En la 9ª de Feria se despidió de  Sevilla El Fundi con dignidad y decoro. Mala corrida de Garcigrande. Morante, mal. Castella, espeso. El festejo fue protagonizado por el Fundi en su adiós a Sevilla.

Plaza de la Maestranza. Sábado, 21 de abril de 2012. Novena de feria. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande, terciados, sin trapío, anovillados; el manso de cara suelta 6º tuvo más remate; complicado el 1º; peor el 2º; de tornillazo y violentito el 3º; descastadote y noblón el 4º; gazapón y pegajoso el 5º.

El Fundi, de purísima y oro. Espadazo trasero (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada atravesada (petición y vuelta al ruedo)

Morante de la Puebla, de caña y azabache. Media estocada (algunos pitos). En el quinto, horrible espadazo y dos descabellos (leves pitos).

Sebastián Castella, de negro y oro. Estocada trasera y caída (silencio). En el sexto, media estocada tendida (silencio).

Carlos Crivell.- Sevilla

La levedad y la grandeza de la Fiesta es que en veinticuatro horas se pasa de la euforia al desencanto. La misma ilusión camino de la plaza, una ganadería de lujo, tres toreros buenos y una siesta perdida por culpa de todo. Entre todos forjaron una de esas corridas que, de forma irremisible, entran en el lote de una feria. Tocó ayer, justo al día siguiente de la maravilla, como duro contraste.

La corrida tenía dos alicientes. De un lado la despedida de El Fundi de la Maestranza. El torero de Fuenlabrada se ha entretenido en lidiar diez corridas de Miura en Sevilla, además de dos de Palha. Es decir, que Sevilla le debía esta despedida de lujo con una de esas divisas por las que pugnan los que mandan. La plaza sevillana lo sacó después del paseíllo para dedicarle una ovación de respeto.

El otro aliciente era Morante, el que debiera tomar el cetro de Sevilla para convertirse en su torero de culto. El de La Puebla lo tiene todo, es genial, sabe torear como pocos, fracasa de verdad, pero necesita escribir su historia de amor con la Maestranza a base de triunfos para el recuerdo. Y aunque ya hay alguno anotado, para ser el torero mitificado por Sevilla hay que abrir unas cuantas veces la del Príncipe. En al corrida de ayer escribió una página negra, de esas que también les hacen falta a los mitos. El problema es que pasa el tiempo y las tardes gloriosas se hacen esperar.

Corrida de Garcigrande que naufragó en todos los órdenes. Atención, las corridas de Victoriano y ésta de Garcigrande han estado muy mal presentadas. Los toros segundo, tercero y cuarto fueron novillos indignos de la Feria de Sevilla. Que me cuenten para qué sirven los viajes de la autoridad a las ganaderías. Me lo imagino. Para admitir esos toros no hace falta gastar dinero en viajes.

Además de mal presentados, los de Garcigrande se comportaron como bueyes de carreta más que como toros de lidia. Dicen los ganaderos de postín que la de Garcigrande es la divisa en mejor momento del campo bravo. Eso hay que demostrarlo en Sevilla, no en los pueblos. Añadamos que se reconocieron dieciséis toros para salvar esas seis piltrafas. De momento, la ganadería salmantina ha fracasado a lo grande.

Mal presentados y de juego pésimo. Ninguno peleó como bravo en el caballo. Algunos tercios de varas fueron un simulacro consentido por el palco y por la plaza. Hay jornadas en los que el lujo de la corrida tamiza los contenidos. Todo vale, el toro chico, la suerte de varas ausente y la lidia sin sentido.

Se dejó algo el cuarto, muy poco, pero los demás fueron malos, parados, protestones a cabezazo limpio, prendas sin el menos atisbo de calidad para el toreo de nuestros días. Garcigrande, dicen que buena ganadería, ayer pinchó en hueso. Una mala corrida le sale a cualquiera, lo mismo que a cualquier divisa del montón le sale un toro bueno. Sevilla debe ser la meta de los buenos ganaderos. Es otra que debe descansar algún tiempo y que siga lidiando esos buenos toros en los pueblos.
El Fundi llenó de contenido la tarde. Tras el saludo de respeto a una ovación del coso sevillano, José Pedro tapó al que abrió plaza con su oficio. No merecía el animalito tan buen profesional delante. Se defendió y El Fundi lo trató con elegancia.

La polémica llegó en el cuarto. Fue un toro noble y soso. En el centro del ruedo fue labrando una faena de intensidad y calidad creciente. La banda atacó tarde el pasodoble. Le falló sensibilidad ante un torero que se despedía de una plaza en la que ha pechado con los más duros del campo. Tal vez al torero el sobró el gesto de mandar parar el pasodoble. El Fundi estuvo bien y si no cortó la oreja fue porque pinchó y porque la plaza no la pidió. Es la realidad. Distinto es que nadie hubiera rechistado si la pasea por el ruedo. La vuelta fue de las de verdad. Mejor una vuelta así que una oreja discutida.

Morante escuchó pitos en ambos. Es posible que su lote no tuviera más de lo que el torero logró, pero la gente espera tanto que al final no hay término medio. Lo que para otros es un silencio, para Morante son pitos. Sobre el albero quedó un quite enorme al cuarto por verónicas. También algún muletazo suelto, algún adorno, poca cosa para quien es depositario de las mejores esencias del toreo según Sevilla.

Castella estuvo voluntarioso y algo destemplado en ambos. El tercero no le permitió ligar y le enganchó la muleta por la izquierda. Con el sexto, toro que se movió dando cabezazos por todos lados, más voluntad y de nuevo temple ausente, aunque tal vez fuera imposible. El Fundi se marchó entre ovaciones. La oreja hubiera sido un premio bonito para el adiós.

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