23 de abril de 2001. Lunes. Corrida de toros. Abono.

Seis toros de Puerto de San Lorenzo.

Pepín Liria (grana y oro): vuelta y vuelta tras aviso.
Pedrito de Portugal (rosa y oro). silencio y silencio.
Vicente Bejarano (grana y oro): silencio y silencio.

José Bernal picó bien al cuarto. Destacó la brega de Luis Miguel Villalpando. Más de media plaza. Pepín Liria brindó el primero a la memoria de su mozo de espadas Pepe El Danone, fallecido pocos días antes. El presidente se olvidó de retirar el pañuelo del palco tras ordenar la salida de los picadores. El tercero se lidió como sobrero por otro del mismo hierro devuelto por inválido

Carlos Crivell

Un lazo negro en la manga de su chaquetilla era el símbolo del luto de Pepín Liria por su amigo Pepe El Danone, fallecido el sábado pasado en una plaza de toros. Nadie como los toreros saben querer a los amigos que sufrieron con ellos en los primeros pasos de su vida torera. Este hombre ya desaparecido había sido partidario de Pepín desde el principio, trabajó a su lado como chofer; luego como mozo de espadas, muchas veces incluso como ayuda. Era el hombre fiel que tienen todos los toreros.

El primero de la tarde era una prenda. Abanto y manso, no paró nunca de buscar el bulto. Cuando Pepín, que había sufrido una colada de escalofrío con el capote, se fue a brindar al centro de la plaza, alguno pensó que estaba loco.

No lo estaba. Pepín miró al cielo y dejó la montera sobre el albero. El