La corrida del año fue la más mala de la temporada en Sevilla con reses inexistentes de Zalduendo y unos sobreros sin fuerzas ni casta. Sólo Oliva Soto se salvó de la quema.

Zalduendo / Morante, El Juli y Oliva Soto

Plaza de toros de Sevilla, 26 de septiembre de 2010. 3ª de San Miguel. No hay billetes. Tres toros de Sampedro, 1ª, 3º y 4ª bis; dos de Gavira, 2º bis y 5ª bis, y uno de Zalduendo, el 6º. Todos muy descastados y sin fuerzas. Muy malo en 5º bis de Gavira. Más noble, el tercero, de Sampedro. Saludaron en banderillas Javier Andana y Óscar Reyes.

Morante de la Puebla, de verde botella y seda blanca, media estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo y media estocada (silencio).
El Juli, de turquesa y oro, pinchazo y estocada baja (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada trasera y baja (silencio).
Oliva Soto, de nazareno y oro, pinchazo y estocada (saludos). En el sexto, tres pinchazos y descabello (saludos).

 Carlos Crivell.- Sevilla

No puede ser, es imposible que todo salga al revés, que la corrida del año se convierta en el mayor fracaso que recuerdan los más viejos del lugar, precisamente cuando la Fiesta está más necesitada de una tarde de gloria en una plaza como la Maestranza de Sevilla.

Se llenó la plaza con esa ilusión que llena el espíritu cuando se espera algo único. Las brisas del viento jugaron con los papelillos, pero tampoco parecía que pudieran suponer mayor problema. Estaban todos en las plaza, pero todo fue una hecatombe que llenó de rabia a muchos, enfadó a una gran mayoría y llevó la desesperación a todos ante uno de los espectáculos más lamentables de muchos años.

Se anunció una de Zalduendo. La buena voluntad del equipo veterinario salvó cuatro, pero sólo se lidió uno, que fue el sexto, que fue una birria por presencia y juego. Es el primer detalle que marca el fracaso. Zalduendo no debió lidiarse. Igual que se caen de los carteles los toreros, la divisa de Fernando Domecq nunca debió presentar sus toros; se busca una ganadería con toros para Sevilla y se elimina lo que estaba más que cantado. Nunca la voz de la calle acertó con tanta exactitud en sus previsiones. Era el festejo del año; no fueron los toros del año. Ese detalle llenó de rabia al aficionado. Fue un petardo cantado de antemano. Todos los de Zalduendo estaban desfondados, carentes de casta y fuerzas, toros podridos. Los de Sampedro, primero, tercero y el sobrero cuarto no mejoraron a los anunciados. El segundo de Gavira, parado y descastado; el quinto, encima tenía peligro. Ocurrió lo que nunca se ha presenciado en una plaza de toros: El Juli no le pudo dar ni un muletazo digno de tal nombre a la prenda con el hierro de Gavira.

Todo ello ocasionó el enfado en la plaza, aunque fue un enfado educado y comedido, muy propio de una plaza como la sevillana, capaz de tragarse los mayores sapos del mundo. Lo de ayer ocurre en otros cosos y tienen que intervenir las fuerzas de orden público para serenar los ánimos.

La corrida es un espectáculo imprevisible. El de ayer, con tres toros devueltos por manifiesta invalidez, llenó de desesperación a los espectadores. Se fueron tres a los corrales y toda la corrida podía haber seguido el mismo camino. Sólo la complacencia del palco permitió la lidia del primero, un inválido al que Morante no pudo torear. El torero de La Puebla tenía cara de no entender por qué mató al primero y el presidente devolvía al segundo al primer tropezón.

La desesperación era la consecuencia de la frustración de no poder ver el toreo de dos estrellas, Morante y El Juli, y el de un chaval con hambre y arte, Oliva Soto.
El artista sevillano salió a por todas con el sobrero de Sampedro. Los lances fueron afanosos. Quiso torear de muleta a un animal sonámbulo y por allí dejó pases exquisitos. Poca cosa para un torero tan grande.

El Juli no tiene nada que hacer con toros sin fuelle, tal como el sobrero primero de Gavira. Mató dos sobreros del mismo hierro. El quinto, feo por su volumen, desarrolló peligro. Lo dicho, ni un sólo muletazo pudo darle el madrileño.

Lo único bueno de la corrida lo firmó Oliva Soto, que además de muchas ganas, se llevó los dos más potables y disfrutó del fervor entusiasta de la plaza. Se estiró en lances airosos, quitó por delantales con gracia y dejó tandas de toreo con la muleta plenas de buen estilo. Al tercero le enjaretó un precioso comienzo con pases por bajo y trincherillas. El toreo con la derecha tuvo sentimiento y expresividad. Faltó toreo al natural y un final más intenso. Y matar al toro.

De nuevo se lució en el comienzo de la faena al triste toro sexto de Zalduendo, único lidiado por Domecq. Excelentes los doblones, buenos los naturales de la primera tanda, y luego, casi nada, aunque en la misma Puerta del Príncipe se fajó con ganas. El público, para olvidar penas, se lo agradeció.

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