quedó corto. Porfió mucho el de Alicante en una labor muy voluntariosa, tal vez excesivamente larga, que tuvo la culminación, ahora sí, de una estocada en la yema.

El Fandi estuvo animoso, como siempre. Solvente con el capote, decidido en sus largas cambiadas, fue menos Fandi que otras veces con las banderillas, ya que incluso marró un par de forma llamativa. El primero era un toro potable, pero El Fandi no pudo subir el listón de su toreo para calar en la parroquia. El toro merecía otro trato. El cuarto, más ingrato, le permitió una faena larga sin causa justificada. Fue El Fandi de los sábados de farolillos venido a menos.

Plaza de toros de Sevilla, 19 de septiembre de 2021. Segunda de San Miguel. Tres cuartos del 60 % del aforo. Cinco toros de Jandilla y uno de Vegahermosa -segundo-, bien presentados, bravos en el tercio de varas y desiguales para el toreo. Destacó el buen segundo; se dejó el cuarto, aunque el resto fue un conjunto áspero y complicado.

El Fandi, de rioja y oro. En el primero, estocada corta atravesada (silencio). En el cuarto, estocada caída (silencio).

José María Manzanares, de gris plomo y oro. En el segundo, estocada trasera (una oreja). En el quinto, estocada (saludos).

Juan Ortega, de verde y oro. En el tercero, media tendida y seis descabellos (aplausos tras aviso). En el sexto, estocada (saludos).

Saludaron en banderillas Andrés Revuelta y Perico. Ortega le brindó el sexto a Rafael Chicuelo.

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