Fracaso de Victorino en la octava del abono sevillano en el esperado mano a mano de Morante y El Cid. No hubo ni un toro bueno y los espadas apenas puderon lucirse.

Seis de Victorino Martín, el sexto como sobrero por un inválido devuelto, mal presentados y de mal juego.

Morante de la Puebla (grana y azabache): silencio tras aviso, silencio y palmas.
El Cid (blanco y oro): silencio, saludos y silencio.

Real Maestranza de Sevilla, octava de abono. No hay billetes. Saludó Curro Robles en banderillas y destacó El Boni en la lidia.

Carlos Crivell.- Sevilla

 Con todo el respeto para una ganadería como Victorino, lo de ayer en el mano a mano de Morante y El Cid ha sido casi una tomadura de pelo a la Maestranza. Así debe considerarse una corrida mal presentada para lo que es Victorino. Como ocurre tantas veces, se rechazaron varios toros en los reconocimientos. De nuevo hay que formular la pregunta de siempre. Si salió al toro que salió, ¿cómo serían los rechazados?

Se confunde el trapío con los pitones. Algunos toros estaban escurridos de carnes, excesivamente terciados y mal rematados. El toro de Victorino no es muy hondo ni regordío, suele ser vareado, fibroso, degollado y ligero de movimientos. En su comportamiento hay dos polos: la famosa alimaña, que busca al torero con agilidad de cuello, y el toro que humilla y va largo con fijeza y repetición.

En la corrida de ayer, una de las características más negativas de casi todos los toros ha sido su habilidad para gazapear. No había manera de fijarlos en los engaños, nunca se comprometieron con las telas y acusaron una alarmante falta de codicia. Los hubo mansos y muchos de ellos se mostraron blandos e incluso inválidos. El resumen de tantas carencias sólo tiene un nombre: falta de casta.

Dicen que Victorino conoce muy bien lo que tiene en su casa. No hay ninguna duda, pero ayer se ha equivocado de forma grave. Ni un toro encastado, bravo o codicioso. Alguno noble sin alegría, como el cuarto, y el remate del sexto inválido y un sobrero con peligro para mandar al escalafón completo a la enfermería.
Toda la culpa no se debe achacar al ganadero. Los mentores de los espadas y la autoridad también son culpables. Parece que el nombre de Victorino les asustó, cuando lo que debieron hacer es velar por el prestigio de la plaza.

Con este género, la corrida fue un fracaso. La Maestranza estaba receptiva, aplaudió a los toreros al final del paseíllo y recibió con generosidad todo lo que tenía el mínimo sello de calidad o entrega. A pesar de ello, la corrida se fue deslizando por una pendiente sin retorno y una enorme decepción.

Lo más artístico de la tarde llevó el sello de Morante en los lances de salida del quinto. La música le echó una mano a la euforia y tocó un pasodoble. Las verónicas fueron bellas, sobre todo una por el pitón izquierdo y la media. Poco más hizo el de La Puebla. El manso primero no tenía nada dentro.

El segundo de su lote parecía bueno. El artista se dobló con demasiada rotundidad en los primeros muletazos, el viento apareció de pronto, el torero no asentó las zapatillas y el de Victorino lo aprendió todo en pocos minutos.

Después de la música en los lances del quinto, Morante tropezó con otro toro gazapón. Hizo un esfuerzo, algún pase con la izquierda fue colorista, pero el conjunto fue insuficiente. Con la espada, suspenso sin remedio.

El Cid estaba llamado a triunfar porque es un experto con los «albaserradas». No pudo ser. Se echó en falta al toreo de cite largo, distancia y temple. Se le vio muy empeñado en torear muy encimista. Aún así, nada que objetar con el segundo, incierto y andarín, como tampoco en el sexto sobrero, un regalo que lo cogió con el capote y con la muleta. El animal desparramó la vista y fue de esos «victorinos» peligrosos de verdad. Sólo queda la duda del cuarto, toro noble y que se tragaba dos pases y al tercero echaba la cara arriba sin codicia. El de Salteras hizo un gran esfuerzo, algunos naturales fueron propios de su categoría torera, pero al conjunto le faltó ligazón y continuidad.

La corrida del año pasó sin pena ni gloria. Malos toros y algunos problemas por parte de los toreros para aprovechar mejor las escasas cualidades de una de Victorino que casi rayó en la tomadura de pelo. Unos lances de Morante y dos naturales de El Cid no valen un festejo tan esperado.

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