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El caballo Perseo de Andrés Romero, en el momento de recibir la cornada (Foto: Jesús Morón)

Con los rejones cambia el público y la plaza se convierte en un coso sin identidad. Será una queja absurda porque siempre fue así, pero hay cosas que en muchos años no se han observado y ayer sucedieron sobre el albero.

PASODOBLES CON PALMAS. Parte de la plaza acompañó con palmas la interpretación de algunos pasodobles. No cabe una actitud más pueblerina. Solo hubiera faltado que se interpretara Paquito El Chocolatero para que el absurdo hubiera sido completo.

VENTURA CON NIÑO. Diego Ventura sacó a su hijo en la vuelta al ruedo del quinto y se lo subió a hombros. Se puede comprender la alegría del torero, pero eso de sacar un niño pequeño al ruedo no es de buen gusto en la Maestranza.

PAISANOS EN EL RUEDO. El debutante Andrés Romero sacó al ruedo a varios paisanos, y a Diego Ventura, para brindarles la muerte del sexto. No está permitido que los paisanos salgan al ruedo. La autoridad reaccionó tarde. Luego fue advirtiéndoles a todos que no debían hacerlo. Sevilla no es una plaza cualquiera.

MÚSICA SIN CESAR. Ayer la banda comenzó a tocar pasodobles en banderillas y siguió así hasta la hora de la muerte de las reses. Se escucharon verdaderas joyas completas, no como otras veces que con los cambios de caballo ordenaban parar a la banda.

MULILLAS REZAGADAS. El viejo truco de retrasar el arrastre para lograr más petición de oreja se puso en práctica de forma descarada. Y se hizo sin que la autoridad actuara de forma evidente o visible. Y lo más grave es que tuvo su recompensa, porque el presidente sacó los pañuelos para las segundas orejas del quinto y el sexto. Una verdadera tomadura de pelo en Sevilla.