Carlos Crivell.- Fue una tarde festiva, que en ocasiones llegó a parecerse más al sábado de farolillos que a un lunes de Feria. Era un lunes festivo. Y todo fue amable y falto de sustancia. Los toros de Daniel Ruiz exhibieron una pobre presencia, sobre todos los que se jugaron en la primera parte. Esta corrida ha bajado aún más el nivel en cuanto a presentación. Varios lucieron caritas lavadas y no tuvieron morrillo. La autoridad ha quedado en entredicho.
Salvo el buen cuarto, los de Daniel Ruiz carecieron de casta y fuerzas. El palco mantuvo al inválido tercero en la plaza cuando era evidente que no podía con su esqueleto. Si el respetable puede exigir la primera oreja, no se entiende por qué no se atienden sus protestas cuando en la plaza se lidia un toro inservible. El tercio de varas fue nuevamente de pena, penita, pena. El torero a la verónica fue de trámite. Solo quedó apuntado un buen quite de Cayetano por gaoneras al sexto tras comenzar con un farol en el llamado quite de Ronda. El Juli quitó por chicuelinas prescindibles.
El punto emotivo de la corrida era la despedida de Sevilla de Francisco Rivera, que hace veintidós años comenzó en triunfo su andadura en esta misma plaza. La suerte le deparó el regalo del mejor toro, el cuarto, que aunque se llamaba Enemigo fue un dócil colaborador para que Rivera disfrutara a gusto. El llamado Enemigo fue un buen amigo.
Fue una faena limpia y templada, sin muchas apreturas, pero con algunos detalles de buen gusto, como los de pecho, obligados y de trazo largo. Ya al final de su labor, Francisco bajó la mano y le exigió al toro, que respondió con clase. Ahí subió la intensidad de su faena. Una eficaz estocada caída dio paso a una cariñosa petición de oreja, naturalmente concedida por el generoso palco, que debe entenderse como el homenaje de la plaza a un torero que se retira este mismo año. Antes, con el esmirriado primero, tan noble como soso, estuvo simplemente cumplidor. Se había ido a portagayola para recibirlo y le colocó tres pares de banderillas. Quiso ser Paquirri y lo entregó todo.
Cayetano salió a por todas en el sexto. Se lució Briceño en el único tercio de varas digno de tal nombre. Saludaron tras un tercio de banderillas cumbre Iván García y Alberto Zayas. En el quite se arrebató Cayetano, sin zapatillas y lanzando la montera, para culminar con alegría un quite por gaoneras. El toro se lo brindó a su hermano Francisco en un momento alta emoción.
Se echó de rodillas para comenzar su labor. El toro, noble, era tardo. Le costó un mundo arrancarse. Ya en el centro, Cayetano se entregó con más pasión que clase en dos tandas cortas con la derecha. Se rajó el toro y se fue a las tablas. Con habilidad, Cayetano se ayudó en pases por los adentros con evidente entrega. La plaza estaba satisfecha. Lo mató bien aunque la muleta voló por los cielos de Sevilla. La oreja fue de nuevo un acto de caridad sublime de la plaza. Y en el colmo de la alegría desbordada, aún se pidió la segunda. Por una vez el palco se contuvo. Aquello parecía el sábado del cartel popular y mediático. En realidad era el cartel mediático de la feria.
Cayetano tuvo que matar al tullido tercero, mantenido en la plaza por el presidente cuando era digno de morir en los corrales.
Emparedado entre los dos Rivera Ordóñez toreó El Juli con otra de sus ganaderías preferidas. Sería bueno que este torero tan bueno lo pensara mejor y cambiara de ganado. El primero de su lote era un novillote manso que embestía por obligación por la derecha y con hastío y peligro por la izquierda. El diestro estuvo poderoso para fijarlo en su muleta en una labor de gran alarde técnico. El quinto era más voluminoso, pero no tenía alma de toro, más bien era un animal descastado, con signos de estar amargado porque lo hubieran sacado de la dehesa, de forma que solo quedó matarlo.
El alegre y festivo espectáculo hizo felices a quienes habían acudido al reclamo de la popularidad de los hermanos Rivera. Se lidió un encierro impresentable de Daniel Ruiz, entre los que uno de nombre ‘Enemigo’ fue el único bueno de la tarde y propició una digna despedida de la Maestranza de Rivera Ordóñez. Cayetano se arrebató en el sexto aunque no tuvo mimbres para rematar su labor, mientras que El Juli se vio metido en un festejo donde se le apreció incómodo y desmotivado. Dadas las circunstancias de la celebración, no queda más remedio de dar por bueno este festejo alegre y festivalero.
Plaza de toros de Sevilla, 1 de mayo de 2017. 8ª de abono. Lleno. Seis toros de Daniel Ruiz, mal presentados, sobre todo 1º, 2º y 3º, de pobre juego por descastados y flojos, excepto el 4º, noble. Minuto de silencio en memoria de Manolo Montoliú a los 25 años de su muerte. Saludaron en banderillas Iván García y Alberto Zayas.
Rivera Ordóñez, de azul pavo y oro, estocada caída (saludos). En el cuarto, estocada caída (una oreja).
El Juli, de sangre de toro y oro, pinchazo y descabello (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada (silencio).
Cayetano, de nazareno y oro, estocada baja (silencio). En el sexto, estocada (una oreja).