Juan Manuel Albendea.- Estamos todavía en las llamadas corridas de preferia, en las que alternan toreros modestos con ganaderías que, generalmente, no quieren las figuras de hoy. Grave error, pues ayer el encierro del Conde de La Maza hubiera permitido triunfos clamorosos de diestros con más experiencia que la que acreditaban los tres alternantes. Y no es que estuvieran mal, ni mucho menos, pero los toros estuvieron por encima de los toreros. Esa circunstancia, que hoy nos parece lógica, que las figuras sólo quieran hierros pastueños y más nobles que bravos, no era ni mucho menos en otros tiempos. Por ejemplo, era imposible que las máximas figuras de la primera mitad del siglo pasado no mataran unas cuantas corridas de Miura cada temporada. ¿Cuántas corridas de Miura matarán esta temporada José Tomás, Morante, El Juli, o Manzanares? Ninguna. Algunos dirán: lo hacen porque pueden. La afición se lo tolera. Y he puesto el ejemplo de Miura como podía haber puesto de Palha, de Cuadri o de Saltillo.

El encierro de ayer estuvo bien presentado. Precioso el sardo sexto y bravo de verdad el quinto de nombre poco pegadizo: Limpidado que se merecía la vuelta al ruedo y que, extrañamente no se le dio, aunque fue muy ovacionado en el arrastre. Por el contrario, la vuelta al ruedo que dio Oliva Soto en ese toro, carecía de fundamento. Estuvo bien con el toro, tanto con el capote como con la muleta, aunque nunca a la altura de la casta, la bravura, la transmisión de su enemigo, expresión impropia la de enemigo, pues que te toque un toro así, sólo puede calificarse de amigo. Pero si lo hubiera matado no voy a decir a la primera, pero sí con mayor diligencia, podría justificarse la vuelta, pero es que le propinó cinco pinchazos. En su primero estuvo valiente y decidido con ambas manos y citando en la suerte contraria le propinó un pinchazo y una estocada casi entera, lo que fue motivo para la concesión de una oreja con petición minoritaria. La temporada pasada, después de su alternativa, Oliva Soto, sólo toreó una corrida de toros. Demasiado juego dio ayer para tan corta experiencia. Parece que tiene futuro.

Del primer toro lo que hay que recordar es la suerte de varas. El toro entregado en su empuje ante el caballo y el picador cumpliendo con su obligación como mandan los cánones. Fue emocionante. Y también hay que recordar algo insólito: al presidente se le había olvidado cambiar el tercio, cuando ya el matador estaba con la muleta frente al toro, tras el saludo al usía. La faena del riojano Urdiales, con muletazos destemplados con ambas manos, estuvo por debajo de las cualidades del toro, aunque es verdad que estuvo muy valiente. Con dos pinchazos sin soltar, considero indebidamente que se podía ya descabellar. Seis intentos de verduguillo y un aviso fueron el castigo a su decisión de no volver a entrar a matar como hubiera sido lo lógico. Estuvo mejor en el cuarto, aunque prolongó en exceso la faena y le dieron un aviso tras una estocada caída. Del nazareno, Antonio Nazaré solo decir que su primero tenía poco aprovechamiento. Fue el más difícil del encierro. En el sexto, lo mejor fue la estocada, ya que los muletazos sobre ambas manos fueron desiguales. Resumen: tres toreros modestos con un buen encierro.

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