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Trincherilla de Adame (Foto: Arjona)

Carlos Crivell.- La de Victoriano del Río tenía un montón de orejas colgando. La oreja en el descuento que logró Joselito Adame fue un balance exiguo para una corrida tan buena. El estoque, y el descabello, se llevaron algunas, pero quedó la sensación de que varios toros se quedaron sin torear. A pesar de este detalle, es bueno dejar constancia de que fue una buena tarde de toros, que alcanzó un nivel de gran emoción en la vuelta al ruedo de Ponce, que recibió el homenaje de Sevilla. Al valenciano le hubiera encantado llevar la oreja en la vuelta, su gesto contrariado era expresivo, aunque a estas alturas debe estar por encima del bien y del mal, y por tanto no le hacen falta las orejas.

La corrida de toros podía haber sido triunfal. Y como suele ocurrir comenzó de forma preocupante. El  que abrió plaza se lastimó en una costalada y quedó claramente inservible para la lidia. El palco erró al dejarlo en el ruedo. Son ganas de enfadar al personal. Ese toro fue imposible para Enrique Ponce que se limitó a matarlo.

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Vuelta al ruedo de Enrique Ponce (Foto: Arjona)

Para el maestro valenciano quedaba en los corrales una hermosura de toro, el cuarto, apretado de cuerna, estrecho de sienes, fino de cabos, lo que se llama un ‘dije’ en el argot taurino. Con mejores arrancadas por el pitón derecho, por el izquierdo echó la cara arriba, luchando contra el viento, Ponce elaboró una faena muy personal, limpia por su temple, con el ajuste preciso para no descomponer la figura, con una elegancia natural en cada gesto, ganando intensidad en cada tanda para alargar la  duración del llamado Distante, obligando hasta el infinito en los de pecho y rematando con sus reconocidos ayudados rodilla en tierra, casi circulares, lo que se ha dado en llamar ‘poncinas’, todo fue armónico. Es cierto que por el lado izquierdo no se la puso más que en una tanda, pero la plaza estaba a su lado. Era, además del reconocimiento a esta faena, el agradecimiento por estar en Sevilla, donde los buenos toreros tiene que estar y no en otras plazas de menor rango.

La oreja estaba cantada, pero dos pinchazos en la suerte contraria, y con precipitación de principiante, y una estocada baja lo dejaron sin esa oreja que no le hace falta para su historia personal, aunque sí que le hacía falta para su estado emocional.

Joselito Adame, seguido por numerosos paisanos, sorteó un lote para la gloria torera. Dos toros de Puerta del Príncipe. No es fácil que vuelva a lidiar en Sevilla dos reses que le pongan en bandeja un triunfo de clamor. Se podría decir que fue la espada, pero fue algo más lo que le privó de ello. Estuvo entregado en todo momento. Se fue a portagayola en los dos, la primera sin consumar el lance; hizo quites, algunos buenos, las zapopinas, y otros sencillamente malos por falta de limpieza; toreó con la muleta con ganas, agallas y entrega. Mala cosa es que con dos toros tan buenos tengamos que hablar de pundonor más que de calidad. Toreó mucho al tercero con la derecha en tandas de pocos pases, se vino algo abajo su labor con la zurda y la mejoró al final sobre la diestra. La plaza se le entregó en respuesta a sus notables ganas de triunfo. El premio lo perdió con el descabello.

El sexto fue otro taco de toro con el único defecto de rajarse al final de la faena del torero hidrocálido. De nuevo toreó con el compás muy abierto sobre la diestra a un toro de alboroto. También bajó el nivel con la zurda en la que se ayudó con la espada, llegó una voltereta sin consecuencias que aumentó el calor del público para el torero mexicano, y de nuevo se mostró irregular con la espada. A pesar de los dos descabellos, se pidió una oreja, que puede ser considerada como un premio global a su tarde tan decidida, pero que es un pobre balance cuando se han tenido delante dos toros para encumbrarse como torero.

Y entre Ponce y Adame, otra vez el alicaído Sebastián Castella. Es cierto que globalmente su lote fue el menos potable, pero solo hasta cierto punto. Sigue la falta de cariño entre Castella y el tendido sevillano, puesto de manifiesto cuando el torero francés se arrimó a los pitones del quinto al final de la faena y surgieron las protestas. Debe entender Castella dos cosas. El arrimón puede tener justificación cuando antes se ha realizado una buena faena de muleta. Además, esos arrimones no suelen gustar en Sevilla. El segundo era noble, soso y rajado al final. Lo mejor de Castella, aparte de su cuadrilla, fue la estocada, una de las mejores de este ciclo.  El quinto tenía mucha calidad pero no repetía sus arrancadas. Nunca se sabrá si no repetía porque no le provocó el francés o era condición natural del toro, por lo demás un animal con mucha clase con el morro por el albero. Castella había dejado pasar otra feria sin lograr nada positivo.

Al final, la gente contenta. Buenos toros, Adame entregado y Ponce reconocido por Sevilla.

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