Carlos Crivell.- No remonta la Feria, pero después del desaguisado del martes la corrida de ayer se puede considerar normal. Hubo movimientos en los corrales. De Garcigrande se reconocieron catorce toros para salvar cinco. Jandilla sivió de remiendo. No se entiende muy bien lo ocurrido. Hay quienes opinan que Garcigrande, ya que no toreaban sus clientes preferidos, había mandado una corrida chica para no lidiar en Sevilla. Mejor pensar que no ha sido así. Hay quien dice que a la empresa no le interesaba una corrida de este hierro. Es una falacia intolerable. Ello supondría que el presidente y los veterinarios habrían rechazado la corrida de forma premeditada. Es absurdo.
Los equipos gubernativos viajan al campo para ver los toros. ¿Llegaron en el primer viaje reses que no se habían recomendado? Ni la empresa ha querido cambiar de ganadería, ni creo que Garcigrande mandara toros chicos deliberadamente. Pero el lío en los corrales debería ser explicado.
Al final salieron seis toros bien presentados, algunos cinqueños y de hechuras aparatosas, que dieron un juego más que aceptable. Y si no se cortó ninguna oreja es necesario ponerlo en la cuenta de los espadas, que por unas cosas u otras se dejaron escapar al desolladero varios toros que merecían logros mayores.
Este asunto de las orejas es crucial. La meta del torero moderno es cortar orejas. En cada plaza se cortan de forma distinta. Todavía en Sevilla, para cortar orejas, es preciso levantar la plaza en las primeras tandas del comienzo de la faena. Y para que una faena prenda en el tendido deben encadenarse muchos factores, pero el comienzo debe ser explosivo. Y en estos tiempos la mayoría de los toreros se entretienen en dar mil pases (con la derecha) antes de torear de verdad.
La realidad de la corrida de ayer es hubo toros de triunfo y se dio una vuelta al ruedo, la de El Cid en el cuarto, precisamente con el toro más manso del festejo.
El primero de Jandilla fue un buen toro. El torero de Salteras se estiró en dos tandas con la derecha de buen trazo, pero en la tercera surgió una duda del toro, dobló las manos, de forma que su labor no remontó el vuelo. Se la echó a la izquierda, pero por ese pitón el de Jandilla tenía más problemas. La vuelta a la diestra ya fue tardía. Por pequeños detalles no hubo faena.
Con el cuarto, toro noble y manso, El Cid hizo un esfuerzo para robarle pases en contra de su voluntad. Acabó en la solanera con algunos muletazos de mano baja de mucho mérito. Bien, correcto, pero sin rotundidad. La prueba es que una estocada imperfecta y un descabello no provocaron una petición mayoritaria.
Daniel Luque también lo tuvo en sus manos. Se lució en el primero en un apretado quite por gaoneras muy celebrado. El segundo era noble pero flojito. El público se puso en contra del animal. Así era difícil centrarse. En cada traspiés del toraco el personal mostraba su protesta. Luque estuvo correcto en tandas por ambos pitones, acortó las distancias al final para ligar los pases, pero fue atropellado por el toro que le hirió en el suelo.
También fue manejable el quinto. El de Gerena salió de la enfermería y se encontró con un toro de muchas embestidas con el defecto de llevar la cara por encima del palillo. Tres tandas con la derecha a medio gas toro y torero, para luego encontrarse con problemas más serios por la izquierda. Al final, el arrimón arrebujado, pero el problema había sido el comienzo. Muchos derechazos sin eco.
Y lo de Saldívar ya es otra historia. El chaval estuvo nervioso. Solo así se entiende que se le cayeran los trastos en su primero, o la espada en el sexto; o también que intentara un quite en el segundo para finalmente dar apenas una revolera. No es muy habilidoso con el capote. Ensayó unas chicuelinas para el olvido en el que cerró plaza.
Como buen torero moderno casi lo mata a derechazos citando fuera de cacho. Se dejó enganchar la franela y solo ya en la quinta tanda se echó adelante para torear, lo que hizo con mejores maneras, pero era muy tarde. Se había entretenido en pases y más pases en el incio de la faena y ya no servía.
Debieron ser los nervios de la responsabilidad del su presentación en Sevilla, pero en el sexto tampoco se pudieron vislumbrar sus méritos taurinos, que debe tenerlos el chaval, pero que se los dejó en el hotel. Ese sexto también embistió mucho. Arturo no se quedó nunca en el sitio para ligar los pases, de forma que entre ellos corría de forma llamativa para buscar la colocación. Y todos fueron derechazos y más derechazos. Tantos pases le dio sin que el respetable se emocionara, que el mismo toro acabó aburrido y rajado. Y como remate, muy mal con la espada. Debieron ser los nervios, pero la imagen del azteca no fue buena. Es un torero demasiado moderno.