Gastón Ramírez Cuevas.- Encierro feo, triste, con dos toros pregonaos, quinto y sexto. Eso que salió por toriles no es lo de Joao Folque, o por lo menos, no es lo que estábamos acostumbrados a ver aquí en Sevilla. ¿Quién autorizó y aprobó al segundo de la tarde de nombre "Carrapato", por ejemplo? ¿Algún veterinario burriciego? ¿Algún presidente cegatón?

Total, una corrida cuya única virtud fue que se dejó pegar en el caballo. Más clase y honradez se le debe exigir a estos toros portugueses, más presencia, más casta. Aunque de ellos no es la culpa, sino de su dueño. Pero quizá ya entramos en el anual festival de saldos ganaderos, en el que la empresa de la sufrida Real Maestranza compra retazos baratísimos de encierros con hierros de prosapia, todo lo que no va al pueblo de Madrid o a otros lugares similares. En esta tesitura, vimos en el coso del Baratillo una corrida de la que jocosamente se decía que era de cuatro naciones, ninguna española: la portuguesa, la mexicana, la catalana y la vasca.

A Serafín Marín podemos reclamarle el haber matado a su primer toro en el caballo y luego que nos aburrió con su empecinamiento. En el cuarto volvió a porfiar con un berrendo casi alunarado que tuvo poca fuerza y menos casta brava. Hay que matar más cerca del hoyo de las agujas y no atravesar a los toros, señor Marín.

Arturo Macías demostró que venía a lucir su valor y su entrega en la primera plaza del orbe taurino. Fue triste que el toro de su presentación tuviera hechuras horrorosas y que sólo sirviera para un buen quite por chicuelinas rematadas con una brionesa y algún muletazo templado.

En el segundo de su lote, el diestro mexicano se las vio con un bicho de muy malas ideas, un auténtico marrajo que desde el capote demostró que necesitaba un puyazo delantero para ahormarle la cabeza. Eso no ocurrió, cosa normal y lamentable. Así, en los inicios del trasteo muleteril, Macías recibió dos avisos serios del cornúpeta, y al tercer esbozo de derechazo, por quedarse quieto, el toro le caló pegándole una cornada grave en el muslo derecho. Fuera ilusiones y fuera triunfos, pero queda claro que no venía a aliviarse y que sabía que se jugaba la vida y la buena opinión que de él pudieran conservar los aficionados hispalenses.

Iván Fandiño estuvo en pegapases durante toda la faena al tercero de la sexta corrida de abono. Se reivindicó buscándole algunas cosquillas al sexto, haciendo un toreo valeroso sobre piernas y aguantando tarascadas parecidas a las que habían mandado al hule al torero de Aguascalientes. Tarde de decepción y tristeza, pues Palha no fue ni la sombra que merece su fama, y un torero honesto y valioso cambió un tabaco serio por nada.

Si para esculpir o pintar como se debe, para hacer una obra de arte, se requiere de un buen bloque de mármol o de un lienzo bien preparado, para torear con éxito se necesitan toros bravos, no eso que nos dieron hoy en la plaza de Sevilla.

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