– Lo de Ferrera es pura puesta en escena, pero cuidado, es una puesta en escena con argumentos toreros, al menos la mayoría de las veces. Ya se sabe que saca un capote azul en homenaje a los niños autistas. Se admite. Menos sentido tuvo que se empeñara en colocar a sus tres toros a una gran distancia en el primer puyazo, porque la bravura se mide a una distancia prudente en la primera entrada y, si cumple como bravo, se le aleja para el segundo encuentro. Con una tozudez total puso a los tres casi en el centro del ruedo, y la realidad es que solo el quinto medio cumplió en varas. Más extraña es su forma de matar los toros, alejándose mucho para llegar hasta la distancia normal desde la que se matan. En fin, cosas de Ferrera. Y más condenable es que empeñara en sacar al ruedo al futbolista Joaquín para brindarle el quinto. El ruedo es patrimonio de quienes se visten de luces cuando hay un toro en la plaza. Dicen que dijo que le pagaba la multa. El futbolista debió negarse por principios y los alguacilillos obligarle a quedarse en el callejón. Y si hablamos de alguacilillos, cuando a Ferrera le dieron la oreja del quinto se la entregó un banderillero, porque no había ninguno de los dos para hacerlo. Un disparate impropio de la plaza de toros sevillana.

Pero junto a esta puesta en escena anárquica y muchas veces disparatada, Ferrera tiene muchas cosas de torero de verdad. Por ejemplo, su permanente atención durante la lidia, en la que ejerce como verdadero director de la misma. Está siempre pendiente, entra en quites de forma airosa y con gran disposición y presteza, algo que se agradece. Recuerdo unas maravillosas tijerillas al quinto, que le salieron bordadas. Su mismo toreo de capote brilló en las verónicas del saludo al quinto, por lo menos diez lances muy sentidos y expresados.

A los tres toros que se enfrentó se los llevó al centro de forma encomiable. Al primero no pudo enjaretarle casi ninguno con lucimiento ante la escasa acometividad del Victorino. Con el tercero, toro justo de fuerzas y con poco fuelle, logró tirar del mismo en una faena meritoria en la que logró alargar las embestidas de un animal muy apocado. El animal respondió con algunas arrancadas nobles gracias al empeño de Ferrera.

El quinto pregonó su clase en los primeros compases de la lidia. Fue el de las diez verónicas de salida. Cumplió en el caballo que montó José María González. Se lució, como siempre, Fernando Sánchez, un tercero de primera. Y realizó una buena faena por temple, sentido de las distancia y buena calidad a un toro pastueño, dócil, flojito, pero con mucha clase, capaz de seguir la muleta hasta el final con esas embestidas que dicen que tienen los toros en México. Todo fue realizado con despaciosidad, aunque también las tandas fueron muy cortas, ya que el toro no podía embestir mucho más. Sin la espada de ayuda, por ambos pitones fue cincelando muletazos de alta emoción, con especial mención a los remates en cambios de mano muy templados y largos, casi circulares. De nuevo se distanció para matarlo. Se acercó y se tiró encima para pinchar y quedarse en la cara, se empeñó en hundir la espada y salió con la taleguilla destrozada. A la segunda entró la espada. La plaza, conmovida pidió las dos orejas, el palco acertó con una sola, no apareció el alguacilillo, se la entregó un banderillero y se dio dos vueltas al ruedo. Al margen de esa actitud teatral y exagerada, Ferrera dio una buena tarde de toros.

Miguel Ángel Perera sorteó un primer toro sin vida, soso y sin recorrido. Solo dos tandas de derechazos insípidos y a matar. El cuarto, de la familia y mismo nombre del que el recordado Emilio de Justo le cortó las orejas en septiembre, fue noble, soso y a menos. La buena dosis de nobleza que atesoraba fue insuficiente en la muleta, sobre todo porque humilló poco. Perera logró buenas tandas con ambas manos con un animal cada vez más desfondado. El sexto fue el mejor de su lote, al menos por el pitón derecho. Cumplió en el caballo de Paco Doblado y se desmonteró Curro Javier. Perera logró buenas tandas por la derecha con mucho temple. En un remate por la izquierda, el toro se lo echó a los lomos. Se levantó dolorido, pero volvió a la cara para segur por ambos pitones, aunque el animal ya había echado el freno. A pesar de matarlo a la primera, la plaza no pidió la oreja por mayoría. Se fue a la enfermería y allí se descubrió que tenía una cornada en la espalda.

La corrida de Victorino fue frustrante. Los que humillaron no tuvieron entrega, alguno que fue noble, como el cuarto, no humilló; solo se salvó el quinto y algo del sexto. Se esperaba mucho más de la corrida. Y queda toda la parafernalia de Ferrera, que mezcló gestos teatrales sin sentido con otros llenos de buena calidad y torería.

Plaza de toros de Sevilla, 30 de abril de 2022. Sexta de abono. Tres cuartos largos de entrada. Seis toros de Victorino Martín, entipados, bien presentados, de juego desigual. Primero, sin fuelle ni clase; segundo, de embestida muy corta sin calidad; tercero, noble y humillador con poca entrega; curato, flojo y soso; quinto, con mucha clase y pocas fuerzas; sexto, mejor por la derecha, aunque a menos y con problemas por la izquierda.

Antonio Ferrera, de blanco y oro. Dos pinchazos, estocada trasera y dos descabellos (silencio tras aviso). En el tercero, estocada caída (vuelta al ruedo). En el quinto, Pinchazo y estocada (una oreja tras aviso).

Miguel Ángel Perera, de carmesí y oro. Tres pinchazos y media estocada (silencio). En el cuarto, estocada desprendida (silencio). En el sexto, estocada desprendida (saludos tras petición insuficiente).

Perera fue atendido de una cornada en la región dorso-lumbar izquierda, que afecta a musculatura paravertebral y apertura de la fascia toraco-lumbar con trayectoria de 6 y 8 centímetros. Pronóstico reservado. Pasó a un centro hospitalario. Saludaron en banderillas José Chacón, Fernando Sánchez y Curro Javier. Picó bien José María González al quinto. Ferrera sacó al ruedo de forma no reglamentaria al jugador Joaquín para brindarle el quinto.

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